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Ley libertaria por medios democráticos: un método para la resolución de conflictos

Un orden libertario, dice Mises, «no sólo debe ser capaz de proteger la propiedad privada; también debe estar constituido de tal manera que el curso suave y pacífico de su desarrollo nunca se vea interrumpido por guerras civiles, revoluciones o insurrecciones»

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Por Fabricio Terán1

Un aspecto tal vez algo descuidado de la teoría libertaria tal como la entendía Ludwig von Mises es la teoría de la paz interna en una sociedad y cómo puede arrojar luz sobre cómo tratar los casos de legislación controvertida sobre libertades individuales y otras cuestiones.

Ley libertaria y minorías

Mises argumenta —desde su perspectiva filosófica de subjetivismo moral o individualismo utilitarista— la superioridad práctica de las leyes que garantizan la máxima autonomía corporal a todos los individuos, incluso en cuestiones controvertidas, para lograr una cooperación social pacífica. Como individualista utilitarista, Mises también sostiene que las mayorías políticas no tienen una autoridad inherente o natural.

Independientemente de nuestros criterios personales sobre hasta qué punto el ejercicio de la autonomía corporal es una virtud o un vicio, Mises sostiene que la ley libertaria debe ser no intervencionista en lo que respecta a cómo ejercemos esta autonomía. La ley libertaria no impide que los individuos vivan según sus propios criterios de virtud, porque las virtudes son valores, y los valores son subjetivos.

Mises se cuida de aclarar que una ley libertaria no puede ser una ley en la que la mayoría oprime a las minorías y en la que la prohibición se impone a la autonomía corporal:

Vemos que tan pronto como renunciamos al principio de que el Estado no debe interferir en ninguna cuestión relacionada con el modo de vida del individuo, acabamos regulando y restringiendo este último hasta el más mínimo detalle. La libertad personal del individuo queda anulada. Se convierte en un esclavo de la comunidad, obligado a obedecer los dictados de la mayoría. No es necesario explicar las formas en que las personas malintencionadas que ejercen la autoridad pueden abusar de estos poderes. El ejercicio de este tipo de poderes, incluso por parte de hombres imbuidos de las mejores intenciones, debe necesariamente reducir el mundo a un cementerio del espíritu. Todo el progreso de la humanidad se ha logrado como resultado de la iniciativa de una pequeña minoría que comenzó a desviarse de las ideas y costumbres de la mayoría hasta que su ejemplo finalmente movió a los demás a aceptar la innovación ellos mismos. Otorgar a la mayoría el derecho de dictar a la minoría lo que debe pensar, leer y hacer es poner fin al progreso de una vez por todas.

Medios democráticos y mayorías

Sin embargo, el principio de la libertad individual en el derecho libertario debe ir acompañado del principio de la paz social. El principio de paz es la legitimidad democrática, que para Mises es el uso del diálogo para convencer a la mayoría de que adopte un marco general de normas:

La resistencia violenta contra el poder del Estado es el último recurso de la minoría en su esfuerzo por liberarse de la opresión de la mayoría. La minoría que desea ver triunfar sus ideas debe esforzarse por medios intelectuales para convertirse en mayoría.

La teoría de la ley libertaria (o de las libertades individuales o civiles) es inaplicable si no se armoniza con una teoría de la paz libertaria (o del consentimiento democrático). Desde mi punto de vista, la verdadera razón por la que las ideas libertarias no suelen aterrizar políticamente es que existe un malentendido sobre la definición y la utilidad de la democracia a efectos del derecho libertario, incluso entre los discípulos de Ludwig von Mises, que deberían prestar atención a palabras como éstas:

A la larga, ningún gobierno puede mantenerse en el poder si no cuenta con el apoyo de la opinión pública, es decir, si los gobernados no están convencidos de que el gobierno es bueno. La fuerza a la que recurre el gobierno para hacer obedecer a los espíritus refractarios sólo puede aplicarse con éxito mientras la mayoría no se mantenga sólidamente en la oposición. Hay, pues, en toda forma de gobierno un medio para hacer que el gobierno dependa, al menos en última instancia, de la voluntad de los gobernados, a saber, la guerra civil, la revolución, la insurrección. Pero es precisamente este recurso el que el liberalismo quiere evitar. No puede haber una mejora económica duradera si el curso pacífico de los asuntos es continuamente interrumpido por luchas internas….

Aquí es donde la función social que cumple la democracia encuentra su punto de aplicación. La democracia es aquella forma de constitución política que hace posible la adaptación del gobierno a los deseos de los gobernados sin luchas violentas. Si en un Estado democrático el gobierno ya no se conduce como la mayoría de la población quiere, no es necesaria una guerra civil para poner en el cargo a los que están dispuestos a trabajar para adaptarse a la mayoría. Mediante elecciones y acuerdos parlamentarios, el cambio de gobierno se ejecuta sin problemas y sin fricciones, violencia o derramamiento de sangre.

Mises advirtió contra la tentación de algunos libertarios o liberales de libre mercado de abogar por el gobierno de las élites en interés de todos:

Sin duda, no debe ni tiene por qué negarse que hay una situación en la que la tentación de desviarse de los principios democráticos del liberalismo se hace realmente grande. Si los hombres sensatos ven a su nación, o a todas las naciones del mundo, en el camino de la destrucción, y si les resulta imposible inducir a sus conciudadanos a seguir su consejo, pueden sentirse inclinados a pensar que es justo y equitativo recurrir a cualquier medio, en la medida en que sea factible y conduzca al objetivo deseado, para salvar a todos del desastre. Entonces puede surgir y encontrar partidarios la idea de una dictadura de la élite, de un gobierno de la minoría mantenido en el poder por la fuerza y gobernando en interés de todos. Pero la fuerza no es nunca un medio para superar estas dificultades. La tiranía de una minoría no puede perdurar a menos que logre convencer a la mayoría de la necesidad o, en todo caso, de la utilidad de su gobierno. Pero entonces la minoría ya no necesita la fuerza para mantenerse en el poder.

Conclusión

Para Mises, el libertarismo o liberalismo de libre mercado no es sólo la defensa de la propiedad privada y el libre mercado como herramientas para garantizar la autonomía individual en la cooperación, sino también la defensa de la paz, porque sólo en la paz social es posible sostener la propiedad y los mercados. Y para Mises, la herramienta y el marco libertario para la paz es un Estado democrático representativo porque esta forma de gobierno sirve para «la protección no sólo de la propiedad privada, sino también de la paz, ya que en ausencia de esta última no se pueden cosechar todos los beneficios de la propiedad privada». Un orden libertario, dice Mises, «no sólo debe ser capaz de proteger la propiedad privada; también debe estar constituido de tal manera que el curso suave y pacífico de su desarrollo nunca se vea interrumpido por guerras civiles, revoluciones o insurrecciones».


1es el traductor al español de mises.org y fundador del  Centro Mises de Filosofía, Política y Economía  (Instituto Mises Hispano). 

*Este artículo fue publicado originalmente en panampost.com el 23 de julio de 2022

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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