Los principios no son bandera demagógica
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Escuchamos del oficialismo, con más frecuencia que lo que la prudencia aconsejaría, expresiones de alta resonancia como “somos de la cultura de la paz”, “respeto y armonía con la Madre Tierra”, etc. Y ninguna está acorde con lo que efectivamente se decide y actúa. Lo de la prudencia será retomado más adelante.
Buena parte de la opinión pública boliviana se enteró indignada de la abstención reiterada del representante del gobierno ante las NN. UU. con respecto a la invasión de Rusia a Ucrania. No solo vulnera flagrantemente el Art. 10 constitucional, sino una línea de condena al recurso a las armas como solución de diferendos, con base a nuestra propia historia. En efecto, hemos hecho –para bien y para mal- un rasgo de identidad nacional el denunciar guerras de invasión, como la que tuvimos con Chile en el S. XIX, pero también con Brasil en el Acre una década después y nos jugamos la vida con Paraguay en el Chaco en los 30s. De ahí que la declaración pacifista del citado artículo constitucional no solo está acorde con los principios de Naciones Unidas, sino con nuestra propia historia.
El caso de la invasión que nos ocupa tiene todos los agravantes de ser una expresión de violencia apoyada en la fuerza militar y el sentido de impunidad. Ucrania es un país independiente, así reconocido por el orden internacional, ahora en peligro por la potencial escalada ante la desproporción entre David y Goliat, donde no cabe tratamiento imparcial “entre las partes”, el agredido y el agresor.
Esta no es una percepción aislada, la inmensa mayoría de los estados en la Asamblea de la ONU así lo expresaron. Más importante que esa declaración, es el abandono de posiciones de neutralidad en materia militar de importantes países europeos, que encontraron en esa posición salvaguardar sus países relativamente pequeños como Suiza y Suecia y también el posicionamiento de Alemania que desde la catástrofe de la 2da Guerra Mundial optó por excluir opciones activas en lo militar.
En nuestra región, congruente con su propia historia y la vecindad con Estados Unidos, México, cuyo gobierno es afín al de nuestro país, también votó por deplorar la invasión. Argentina, también de la órbita de los gobiernos populistas con discurso de izquierda se plegó a esa mayoría moral, pese a su característica imprevisibilidad. El representante del gobierno de Bolivia, en cambio, con retórica pacifista y sus mantras antiimperialistas –que solo reconocen a los EE. UU. con características de imperialismo- optaron por la vergonzosa abstención.
Los principios son guías para la acción, por supuesto que en contextos difíciles obligan a replantear las cosas y –eventualmente- a reformular los mismos. Lo que no es admisible, es que se manejen dobles raseros, el puro oportunismo de lo que me conviene en el ámbito de los intereses más mundanos. La exdiputada y colega Jimena Costa ha enlistado recientemente 56 leyes que el último gobierno de Morales Ayma ha suscrito con Rusia, donde destaca ese preocupante centro con tecnología nuclear en El Alto. Por ello sabemos con no solo son esas adhesiones de auto-reflejo, de que “el enemigo de mi amigo es mi enemigo”, sino están vigentes estos compromisos que por las asimetrías de los dos estados y por realismo político, no son de filantrópica cooperación.
Por ello, decíamos al inicio, se requiere prudencia, en el alto significado de phrónesis, de inteligencia activa que sopesa responsablemente nuestro lugar en el mundo y en el contexto, no el mundo de los clichés, de fácil retórica pretendidamente revolucionaria y que en verdad quedó atrapada en los albores del s. XX y no en el actual, con dolorosas enseñanzas y catástrofes, vinculados a los sueños que producen monstruos, para evocar al gran Goya.
Lo mismo ocurre con frases tales como “gobernamos obedeciendo al pueblo” Dos emblemáticos principios en respectivos sendos artículos consititucionales, que sirven para limitar el poder, político o militar, intraestatal el uno (el Artr. 168); entre Estados el otro (Art. 10), son ostensiblemente burlados por el gobierno masista, el que encabezara Morales y el que encabeza Arce. Desmoronando así el Estado de Derecho, que, empero, quisimos hacer valer en el fallido reciente reclamo ante La Haya. Y hay pendiente otro diferendo con Chile.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo