Opinión

Gregoria no se derrumba

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Tiene 21 años, nació en Llallagua, en el norte de Potosí. Pasó su niñez en Oruro, donde luego conoció a Wilfredo, su pareja de 24 años. Tienen tres hijos, dos varones de tres y cinco años, y una bebé que en diciembre de 2021 cumplió tres meses. Aprendió a no doblegarse frente a los reveses de la vida, ni siquiera ante el mayor dolor que ha sufrido la joven campesina.

Gregoria Bautista, sus pequeños hijos y la bebé arribaron a la Terminal de Buses de La Paz el 23 de diciembre en busca de regalos, algo de comida y ropa para los infantes en la agitada sede de gobierno que se preparaba para recibir la segunda Navidad en medio de la pandemia.

Cámaras de seguridad de la Terminal grabaron el instante en que una mujer de cabello lacio recogido, de frente amplia, con un barbijo quirúrgico de color celeste que cubría parte de su rostro y una chamarra oscura que tapaba sus piernas, se acercó a los recién llegados y entabló conversación con ellos.

Se presentó como Camila, habló con Gregoria durante dos minutos, le convenció de dirigirse a la zona comercial más concurrida de la ciudad de La Paz en épocas navideñas, la avenida Buenos Aires y las vías adyacentes.

Gregoria recostó a Daylín en un aguayo, la cargó en sus espaldas, tomó a los niños por las manos y caminaron detrás de la mujer hacia la puerta posterior de la Terminal de Buses. Era la una de la tarde con cuatro minutos.

Ya en la avenida Buenos Aires, Camila compró juguetes, golosinas, ropa para los niños y pañales para la bebé, buscando el momento preciso para cometer el rapto. La oportunidad apareció cuando los pequeños le pidieron a Gregoria ir al baño.

Ingresaron a un mingitorio público en la calle Chorolque. La misteriosa mujer dijo que cuidaría a Daylín mientras la recién llegada atendía a los niños. Camila se había ganado la confianza con las compras que hizo y Gregoria aceptó la propuesta.

Cuando salió del baño, Camila y Daylín habían desaparecido. Empezó a correr desesperadamente por las calles repletas de vehículos y personas gritando: “Me han robado a mi hija”. Las vendedoras se acercaron para tratar de ayudarle y al verla en shock, acudieron a la Policía.

La Unidad de Trata y Tráfico de Personas de la fuerza anticrimen recibió la denuncia e inició la investigación recorriendo el trayecto que transitaron detrás de Camila; tomando declaraciones a cuanta persona vio o habló con la raptora, y revisando una y otra vez las imágenes de las cámaras de seguridad para encontrar una pista.

Elaboró tres identikits de la raptora: uno con barbijo, otro sin barbijo y un tercero en base a una recreación virtual que muestra los rasgos somáticos de la mujer que se llevó a Daylín hace casi tres meses y que parece haber sido tragada por la tierra junto con la bebé.

La Policía tiene la hipótesis de que Camila pertenece a una organización dedicada al rapto de menores en Bolivia. Basa su presunción en que la misteriosa mujer abordó días antes a otras campesinas llegadas del norte de Potosí y desplegó con ellas el mismo modus operandi, es decir, ofrecerles comprar juguetes y ropa a los niños a cambio de que la acompañen.

Sicólogos y expertos en criminología del país no descartaron que Camila sufra un desequilibrio mental, tal vez porque no puede concebir hijos. De todas maneras, las investigaciones policiales se desarrollan bajo la hipótesis de que una red criminal dedicada al rapto de niños está operando en La Paz y otras ciudades bolivianas con conexiones en el exterior.

El caso de Daylín también puso al descubierto la venta de bebés, la oferta de adopciones ilegales y el alquiler de vientres en el país, hechos penados por ley, pero que son ofertados profusamente en las redes sociales, un mercado negro que el Estado boliviano no ha podido desbaratar.

La periodista Leny Chuquimia del diario Página Siete publicó el domingo 9 de enero un reportaje que muestra que esas actividades delictivas están en pleno apogeo a través de Facebook y con hechos concretos como la venta de una bebé en 4.000 bolivianos en la localidad cochabambina de Ivirgarzama, el año pasado, o la compra de una niña de dos años en La Paz.

El negocio ilícito también contempla la venta de fluidos a través de las redes sociales, en las que se oferta esperma para mujeres que deseen una reproducción asistida. La compra-venta de menores y el ofrecimiento de fluidos se desarrollan con impunidad por falta de normas específicas y decisión de las autoridades.

En estos casi tres meses, luego del rapto de Daylín, se hizo de todo para hallarla. Los padres de la bebé fueron llevados a casi todos los canales de televisión para pedir a la raptora que la devuelva; se habilitó una línea telefónica y una plataforma digital para que la gente colabore con datos; se utilizaron canes de la Policía entrenados en la búsqueda de personas; y se ofreció una recompensa de 10.000 dólares por información precisa.

El abandono de una niña de seis meses en un microbús en Santa Cruz, el martes 8 de marzo con el nombre de Dailín, renovó la esperanza de Gregoria y Wilfredo. Llegaron a la capital oriental para someterse a una prueba genética de ADN. Ingresaron ilusionados al centro de acogida y cuando vieron a la niña, constataron que no es su hija.

Una arrepentida adolescente de 16 años, se presentó como la verdadera madre, y confesó que dejó a su bebé porque no tiene condiciones económicas para alimentarla y cuidarla.

De todos modos, Gregoria y su pareja esperarán los resultados de la prueba de ADN que se conocerán en 10 días. Pero no es la primera prueba. Se sometieron a un estudio genético el mes pasado cuando una bebé de meses fue hallada muerta en un barrio popular de La Paz y luego cuando se encontró a una pequeña desaparecida en el municipio orureño de Curahuara de Carangas.

Gregoria no se cansa, va de un lado a otro del país guiada por la esperanza de ver los ojos de Daylín. Ya no le importa lo que pueda suceder con la raptora. Quiere tomar las pequeñas manos de su hija, intentar eliminar de sus recuerdos lo sucedido el 23 de diciembre del año pasado, cargar nuevamente a Daylín en sus espaldas y partir con ella para completar su familia. Gregoria Bautista  seguirá buscando a su bebé raptada.


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