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Imposible gobernar

Casi todos los gobiernos elegidos recientemente en América Latina fueron populares durante su primer año y pasaron después a ser los peor evaluados de la historia reciente. La gente cree que tiene que optar por distintos tipos de malos políticos. Este fenómeno contraría el paradigma en que nos formamos los antiguos consultores, que creíamos que, para ganar la presidencia, las opiniones positivas sobre un candidato debían duplicar a las negativas.

Jaime Duran Barba

Consultor de imagen y asesor político.

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Castillo duró un año en un Perú convulsionado, Lasso atraviesa una crisis con un final imprevisible, Boric se dirige a una situación semejante, Petro ha caído de manera perpendicular en las encuestas a solo seis meses de gobierno.
Lula en Brasil encabezó una coalición compuesta por casi todos los políticos del país, apoyada por las elites empresariales, intelectuales, artísticas, y ganó la segunda vuelta con apenas dos puntos. Habrá que ver si alguien con tanta trayectoria política no se convierte en un pato rengo antes de un año.

Se atomizó la votación tanto en los comicios presidenciales como en las elecciones parlamentarias. Los presidentes fueron elegidos con bloques parlamentarios oficialistas muy reducidos. Quienes pasaron a la segunda vuelta lo hicieron sin fuerza: Boric con 18%, Castillo con 19%, Lasso con 19%. Todos fueron presidentes imprevistos, nadie vaticinó su triunfo.

Las excepciones fueron Petro en Colombia con 40% y Lula en Brasil con 48%. En ambos casos la votación reflejó, más que su popularidad, el rechazo masivo al gobierno en funciones. A pesar de todo esto, los mandatarios hijos del algoritmo se han desmoronado por su intransigencia y pedantería.

El ánimo de los electores es negativo. Para la mayoría su país está peor que hace un año

En todos los casos, los candidatos y líderes políticos de los distintos países tuvieron una imagen negativa: han sido más lo que los rechazan que los que los ven bien. Los políticos bien vistos tienden a desaparecer. La gente cree que tiene que optar por distintos tipos de malos. Este fenómeno, propio de los últimos años, contraría el paradigma en que nos formamos los antiguos consultores políticos, que creíamos que, para ganar la presidencia, las opiniones positivas sobre un candidato debían ser por lo menos el doble que las negativas.

Rechazo. El ánimo de los electores es negativo. Una abrumadora mayoría considera que su país está peor que hace un año y no ve posibilidades de que mejore. Existe un rechazo inédito a los gobiernos, a los Parlamentos, a la Justicia, a los partidos políticos, a la Iglesia católica, a los medios de comunicación, a lo valores vigentes hasta comienzos de este siglo.

En nuestros países la mayoría de los votantes menores de 40 años quiere irse a vivir a los Estados Unidos o a países de Europa occidental. Aunque se generalizó un discurso anticapitalista, no existen propuestas alternativas, ni hay quien quiera emigrar a Cuba, Corea del Norte u otros países comunistas, aunque tengan una economía de mercado. Felizmente, los jóvenes revolucionarios prefieren ir a Disneylandia a conseguir metralletas.

En los últimos años se agrandó la brecha que separa a la gente común de las elites. La elección de tanto presidente inesperado y la presencia de outsiders potentes en la segunda vuelta, como Jair Bolsonaro o Rodolfo Hernández, se explica más por el rechazo al orden político vigente que por la popularidad de los elegidos. Los mandatarios en funciones y sus partidos fueron derrotados ampliamente, en varios casos no lograron mantener un bloque significativo en el Parlamento.

La movilización de las sociedades hiperconectadas obligan a replantear la gobernabilidad

Gobernabilidad. Las movilizaciones de la sociedad hiperconectada obligan a replantear el paradigma de la gobernabilidad en los países democráticos. Cualquier medida de ajuste económico, que en muchos casos puede ser necesaria, moviliza a los ciudadanos de cualquier país. Son manifestaciones autoconvocadas que usan la red, no obedecen a partidos, carecen de liderazgos, metas teóricas, horizontes ideológicos. Mezclan demandas de todo tipo, solo están de acuerdo en que es malo lo que existe, sin que haya un acuerdo de adónde quieren que se dirija la sociedad. Por eso los gobiernos no tienen con quién negociar y es difícil llegar a acuerdos que hagan posible la gobernabilidad, especialmente en los países presidencialistas.

La comunicación tradicional pretendía difundir un discurso ideológico, orientado por líderes que se enfrentaban personalmente a sus adversarios. Hasta hace poco, en la edad de la palabra, dirigentes como Eduardo Frei, Salvador Allende, Fernando Belaúnde Terry, Rafael Caldera, Fernando Henrique Cardoso, Fidel Castro, Juan Domingo Perón, eran venerados por seguidores obedientes. Pronunciaban prolongados discursos con los que pretendían difundir ideas. Hoy los presidentes que se comportan de esa manera caen en el ridículo.

Evo, Correa, Macri, Chávez, proyectaron imágenes alternativas que los hicieron conocer en el mundo. Ahora, cuando Gabriel Boric quiere presentarse como un dirigente nuevo, que al mismo tiempo exige el trato de “señor presidente”, proyecta la imagen destartalada de un homeless con banda presidencial. No entusiasma ni a los jóvenes iconoclastas que tomaron la plaza Italia en 2019 ni a los miembros de la academia de historia de Chile.

Algunos de quienes estudiamos en Argentina en los 70 cantábamos la Marcha Peronista que, aplicada al actual presidente, resultaría un poco ridícula. No cabría entonar “Alberto, Alberto, que grande sos; mi abogado cuanto valés, Alberto, Alberto, gran conductor, sos el primer trabajador” sin ahogarse de la risa.

Las encuestas aplicadas con mucha anticipación no vaticinan nada y confunden

Algoritmos. Los algoritmos conducen a la sociedad a discursos maniqueos sobre lo que ocurre, que no tienen que ver con la vida de la mayoría, pero que a veces moviliza a miles de activistas. Sin que lo sepan, conectan a los dirigentes con personas que perciben la realidad de una manera semejante a la de cada uno de ellos. Muchos se fanatizan, creen que su metro cuadrado es el universo. Cada grupo terraplanista, vanguardia proletaria, club neoliberal, pobrista o evangélico, se supone dueño la verdad, cree que no necesita dialogar con los diversos.

Cada grupo, manipulado por la red, cree que en las elecciones no compite con adversarios, sino con enemigos a los que debe aplastar. Aunque la sociedad estalló en pedazos, cada uno cree que no necesita de acuerdos con los comunistas, los derechistas, los peronistas, los fujimoristas, los correístas o cualquier otro “ista”. En un mundo en el que desapareció la verdad, algunos se hicieron dogmáticos.

El siglo de las ideologías murió. Las grandes utopías fueron reemplazadas por lo que Greemberg llama “sueños de la clase media”. Entraron en crisis o desaparecieron los partidos internacionales como el Comunismo, la Democracia Cristiana, el Socialismo y también los nacionales como el PRI, liberales y conservadores, el APRA, el MNR. Franco Parisi obtuvo el tercer lugar en Chile a través de la red; sin pisar el país, les ganó a las coaliciones que lo gobernaron durante todo el período democrático.

Quienes sienten que deben votar por un candidato o que deben apoyar una causa no necesitan razones que refuercen sus emociones. Quienes no sienten que deben hacerlo no cambian de actitud porque leen textos, aunque sean tan sofisticados como la Constitución que escribe Boric. Casi nadie la leerá. La aprobarán o rechazarán, según sea la imagen que tenga el presidente chileno en ese momento. Para lograr su aprobación, no es tan importante el texto constitucional, sino la popularidad del mensajero. Va a perder si no cambia su comunicación. Es un tema técnico-político, no jurídico.

La insoportable levedad de la red

Los ciudadanos no leen textos largos. Reciben y emiten decenas de mensajes todos los días, compuestos en gran parte por imágenes, dibujos, memes o música. Los seleccionan, los transforman y los reenvían cuando les parecen interesantes o divertidos.

Muchos de los candidatos dedican su tiempo a insultarse mutuamente. Dicen que los políticos son corruptos, incapaces, sin acordarse de que ellos también son políticos y con su prédica contribuyen a su propio descrédito, cuando el berrinche no forma parte del circo de un outsider.

Algunos tratan de superarse ir más allá de sus propias ambiciones y complejos, hablan de los problemas de la gente. Es un buen paso, sobre todo cuando el discurso es auténtico y no solo una pose electoral, pero hay algo más de fondo, difícil de entender.

Encuestas. Las encuestas aplicadas con mucha anticipación no vaticinan nada y a veces producen una información que confunde. Solo cuando las usan profesionales preparados que analizan lo que está detrás de los números pueden servir para hacer análisis estratégicos. Las variaciones en las simulaciones electorales solo sirven para el show mediático.

Disparates de las encuestas

Comparando encuestas de varios países, encontramos que varios de sus resultados son iguales. El mayor problema de la gente es siempre la inseguridad, el precio de los alimentos, la inflación, la prepotencia de los dirigentes y el hartazgo con el sistema. Según esto, todos los candidatos deberían comunicar lo mismo para ganar las elecciones, pero esto es falso.

La gente común no solo tiene problemas. La mayor parte del tiempo vive, conversa sobre muchas cosas. Usando la física social de Pentland, averiguamos cuántos argentinos se dedican a conversar sobre política y sobre los problemas que, según las encuestas, los aquejan. Son pocos. Hay decenas de temas como el fútbol, la música, el sexo o la yerba, que les resultan más interesantes que los temas políticos.

Muchos integrantes de bandas de tecnocumbia, youtubers y robots son más buscados en la red que casi todos los candidatos presidenciales. Los ovnis suscitan más interés que los partidos.

Debo reconocer que, aunque he dedicado buena parte de mi vida a estudiar política, esta semana la dediqué a dialogar con artefactos con inteligencia artificial. Han invadido mi casa, me acompañan en mis viajes, me otorgaron el don de la telequinesia, influyen en mi vida y necesito conversar con ellos. Es posible.

Escuchamos a políticos que llegan a Ezeiza después de disfrutar de los carnavales en Brasil. Están enojados porque se han organizado murgas, la gente bailó y disfrutó de las fiestas. Desde una visión clasista preguntan: ¿cómo es posible que haya municipios que organicen comparsas en vez de construir cloacas? Habría que preguntarles por qué viajaron y no se quedaron arreglando las veredas del barrio. Habría sido muy loable.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Jaime Duran Barba

Consultor de imagen y asesor político.

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