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Un sondeo entre líderes de opinión de distintos sectores, realizado para la fundación Friedrich Ebert Stiftung entre febrero y marzo de este año, permite aproximarse a la radiografía de un país lamentablemente polarizado que se mueve, como casi siempre, entre el fatalismo y un optimismo muy moderado.
La balanza va de un extremo a otro de la mano de la polarización política. La lectura entre líneas deja ver que la posición a favor o en contra del gobierno determina el resto de las percepciones. Ni todo está tan mal como dicen los críticos, ni todo va tan bien como afirman los convencidos.
De hecho, cuando se consulta cómo va el país, los porcentajes se dividen casi iguales entre el mal y el buen camino. Al 47% no le gusta cómo van las cosas y el 40% es menos severo en su juicio.
Cuando se habla de la situación económica, los extremos se juntan para decir que de “regular a mala” y un porcentaje menor (21%) opina favorablemente. Con relación al futuro, hay un equilibrio entre los que piensan que habrá mejoras y los que creen que las cosas se pondrán peor.
La política pasa por un mal momento. El 70% considera que la situación política es regular o mala, y un porcentaje similar descarta que haya cambios positivos hacia delante o piensa que las cosas se van a poner peor.
En un contexto de crisis generalizada de confianza en las instituciones, el gobierno y la Iglesia gozan de mejor salud que el resto, incluidos los medios y las organizaciones cívicas.
Lo anterior guarda relación con otros datos preocupantes. Casi el 80% de los encuestados cree que los medios promueven conflictos y el mismo porcentaje afirma que actúan como si fueran actores políticos.
El estudio muestra que por lo menos en los grupos de opinión más importantes, las fuentes de información ya no son la televisión y los periódicos, sino las redes sociales y los medios digitales. Hay un cambio que viene de hace tiempo y que se profundizó con la pandemia.
La TV, al menos para los círculos de opinión más influyentes ya no es el referente informativo y los diarios tampoco. La noticia parece más una construcción colectiva – redes, sobre todo – que la tarea exclusiva de la prensa.
La gente prefiere formarse una opinión desde vertientes diversas, sobre todo en los temas más controversiales, antes que elegir la fuente tradicional.
Los medios gozan de menos confianza y pierden espacio, porque la gente advierte que “informan en función a su propia agenda e intereses” (70%). La polarización política le ha pasado factura también al periodismo y las audiencias, más escépticas y suspicaces, dirigen su mirada hacia otra parte.
La aprobación del presidente Luis Arce se mantiene en 47% – porcentaje similar al que revelan encuestas con una muestra más amplia -. En la libreta presidencial de calificaciones, Arce tiene buena nota en salud y vacunas, regular en economía y, por ahora, está reprobado en reconciliación.
Para los entrevistados la crisis de la justicia – que acaba de disponer la indemnización económica por gastos judiciales, lucro cesante y daño emergente a favor de Evo Morales por su inhabilitación como candidato a senador en las elecciones pasadas – es el mal número uno del país, seguido por la crisis económica y un tercer tema, que no figuraba mucho en el pasado: la persecución política.
El 80% piensa que la justicia no es independiente y un porcentaje similar no ve buena voluntad del gobierno para reformarla. La mayoría tampoco cree que la realización de una cumbre sobre el tema tenga buenos resultados.
El clima de conflictividad, de tensión entre visiones contrapuestas de país, preocupa a la mayoría, aunque casi nadie cree que esta situación implique riesgos de confrontación violenta.
Para los encuestados, hay líderes que representan o simbolizan la posibilidad de la reconciliación, como el vicepresidente David Choquehuanca, y otros que son vistos como responsables principales de la confrontación, como Evo Morales y el gobernador cruceño, Luis Fernando Camacho.
Camacho y Morales son los políticos con peor imagen, mientras que David Choquehuanca, Eva Copa, Luis Arce y Manfred Reyes Villa son, en ese orden, los mejor calificados. Llama la atención que tres de los cuatro líderes mejor evaluados, pertenezcan al esquema `oficial` y solo uno a la oposición.
A excepción del alcalde de Cochabamba, el resto de los líderes políticos opositores nacionales o locales, son castigados por el olvido, la indiferencia e incluso un abierto rechazo. La oposición apenas logra un 2 de calificación en una escala de 1 a 7. Tal vez el peor momento desde hace 16 años.
El fraude le sigue ganando al golpe en la percepción y es tendencia. No faltan las contradicciones: los que apoyan un juicio contra la expresidenta Jeanine Añez también piensan que la mayoría de los juicios iniciados por el gobierno son sobre todo políticos.
La fotografía nacional que revela este estudio es en realidad una suerte de rompecabezas, un modelo para rearmar el país que todavía no termina de emerger y mucho menos de ser descifrado.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo