OpiniónPolítica

La masa y los mostrencos se hicieron del poder

Javier Medrano

Licenciado en periodismo y Ciencias Políticas de la Universidad Gabriela Mistral de Santiago, Chile.

Escucha la noticia

Ya en 1929, el filósofo español, José Ortega Y Gasset, amargado por el ocaso de las democracias liberales de su tiempo, denunció que la superficialidad, el conformismo, la vulgaridad y el menosprecio hacia el que piensa distinto, se habían hecho del poder, ocasionando el estropicio de las libertades y del intelecto.

Pero el pensador español escarba mucho más y sentencia que la masa – entendida como una postura política que plantea que ser diferente es ser indecente – apabulla todo aquello que es diferente, egregio, individual, calificado y selecto. Quien no sea como todo el mundo, quien no piense como la masa, corre el riesgo de ser eliminado social y políticamente. Esta masa tiene como fin último la destrucción de la personalidad y el talento, y a todo aquel que no piense como la mayoría, lo elimina, lo persigue y lo condena. Es el reinado de la mediocridad y la ignorancia.

Al contrario, la capacidad de sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender. Es el uso de la inteligencia, de entender que existen contrarios, contrastes, distintos. Es saber que el mundo es multiple, variable y en constante cambio. La masa, en cambio, promueve lo estático, la unidimensionalidad. Sólo debe haber una mirada, una ideología, un mirada – siempre sesgada y menesterosa – obtusa de la realidad.

Ejemplos del accionar de esta masa sobran. Es el senador del MAS que sentencia que la pobreza en el país es psicológica. Que la pobreza es mental. O que si los delincuentes roban a las personas montos arriba de los 10 mil bolivianos, significa que la economía esta bien. O asegurar que las piedras tienen sexo y que la hora, tal y como la conocemos, es una imposición colonial, por lo que se debe leer las mencillas del reloj al revés. O acusar, siempre y hasta el hartazgo, que el imperialismo (sólo americano y no chino ni ruso, obviamente) son los culpables de todo. Son socialistas sin haber leído ni un solo manifiesto. Son comunistas y ni siquiera conocen a Marx, Lenin o Stalin por fotografía.

Pero sigamos desmenuzando este concepto, porque no vaya a ser que alguien se sienta ofendido en estos tiempos de intolerancia. Masa, para el filósofo Ortega Y Gasset es el “hombre sin ambiciones”. Promedio. Gris. Mediocre. Su principal cualidad es considerarse común, ordinario: ser un mostrenco social. Una persona que no se diferencia de otras, sino que más bien se repite en un bucle sin identidad ni personalidad. Sólo existe y se entiende como masa y no como individuo. Anula su unicidad como persona y defiende su masificación.

Para que existe, en cambio, una minoría, su principal característica es que debe ser – indefectiblemente – cualificada. Sea la que sea, debe necesariamente apartarse de la masa ya que debe construir su propia visión de la realidad. Su comportamiento social es único y marca una línea de pensamiento, donde la coincidencia es precisamente no coincidir con la masa, con el vulgo. Es un acto de singularidad revolucionario.

Estamos viviendo en una época de profunda decadencia. Policías que son atracadores, que son los principales delincuentes. Militares contrabandistas que no defienden un milímetro de las fronteras, en especial las calientes con Brasil, Paraguay y Perú por donde el narco y los sicarios ingresan con una facilidad pasmosa. Son masa corrupta y mediocre.

Hablamos de una clase política deplorable, ignorante y vulgar. Cada noche se escupen en los televisores, azuzados por un morbo estéril de los noticieros.

Las personas que se mueven como masa, para Ortega y Gasset, carecen de proyectos de vida, de sentido y van a la deriva ciegos por su mezquina visión de la realidad. Por eso no construyen nada, no proponen nada. Sólo repiten lo que la masa propone.

A diferencia de la persona productiva, individual, emprendedora, las personas-masa son perezosas y no responden al trabajo duro, a la creación de valor, al decidido compromiso de generar bienestar social y económica. En absoluto, están orgullosos de su esterilidad social y económica. De su imbecilidad que a diario amplifican sin rubor alguno en todas las plazas públicas.

En lugar de aceptar, con modestia, sus propias limitaciones y de reconducirlas o subsanarlas, defienden sin desparpajo alguno, su banalidad sobre la política, la economía, la cultura, la educación. Su ilegalidad. Su inmoralidad. Y donde no hay normas, no hay democracia. Son los mostrencos que se hicieron del poder.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


Cuentanos si te gustó la nota

78% LikesVS
22% Dislikes

Javier Medrano

Licenciado en periodismo y Ciencias Políticas de la Universidad Gabriela Mistral de Santiago, Chile.

Publicaciones relacionadas

Abrir chat
¿Quieres unirte al grupo de Whatsapp?
Hola 👋
Te invitamos a unirte a nuestro grupo de Whatsapp