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Pandemia, Estado y Libertad: El Leviatán que se viene (Parte 2)

Diego A. Villarroel

Abogado, investigador y profesor de derecho

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Individuo, Orden Espontáneo y Cálculo Económico

Aquellos que argumentan que el individuo y los mercados deben tener más control para evitar así tragedias como la que estamos atravesando, lo hacen, considero, por una de dos razones: (1) por ignorancia; o (2) a instancias de, y para favorecer a, aquellos que detentan el poder.

Como punto de partida es importante considerar que las distintas instituciones sociales que conocemos, y que los gobiernos pretenden intervenir, no constituyen órdenes deliberados que hubieran nacido de una mente maestra, sino que son órdenes espontáneos que se han ido desarrollando mediante un proceso evolutivo a lo largo de la historia. Entre estos órdenes espontáneos podemos mencionar: la cultura, la moneda, el derecho, el mercado, entre otros.

Un orden espontáneo es un orden de tipo complejo y dinámico, dentro del cual confluyen un sinnúmero de información, datos y conocimiento, que una gran cantidad de individuos comparten entre sí. Dado el nivel de complejidad resulta imposible para la razón humana aprehender la totalidad de información generada dentro de estos órdenes espontáneos. Simplemente, puede ir aprendiendo y explicando parcialmente elementos que conforman estos órdenes. Del mismo modo, si bien la razón humana puede llegar a explicar ordenes espontáneos ya generados y en evolución, no le será posible construir desde cero y de forma deliberada una estructura similar.1

La estructura de la sociedad actual ha llegado a contar con tal grado de complejidad justamente porque se desarrolló, principalmente, como un orden espontaneo. Hubiera sido imposible alcanzar los niveles de complejidad y desarrollo contemporáneos si se hubiera pretendido que la organización social actual se construya mediante ordenes deliberados o diseñados. Ahora bien, sostener que este grado de complejidad es lo que hace necesario un mayor nivel de planificación e intervención estatal, constituye un contrasentido: dado el grado de complejidad que ha alcanzado el orden social la planificación resulta mucho más difícil que sus etapas anteriores.2

Por tanto, los gobiernos mal podrían pretender intervenir un orden espontaneo (i.e., mercado, sociedad, cultura, economía, etc.) para buscar “mejorarlo”. Justamente estos órdenes espontáneos para generarse e ir desarrollándose han precisado de un amplio ámbito de libertad.

Ahora bien, más allá de lo señalado: ¿cómo se demuestra que estos órdenes espontáneos, para desarrollarse de forma adecuada, precisan del mayor grado de libertad posible?: Mediante el teorema de la imposibilidad del cálculo económico bajo el socialismo o intervencionismo.3

El teorema citado, desarrollado originalmente por Ludwig von Mises, fue presentado como una refutación a la economía socialista, centralmente planificada. En términos sencillos (y con las licencias del caso en cuanto a rigor en teoría económica) este teorema implica:4

  1. El órgano de control central -Leviatán o Estado- pretende definir qué se produce, cuánto se produce y cómo se distribuye esta producción.
  2. Para ello el órgano debe realizar los cálculos correspondientes para tomar tales definiciones.
  3. No obstante, al no existir un sistema de precios, proporcionado por la propiedad privada de los medios de producción, este cálculo es imposible. El problema estriba en que, al no haber propiedad privada (o estar muy limitada), los demandantes y oferentes no pueden enviar las señales correspondientes para que así se puedan expresar las preferencias de la población que, en definitiva, permitirán realizar una definición de precios y realizar el cálculo económico.
  4. Por otro lado -y en este punto cabe hacer especial referencia a F.A. Hayek-5 la información y el conocimiento que el órgano precisaría para poder realizar el cálculo: (i) se encuentran dispersos; (ii) son prácticamente infinitos; (iii) en muchos casos esta información y estos conocimientos son tácitos y no se encuentran exteriorizados; y (iii) la información transmitida por los individuos es dinámica, pudiendo estos ir cambiando sus deseos, preferencias y proyectos, de un día para el otro; la información de hoy puede resultar inútil para mañana. Con lo cual, es materialmente imposible hacerse con toda esta información a efectos de organizar coactivamente el orden social, ya sea parcial o totalmente.
  5. Por tanto, el socialismo es un error intelectual (dada su fatal arrogancia – en términos de Hayek – de pretender organizar la vida de las personas mediante un órgano de control central, en lo económico, político y social, cuando aquello es materialmente imposible)6 y un sistema político-económico que, por definición, atenta contra los derechos fundamentales más importantes del individuo (i. e., libertad y propiedad) al pretender socializar la propiedad privada.

En las últimas décadas se logró identificar que dicho teorema es perfectamente aplicable no solo a la economía socialista y centralmente planificada, sino también a aquellos sistemas intervencionistas que, si bien no pueden ser catalogados como rigurosamente socialistas, sí comparten muchos elementos esenciales. Los problemas son los mismos:

  1. El interventor pretende organizar, al menos en algunos sectores, la cualidad, cantidad, formas distribución y/o precios de ciertos productos.
  2. Si bien formalmente existe propiedad privada, en muchos sistemas intervencionistas esta se encuentra profundamente limitada, en particular por las cargas fiscales y regulatorias excesivas sobre el ejercicio de esta propiedad. En tales casos, si bien pueden presentarse sistemas de precios incipientes estos emitirán señales limitadas.
  3. De otro lado, el problema de la información y el conocimiento desarrollado en el punto 4 del párrafo anterior se mantiene. Ya sea de forma total/socialista o parcial/intervencionista, el órgano de control central no puede hacerse con la información necesaria para organizar coactivamente, ya sea solo un solo sector económico del orden social, de forma adecuada.
  4. Finalmente, en esta línea y siguiendo a Huerta de Soto, no cabe suponer que el órgano de control “sea capaz de asimilar, conocer e interpretar simultáneamente toda la información diseminada y privativa que se encuentra dispersa en la mente de todos los seres humanos que actúan en la sociedad y que se va generando y creando ex novo continuamente por estos”. La cuestión es que “existe una pequeña o nula posibilidad de que el planificar pueda llegar a saber qué o cómo buscar y dónde encontrar los elementos de información dispersa que se van generando en el proceso social y que tanto necesita para controlarlo y coordinarlo”.7 Estas reflexiones, como mencionábamos, son aplicables bajo la misma lógica tanto para aquel planificador total (socialismo) como parcial (intervencionismo).

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¿La solución pasa por contar con más Gobierno?

Existen múltiples ejemplos de sectores específicos en los que el gobierno, al no contar con la información y conocimientos suficientes para regularlos, terminan generando problemas inmensos. En 1993 Milton Friedman –entre otros muchos aportes más relevantes– publicó un artículo llamado Why govervment is the problem (¿Por qué el gobierno es el problema?), en el cual presenta argumentos muy persuasivos para demostrar que el gobierno estadounidense era el responsable de los problemas sociales más relevantes de la época.8

En cuanto al sistema educativo, Friedman señaló que el gasto público y la participación del gobierno en la educación fueron incrementados durante los últimos años, llegando a igualar, en aquellos tiempos, el gasto en defensa. En contraste, los indicadores demostrarían que el sistema educativo, durante ese mismo periodo de tiempo, se fue deteriorando. Con relación al crimen, Friedman identifica que cuando el gobierno sanciona como ilegales ciertos actos que muchos o la mayoría de los individuos los realizan a pesar de ser sancionados, la única forma de ejecutar estas sanciones es mediante la fuerza bruta. Pone como ejemplo la lucha contra las drogas, la cual ha sido un total fracaso en Estados Unidos generando más daño que beneficios en las ciudades del país. En lo que respecta a vivienda, Friedman atribuye el hecho de que se hubieran incrementado el número de personas sin hogar al control de los alquileres en algunas regiones. Asimismo, este control de los alquileres habría estado ocasionando el elevado costo de la vivienda y su deterioración. En esa línea, el exceso de regulación para construcción, zonificación habrían elevado dramáticamente el costo de las viviendas. Una estimación que el autor hace es que una vivienda con idénticas características en 1945 hubiera costado ¼ de lo que su equivalente en 1991.9

En el sistema de salud ocurría algo similar al educativo. La participación y gasto público en salud se fue incrementando exponencialmente. El costo por paciente en salud se multiplicó por 26 en el periodo de tiempo entre 1946 y 1989 (USD 21 contra USD 545), justamente en el lapso en que el gobierno incrementó su participación en el sector. En contrapartida el número de camas disponibles por cada 1000 pacientes se habría reducido de 10,3 a 4,9.

Friedman da otros ejemplos que demuestran una deterioración de instituciones relevantes para los individuos, justamente en un periodo de tiempo en que estas instituciones tuvieron mayor intervención gubernamental (i.e., sistema financiero, congestionamiento en las carreteras, aeropuertos). Ante este panorama Friedman concluye: no se trata de que el Estado no tenga un papel que cumplir, sino que el Estado debe participar en cuestiones muy específicas para hacer una labor eficiente y focalizada, por ejemplo: defensa y sistema judicial. Esto es, un marco institucional que garantice la vida, la libertad y la propiedad privada de las personas. Cuando el Estado se expande de forma excesiva ocasiona que grupos de interés tengan mayor facilidad de influenciar y cooptar al gobierno, logrando que este tome decisiones a su favor, generándose beneficios a unos cuantos a expensas de los muchos.

Tal como recuerda Nozick: “Mis conclusiones principales sobre el Estado son que un Estado mínimo, limitado a las estrechas funciones de protección contra la violencia, el robo y el fraude, de cumplimiento de contratos, etcétera, se justifica, que cualquier Estado más extenso violaría el derecho de las personas de no ser obligadas a hacer ciertas cosas y, por tanto, no se justifica; que el Estado mínimo es inspirador, así como correcto”.10

Entre los grandes pecados del papel del Estado en la economía es su visión limitada y cortoplacista. Los problemas de la planificación estatal provienen, tal como recuerda Hazlitt, de estos dos errores fundamentales: (1) considerar solo las consecuencias inmediatas de una medida o programa y (2) el considerar únicamente sus efectos sobre un determinado sector olvidándose de los demás. Así es que este autor considera que la totalidad de la economía puede resumirse en una lección: “El arte de la Economía consiste en considerar los efectos más remotos de cualquier acto o medida política y no meramente sus consecuencias inmediatas; en calcular las repercusiones de tal política no sobre un grupo, sino sobre todos los sectores”11

Finalmente, como se podrá observar, y como se señaló en el acápite anterior, el orden económico-social que ha imperado en occidente durante los últimos 200 y algo de años, nos ha permitido alcanzar niveles de progreso y bienestar que nunca se conoció. Sin embargo, este proceso ha encontrado filosas piedras en el camino, tal como hemos descrito a título de ejemplo con Friedman, principalmente generadas por el intervencionismo estatal.

En suma, precisamos que el Estado –o Leviatán– no intervenga los órdenes espontáneos, o en el mejor de los casos lo haga lo menos posible, para que estos se vayan desarrollando y autogenerando mediante la cooperación social. Esto implica que, contrario a la narrativa dominante: (1) se disminuyan las cargas regulatorias y fiscales para empresas, emprendedores e individuos en general; (2) se liberen al mayor grado posible los mercados laborales; (3) se achiquen sustancialmente los aparatos estatales; (4) se eliminen todo tipo de privilegios para sectores particulares; y, (5) en definitiva, se permita a los individuos cumplir con sus fines y metas, haciendo uso de los recursos a su disposición.

 1Hayek, F.A., Derecho, Legislación y Libertad, Unión Editorial, Madrid, 2013, pp. 57 y ss.

2Ibid., pp. 73 y ss.

 3Sobre la relación entre los órdenes espontáneos, su intervención y la imposibilidad de cálculo económico en el socialismo, véase Herrán Alonso, José Carlos, El orden jurídico de la libertad: La aportación de F.A. Hayek al estudio del derecho, Unión Editorial, Madrid, 2010, pp. 69 y ss.

 4Estas ideas, mucho mejor desarrolladas, pueden encontrarse en von Mises, Ludwig, La Acción Humana: Tratado de Economía, Unión Editorial, 13ª Ed., Madrid, 2020, pp. 823-843.

 5Hayek, F.A., El uso del conocimiento en la sociedad, disponible en: http://www.reis.cis.es/REIS/PDF/REIS_080_12.pdf

6Hayek, F.A., La fatal arrogancia: Los errores del socialismo, Unión Editorial, 3ra Ed., 6ta reimpresión, España, 2019, pp. 119-146.

7Huerta de Soto, Jesús, Socialismo, Cálculo Económico y Función Empresarial, Unión Editorial, 6ª Ed., Madrid, 2020, pp. 101-103.

8Friedman, Milton, Why Government is the Problem, Hoover Institution on War, Revolution and Peace, Stanford University, Kindle Edition.

9Ibid.

10 Nozick, Robert, Anarquía, Estado y Utopía, Ed. Innisfree, Argentina, 2021, p. 19.

11 Hazlitt, Henry, La economía en una lección, Capítulo I, Unión Editorial, 2011, Kindle Edition. 

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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