Opinión

Contra el igualitarismo

Diego A. Villarroel

Abogado, investigador y profesor de derecho

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El liberalismo sólo exige que el Estado, al determinar las condiciones en que los individuos deben actuar, fije las mismas normas formales para todos. (…) Un tratamiento igual dentro de las mismas leyes generales desembocará necesariamente en posiciones muy diferentes para las distintas personas, mientras que, para igualar la posición o las posibilidades, el gobierno debería tratarlas de modo muy diferenciado.1

– F.A. Hayek

El liberalismo clásico y su puesta en práctica han demostrado una absoluta superioridad moral y en resultados con relación al socialismo y sus diversas formas de estatismo-colectivismo.2 Por ello, los adversarios de la libertad han tenido que identificar alguna consigna novedosa que les permita luchar ideológicamente en contra del liberalismo. Así, han encontrado en la supuesta desigualdad material que produciría el capitalismo un campo de batalla para intentar demostrar que la solución vendría por la implementación de prácticas estatistas. Como recuerda Mansilla, el igualitarismo constituye “uno de los pilares básicos de la ideología y la propaganda de los modelos socialistas y populistas”.3 La producción de artículos académicos y de opinión haciendo referencia a la palabra desigualdad se han multiplicado exponencialmente durante los últimos años. Se ha dejado por sentado, en el imaginario colectivo, que el 1% más rico se ha beneficiado con el crecimiento económico durante las últimas décadas, y que el resto de las personas se han visto perjudicadas por estos acaparadores de la riqueza. El rico se vuelve más rico mientras que el pobre se vuelve más pobre, se repite una y otra vez.4 Esta afirmación es falsa, más bien, estudios recientes demuestran que, en los últimos decenios los ricos se han vuelto más ricos y los pobres ¡también se han vuelto más ricos!5

Más allá de los datos, que son incontrastables, cabe hacer referencia a la fisonomía y características fundamentales de este movimiento igualitarista, y de los resultados ideológicos de su puesta en práctica. Al respecto, el profesor H.C.F. Mansilla, en un ensayo titulado Igualitarismo y Utopía: Observaciones críticas sobre la formación de élites privilegiadas en regímenes de reforma radical, nos recuerda que: “En las experiencias políticas donde el igualitarismo constituyó la ideología oficial, se formaron paulatinamente nuevas élites con amplias prerrogativas que las distinguían –y las alejaban– del pueblo llano, y el surgimiento de estos estratos privilegiados ha tenido que ver directamente con factores social-psicológicos como los resentimientos de vieja data, la envidia y la libido dominandi, factores que aparentemente no pueden ser eliminados en los diferentes modelos de convivencia humana”. Los igualitaristas asumen esta posición dado que consideran que la modernidad sociocultural socava sus “antiguas seguridades y las sencillas certidumbres de la vida colectiva”; lo que los hace concluir que uno de los caminos “para restituir las certezas anteriores ha sido la doctrina del igualitarismo, que se combina a menudo con elementos mesiánico-religiosos, esperanzas milenaristas y concepciones utopistas en torno a un futuro promisorio que reproduce aspectos centrales de una presunta Edad de Oro de la fraternidad e igualdad fundamentales”.6

En otras palabras, detrás del igualitarismo se identifica una ideológica que tiene temor al progreso, envidia hacia a quienes la modernidad les ha provisto de mejores resultados, convierte al supuesto opresor en oprimido, buscando solucionar estos “males” retrocediendo en el tiempo mediante programas que, en la realidad política, han demostrado inclinarse por el populismo, el socialismo, el autoritarismo y el colectivismo.

El liberalismo promueve la verdadera y única igualdad sobre la cual se debería luchar: la igualdad ante la ley; es decir, considerar a todos las personas iguales en dignidad y con idénticos derechos y obligaciones generales frente a los demás, sin ningún tipo de privilegios. Esta igualdad ante la ley desde ningún punto de vista puede implicar igualdad en los ingresos o en la renta. En una sociedad desigual (desigualdad de intereses, capacidades y preferencias) la igualdad material sólo se puede obtener mediante un gobierno autoritario el cual, a través del monopolio del uso de la fuerza, “iguale” económicamente a los ciudadanos aplicando un sistema opresivo, sin importar las diferencias en capacidades, imaginación, diligencia, ambición o liderazgo.7 Por eso, los liberales debemos levantar nuestra voz en contra de toda manifestación igualitarista material, al ser contraria con los principios fundamentales de nuestra filosofía política.


1 Hayek, F.A., Principios de un orden social liberal, Unión Editorial, 2ª Ed., Madrid, 2010, p. 88.

2 Sobre los resultados abrumadoramente positivos de la puesta en práctica del liberalismo, bajo una economía capitalista, véase Norberg, Johan, En defensa del capitalismo global, Unión Editorial, Madrid, 2005, pp. 25-113.

3 Mansilla, H. C. F., Las flores del mal en la política: Autoritarismo, populismo y totalitarismo¸ Ed. El País, Bolivia, 2012, p. 87.

4 Pinker, Steven, En defensa de la Ilustración: Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso, Ed. Paidos, 1ra Ed. 4ta impresión, Barcelona, España, 2019, pp. 133 y 134.

5 A título de ejemplo, véase Rallo, Juan Ramón, El ascenso global de la clase media patrimonial, El Confidencial, disponible en: https://blogs.elconfidencial.com/amp/economia/laissez-faire/2021-07-07/ascenso-global-clase-media-patrimonial_3169296/?__twitter_impression=true&fbclid=IwAR2fbkYbl0Ix3hdMG7SC_InNWDGeMx1x6dX7bPyK8aDAQ_wK0QYgGWgtTV0 (consultado por última vez el 8 de julio de 2021).

6 Mansilla, H. C. F., Las flores del mal en la política… Óp. Cit., pp. 86-91.

7 Vargas Llosa, Mario, La llamada de la tribu, Ed. Alfaguara, 2018, Kindle Edition.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Diego A. Villarroel

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