Opinión

Buenos días señora pandemia

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Desde el 10 de marzo de 2020, cuando se confirmó el primer caso de la desconocida enfermedad del coronavirus en el país, los bolivianos despertamos todos los días acompañados por la pandemia que paralizó al mundo y que en Bolivia lleva dos gobiernos, cuatro olas, cerca de 900.000 infectados, 21.470 muertos, un poco más de 800.000 recuperados y bajos niveles de vacunación.

En estos dos años, hemos despertado espantados después de pesadillas como el súbito encierro en las casas, la muerte de gente en las calles y en puertas de hospitales colapsados, el no poder dar el último adiós a familiares y amigos que perecían y un irracional bloqueo de cisternas que transportaban oxígeno para salvar la vida de bolivianos ingresados en terapia intensiva.

El SAR-CoV-2 fue descubierto a fines de 2019 en la ciudad china de Wuhan. El 30 de enero de 2020 la enfermedad del coronavirus fue declarada “emergencia de salud pública de preocupación internacional”, llegó a Latinoamérica a fines de febrero (25 a Brasil, 27 a México y 29 a Ecuador) y el 11 de marzo fue declarada oficialmente como pandemia por la Organización Mundial de la Salud.

Durante estos dos años, nos levantamos buscando los reportes diarios de salud para saber cuántos nuevos casos de Covid-19 se habían registrado, cómo se aislarían a los contagiados para proteger al resto, si llegarían al país pruebas y vacunas suficientes y en qué hospitales o clínicas se liberaban espacios a modo de tomar previsiones.

El gobierno transitorio, presidido por Jeanine Áñez, dispuso que el país entero ingrese en cuarentena rígida que se extendió entre marzo y mayo de 2020, y distribuyó al menos tres bonos para compensar la paralización de las actividades laborales y productivas. Fue la manera para evitar contagios incontrolables y el colapso del abandonado sistema de salud.

Las elecciones presidenciales, tras el grosero fraude electoral encabezado por Evo Morales que desató una grave crisis política y su huida del país, fueron programadas para el 3 de mayo de 2020, pero el Tribunal Supremo Electoral las suspendió un par de ocasiones. Las postergaciones terminaron beneficiando al masismo que logró rearticularse, mientras el gobierno transitorio se hundía en el descrédito por actos de corrupción en el área de salud.

El gobierno encabezado por Jeanine Áñez concluyó coincidentemente con el fin de la primera ola del coronavirus en Bolivia, la más larga de todas, según el seguimiento que realiza el consultor y destacado comunicador Rafael Vilar. Las restantes tres olas de la pandemia fueron gestionadas por la administración de Luis Arce, entre octubre de 2020 y marzo de este año.

Siempre sobre los datos del profesor Vilar, Bolivia ha enfrentado cuatro olas y un período intermedio de dos meses entre la primera y segunda. La primera ola golpeó al país entre marzo y octubre de 2020, luego se produjo un período de baja latencia entre octubre y diciembre de ese año, cuando los bolivianos despertamos confiados, subestimamos a la pandemia y bajamos la guardia.

La segunda ola se extendió entre diciembre de 2020 y agosto de 2021. Debido al relajamiento de fin de año, el segundo embate marcó la mayor cantidad de fallecimientos por coronavirus con 124 en un solo día, el 15 de junio de 2021. La tercera ola fue entre agosto y octubre del año pasado y la cuarta entre octubre de 2021 y marzo de este año.

En esta cuarta ola se produjo el récord de contagios con 14.461 casos positivos el 14 de enero de este año, confirmando que la última embestida del Covid-19 fue la de mayor morbilidad pasando de 700.000 a casi 900.000 infectados en este período. El reporte número 723 del Ministerio de Salud del 8 de marzo de 2022 reporta 895.854 casos confirmados.

Estudios independientes como el dirigido por el investigador y docente universitario Andrés Uzín dan cuenta de un subregistro de datos, tanto en contagios y fallecimientos que también puede extenderse a la cantidad de recuperados del mal en estos dos años. Esos estudios cifran la cantidad de casos confirmados en más de un millón y los decesos en más de 50.000.

Lo que no avanza como quisiéramos todos para despertar con la sensación de estar protegidos son los niveles de vacunación contra el Covid-19. Otra vez tomo el dato del profesor Vilar para señalar que según las proyecciones del INE para 2022, la cantidad de habitantes mayores de cinco años que deben ser inoculados son 10.665.356, de los cuales el 52,2% recibió el esquema completo (dos dosis o la unidosis) al 23 de febrero de este año, porcentaje lejano al 70% de la denominada inmunización de rebaño.

Los niveles de vacunación subieron a más de 100.000 inyectados los primeros días de enero, luego del anuncio del gobierno, a fines de 2021, de la exigencia del carnet de vacunación para ingresar a establecimientos públicos y privados, pero en los últimos días cayeron a menos de 30.000 pinchazos diarios a nivel nacional por el sabotaje de los antivacunas masistas y la debilidad de la administración de Arce.

Los bolivianos hemos estado despertando despreocupados en los días de Carnaval y buena parte se entregaron al festejo desprevenido sin tomar en cuenta que la pandemia no da tregua. Según el estadounidense Institute for Health Metrics and Evaluation de la University of Washington, institución científica vinculada con la OMS y cuyos pronósticos anteriores se han cumplido en Bolivia, el 31 de marzo se iniciará un nuevo repunte de casos de Covid-19 en el país.

¿Será el inicio de la quinta ola del coronavirus? Parece que los bolivianos seguiremos despertando dando un saludo mañanero al coronavirus por el descuido general en tiempos de carnaval pandémico y la demagogia de los gobiernos regionales que justificaron las fiestas con la reactivación económica y la aplicación de rígidos controles para el cumplimiento de las medidas de bioseguridad, cosa que por supuesto no ocurrió.


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