OpiniónEconomía

El renacimiento del estaño

Juan Antonio Morales

Economista, profesor emérito de la Universidad Católica Boliviana

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Con la transición energética en la que está embarcado el mundo entero, uno de los metales que está en gran demanda es el estaño, junto con el cobre, el cobalto, las tierras raras y, por supuesto, el litio. Nuestra atención se ha centrado demasiado en el litio, desdeñando a los otros metales que nos ha dotado la naturaleza. El precio del estaño se ha estado comportando bien en las últimas semanas. Al cerrar esta semana estaba en USD 33.451 la tonelada métrica (U$ 15,17 por libra).El precio más alto al que llegó en este siglo fue de USD 43.983 en febrero de 2022, luego de la invasión rusa a Ucrania. Nuestras exportaciones, por falta de producción, no han estado siguiendo a la trayectoria de precios. Fueron de USD 514, 4 el 2022, 416,4 el 2023 y en enero-febrero de este año, 81,1.

Es cierto que los precios de las commodities en los mercados internacionales son muy fluctuantes y que es sumamente difícil efectuar pronósticos sobre su evolución futura, pero por lo menos debiéramos hacer un seguimiento del mercado. La teoría de mercados eficientes, cuya validez es cuestionable, nos diría que el mejor pronóstico del precio futuro es el precio de hoy. A partir de ese nivel, el precio se puede mover aleatoriamente  en cualquier dirección.

La historia del siglo XX de nuestro país ha estado íntimamente ligado al estaño, hasta el derrumbe en 1985 de su precio. Durante el superciclo de altos precios para las materias primas de 2004-2014, el del estaño tuvo un notable repunte, pero estuvo lejos del precio que ha alcanzado hoy.

El tema ahora no es de precios sino de producción. La COMIBOL tuvo problemas congénitos y nunca llegó a alcanzar las glorias que tuvieron las empresas privadas antes de la nacionalización de 1952. En los años setenta y hasta mediados de los ochenta la minería mediana tuvo un gran desempeño, aunque se había alejado un poco del estaño, ampliando su producción también con otros minerales. Más recientemente, el país tuvo un pequeño auge, con la empresa minera San Cristóbal.

COMIBOL, que fuera en 1952 la corporación minera más grande de las Américas, ahora no es sino un espectro. La caída de COMIBOL ha sido objeto de muy buenos estudios, nacionales e internacionales, y esté entre las causas del estancamiento de larga duración de nuestro país. Numerosas dolencias, internas y externas, afectaron a esa empresa. En especial, no pudo resistir el shock del desmoronamiento del precio del estaño de 1985. Con una ley del mineral muy baja, debido principalmente a la falta de inversiones, su supervivencia dependía de que el precio del estaño se mantuviese alto.

Después de un periodo de privatización coja, el gobierno del MAS ha tratado de insuflarle nuevo aliento, sin mayor éxito. Tristemente, tampoco se ha dejado mucho espacio para que trabajen las compañías mineras privadas. El nacionalismo de los recursos naturales le ha puesto candados constitucionales y la ley minera ha ido muy lejos en su esfuerzo de disuadir la inversión privada de calidad. La revista especializada Verisk Mapplecroft califica a Bolivia como uno de los países con más nacionalismo de sus recursos naturales.

Nos estamos quedando marginados de los flujos de capital y de tecnología que podían hacer del país, de nuevo, un gran productor minero. Las cooperativas mineras son un mal sustituto de las grandes empresas internacionales. Un poco, como le pasó a COMIBOL, su supervivencia depende de altos precios internacionales, de fuertes subsidios para los combustibles que emplean y, lo que puede sorprender, de la explotación laboral. Sin tomar en cuenta sus pasivos ambientales o sus efectos lesivos en la salud de la población.

Una minería moderna se apoya en tecnologías avanzadas de exploración, extracción, comercialización y financiamiento. Cotiza en bolsa y utiliza mercados financieros para protegerse de las fluctuaciones de precios. Lo que tenemos en el país está muy lejos de ese desiderátum, pero podríamos avanzar.

Posiblemente una de las razones principales del pobre desempeño de nuestra economía ha estado y sigue estando en la mala administración de sus recursos naturales no renovables. Hemos sido víctimas dela llamada maldición de los recursos naturales, porque los hemos manejado muy mal.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Juan Antonio Morales

Economista, profesor emérito de la Universidad Católica Boliviana

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