Washington no puede tratar a Rusia como lo hace con Corea del Norte
Ted Galen Carpenter considera que EE.UU. y sus aliados deben desarrollar una estrategia para restaurar
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Por Ted Galen Carpenter1
La política estadounidense con respecto a la guerra en Ucrania se caracteriza por un excesivo sentimentalismo y estridencia. De hecho, la hostilidad hacia Rusia ha alcanzado niveles tóxicos. El gobierno de Biden se ha embarcado en una cruzada para reclutar a sus aliados de Europa y el este de Asia para formar un bloque sólido dedicado a imponer sanciones severas a Rusia y ayudar a la defensa de Ucrania con envíos de armamento sofisticado. Los funcionarios estadounidenses también están presionando a los gobiernos de la comunidad internacional para que cooperen en la guerra económica contra Moscú.
Washington y sus socios de la OTAN parecen casi indiferentes al impacto adverso de sus medidas punitivas sobre el pueblo ruso o sobre la economía global. Peor aún, su estrategia no parece tener un punto final identificable. Ni Biden ni ningún otro funcionario de la administración ha tratado de definir qué constituiría “éxito”. Los líderes de EE.UU. y la OTAN no han aclarado si se levantarán (o incluso aliviarán) las sanciones si Rusia retira su fuerza de invasión de Ucrania. No hay indicios de que la guerra económica de Occidente contra Rusia cesaría incluso si Kiev y Moscú concluyeran un acuerdo de paz. La administración Biden en realidad parece estar presionando al presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy para que no haga concesiones. El portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, enfatizó que la guerra es “más grande” que Rusia y Ucrania: “El punto clave es que hay principios que están en juego aquí que tienen aplicabilidad universal en todas partes”.
La implicación en las declaraciones políticas de EE.UU. y la OTAN es que el enfoque punitivo continuará indefinidamente a menos que Rusia ceda. De hecho, dada la reciente acusación de Biden de que Vladimir Putin es un criminal de guerra, parece probable que nada menos que la destitución de Putin apague la sed occidental de venganza.
Tal actitud es profundamente imprudente. La insistencia en la capitulación y humillación de Rusia prácticamente garantiza que la guerra en Ucrania continuará, causando un número creciente de bajas en ambos lados. El Kremlin tendrá pocos incentivos para llegar a un compromiso de paz si no se obtienen beneficios significativos. Por el contrario, la promesa de que el estatus internacional y político de Rusia se restaurará tan pronto como termine la lucha crearía un incentivo para que Moscú se comprometa y busque una tregua temprana. Eso es especialmente cierto ya que la invasión ha demostrado ser mucho más lenta y costosa de lo que anticiparon los líderes rusos.
Más allá de las consideraciones sobre cómo terminar el trágico conflicto de Ucrania más temprano que tarde, existe otra razón de peso para que EE.UU. y sus aliados adopten un enfoque más flexible y conciliador. Seguir una estrategia de aislar a Rusia diplomática y económicamente a largo plazo equivale a intentar replicar la política dirigida por EE.UU. hacia Corea del Norte que ha producido resultados decididamente insatisfactorios.
Francamente, ha sido miope y contraproducente incluso tratar a Corea del Norte como Corea del Norte. Aislar a un país que está desarrollando gradualmente, pero con éxito, un pequeño arsenal nuclear y un sistema de lanzamiento efectivo es extremadamente peligroso. El nuevo lanzamiento de prueba de Corea del Norte de un misil que aparentemente tiene suficiente alcance para llegar a EE.UU. continental es la última evidencia de que la estrategia de aislamiento no está funcionando. Aplicar el mismo enfoque rígido y equivocado a un país que es una de las principales potencias del mundo y que ya posee varios misiles de armas nucleares sería mucho peor. Por enfadados que estén, EE.UU. y sus aliados no deben intentar tratar a Rusia como un paria internacional.
La buena noticia es que incluso hacer tal intento es casi seguro que fracasará. Los líderes de EE.UU. y otros países occidentales ya están reaccionando con decepción y molestia porque otros países importantes, como China, India y Sudáfrica, se negaron a unirse a la cruzada contra Rusia. Algunos de ellos incluso se han abstenido de condenar explícitamente la invasión de Rusia. Cuando se trata de implementar sanciones tangibles, la resistencia es mucho más fuerte y generalizada. El académico del Instituto Hudson, Walter Russell Mead, proporciona un adecuado resumen de las respuestas marcadamente diferentes:
A medida que las consecuencias de la guerra ruso-ucraniana repercuten en la política global, Occidente nunca ha estado tan estrechamente alineado. También rara vez ha estado más solo. Los aliados en la Organización del Tratado Atlántico del Norte más Australia y Japón están unidos en repulsión contra la guerra de Vladimir Putin y están cooperando con las sanciones más amplias desde la Segunda Guerra Mundial. El resto del mundo no tanto.
Los líderes de EE.UU. y la OTAN deben respirar hondo y desarrollar una estrategia para restaurar las relaciones de Occidente con Rusia a la normalidad lo antes posible. Es posible que esa modificación deba incluir el alivio de algunas sanciones incluso antes de que finalicen los combates en Ucrania. Sobre todo, los gobiernos de la OTAN deben transmitir un mensaje al Kremlin de que la estrategia a largo plazo de Occidente no equivale a la Guerra Fría 2.0. Un enfoque tan miope y de confrontación no solo causaría un daño duradero a la economía global, si no que aumentaría significativamente las posibilidades de una colisión militar catastrófica. Nos guste o no, Rusia es –y seguirá siendo– un actor importante en el sistema internacional. No es factible tratarlo como Occidente trata a Corea del Norte.
1es Académico Distinguido del Cato Institute y autor o editor de varios libros sobre asuntos internacionales, incluyendo Bad Neighbor Policy: Washington’s Futile War on Drugs in Latin America (Cato Institute, 2002).
Este artículo fue publicado originalmente en elcato.org el 04 de abril de 2022.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo