Opinión

Dosis de certidumbre para Bolivia

Christian A. Aramayo Arce

Presidente de la Fundación Gobierno Abierto y Director del Centro de Desarrollo Humano y Empleabilidad de la UAGRM

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¿Necesitamos dosis de esperanza? Sí, mucha. El contexto vuelve a ponerse desafiante, los principales riesgos vienen de la única variable de largo plazo que depende completamente del ser humano: las instituciones. 

Si a Bolivia la hace grande su gente, también su gente puede hacerla pequeña y condenarla al retraso. En este sentido y aprovechando el aniversario de Bolivia, cabe señalar que la debilidad institucional está lapidando las posibilidades de crecimiento y desarrollo de la actual generación y de las generaciones futuras. En otras palabras, este absurdo juego de poder sin límite alguno, donde no se respetan ni siquiera los derechos humanos fundamentales, está destruyendo las esperanzas de que la población logre tener la certidumbre de un futuro mejor. No hay certeza de que hasta fin de año no haya bloqueos, paros, manifestaciones, cortes de suministros, nuevos impuestos, etc. Esto obliga a que, como lo es hoy en Argentina, si uno quiere progresar en Bolivia, el requisito indispensable es ser buen amigo de varios poderosos políticos. ¿Eso está bien para las familias más vulnerables y humildes de Bolivia?

Es cierto, la situación natural es la incertidumbre. Sin embargo, es prudente recordar que, desde la era primitiva hasta nuestros días, tomamos cientos de decisiones diarias en base a miles de supuestos. No nos interesa saber cómo se enciende la luz, solo importa que el interruptor funcione. No nos interesa saber cómo llega internet, solo queremos disfrutar de su uso. No nos interesa cómo funciona una computadora ni el internet, solo nos interesa que el mensaje llegue a destino. 

En ese sentido, las sociedades diseñan normas y los poderes tienen acuerdos mínimos de convivencia para contar con cierta certidumbre a la hora de tomar decisiones; formalizan el conocimiento de un momento dado para brindar garantías de “lo real” para el presente y el futuro. De ahí la importancia que las normas sean claras, que los derechos de propiedad estén establecidos y que los acuerdos formales e informales se cumplan. 

Veamos un ejemplo: si se establece en una comunidad como un acuerdo mínimo de convivencia “no robar”, quebrar el acuerdo significa que los diferentes actores no tendrán la confianza de guardar sus cosas, pero el problema no es estático, no se queda en el presente… el problema, al igual que todo fenómeno social, tiene un fuerte componente dinámico y, siguiendo el ejemplo, los pobladores tendrán temor de que, en un momento dado, alguien les robe. No habrá certidumbre sobre los derechos de propiedad de sus propias pertenencias y, si el problema del robo es frecuente, se genera un contexto de desconfianza generalizada y el mercado tenderá a ser muy ineficiente y el Estado tenderá a ser muchísimo más autoritario. No nos olvidemos que regímenes autoritarios utilizaron a la seguridad ha como un argumento muy frecuente para perpetuarse en el poder.

Así las cosas, es prudente comprender que los políticos bolivianos, así como los políticos de todo el mundo, no se detendrán en sus fechorías hasta que no sean impopulares, como ocurrió en 2019 y en 2020 en Bolivia: la población no toleró el fraude y tampoco toleró que le roben mientras sus familiares morían por falta de recursos. Necesitamos una élite política que esté dispuesta a pensar en el largo plazo, que no dude en cumplir sus acuerdos mínimos. De lo contrario, cada cinco años seremos testigos de abominables e inhumanas persecuciones como las que presenciamos hoy y cuyo mecanismo se repite en Cuba y Venezuela.

¿Esto quiere decir que tenemos que desentendernos de la política? No. Todo lo contrario: se requiere profesionalizar e involucrar a los mejores, no solo en términos técnicos, sino -y probablemente más importante- aquellos que cuentan con la legitimidad de su territorio y maneje una visión de largo plazo. Esto implica que los actores políticos sean disciplinados, no improvisen y estén dispuestos a acercarse a quienes piensan diferente a ellos, con tal de mantener una sana convivencia. Con pesar uno puede observar que el escenario político nos está llevando a enfrentamientos discursivos muy efusivos, lo que conllevaría a nuevos enfrentamientos. La única forma de evitar eso es a través de acuerdos mínimos de convivencia, se suponía que la Nueva Constitución Política del Estado debió traer eso, pero trajo todo lo contrario. Hoy en día necesitamos acuerdos mínimos y mecanismos -garantías- de cumplimiento. El país lleva lustros con improvisaciones tras improvisaciones, necesitamos mejorar para darle certidumbre a la población, especialmente a la más vulnerable.

En una sociedad diversa y con niveles de pobreza tan altos como en Bolivia, sin certidumbre, los millonarios podrán gestionar su riqueza a otros países o diversificar sus inversiones para reducir el riesgo… Pero los pobres y los más humildes no tendrán otra opción que estar condenados a la extrema pobreza. ¿Eso es lo que queremos para Bolivia?

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo

 


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Christian A. Aramayo Arce

Presidente de la Fundación Gobierno Abierto y Director del Centro de Desarrollo Humano y Empleabilidad de la UAGRM

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