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La Muerte de la Historia

Ana Carola Traverso

Socióloga y urbanista

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¿Qué hay de cierto en la famosa frase de Marx, que la historia se repite dos veces, la primera vez como gran tragedia y la segunda como miserable farsa? Pues comprobémoslo al tomar el siglo XX boliviano con como ejemplo, recurriendo a una de las décadas más convulsionadas, la de 1930 y comparándola con el presente. ¿Por qué esta década? Pues para contrastar dos períodos que deberían ser similares, pero que, en realidad, no pueden ser más distintos. Veamos por qué.

Ni bien arrancábamos, en 1932, entrábamos en un conflicto bélico con Paraguay—la Guerra del Chaco. En ella, solo del lado boliviano, se movilizaron alrededor de 250.000 soldados, pereciendo más de 60.000 y siendo capturados como prisioneros de guerra otros 25.000 combatientes. Inmediatamente después de la guerra, el país comenzaba una transición política importante, pasando de la hegemonía liberal a la hegemonía socialista. Y durante los años restantes de esa década, sobreviviríamos a ocho presidentes, un magnicidio no esclarecido y una convención constituyente. ¡Vaya período de agitación social y política!

Evocar la década de 1930 exige ser ecuánimes con el legado político y cultural de la generación marcada por la guerra, la de los excombatientes del Chaco. A esta generación le tocó descubrir que un inmenso pedazo del territorio nacional no formaba parte del relato oficial. Para la población andina, este territorio era tan vasto como desconocido. Para la población oriental, barreras físicas impedían su verdadera inclusión al resto del país. Cuando ambas partes se encontraron en el contexto de la guerra, se produjo un doloroso despertar, reconociendo a la Bolivia de tierra adentro. El ser y el estar de la nación finalmente se unían, descubriendo que sus territorios escondidos no solo tenían sustancia, sino historias diferentes y vida propia.

A esta generación también le tocó reconocer que el relato oficial no bastaba para dar cuenta de lo que había aprendido a fuerza del trauma que supuso el Chaco. Tenía toda la legitimidad y se sentía en la obligación de iniciar un nuevo ciclo en la historia política del país. Y el personaje más valiente y emblemático de esa generación es por antonomasia, Germán Busch Becerra. Ferviente nacionalista, político y militar cruceño, Busch fue a la guerra y salió de ella convertido en héroe nacional. Sus años en el poder fueron cortos, pero trascendentales dadas sus victorias. Su lema capital y trabajo sentó las bases para modernizar la economía boliviana. Promulgó el primer código de trabajo, el primer código de petróleo y las regalías petroleras. Equilibró el peso político de la oligarquía andina al crear el Banco Minero, recuperar YPFB para el Estado y celebrar el Día del Indio. Su visión geopolítica posibilitó que, gracias a él, Bolivia pudiera lograr la tan ansiada vinculación ferroviaria con Brasil y Argentina, conectando al país a los mercados más importantes del continente. Busch reabrió la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, declaró la paz con Paraguay y aprobó la constitución de 1938. Esta constitución no fue una movida política cualquiera. La misma sepultaba la Bolivia construida por la oligarquía minera—una sin mucha lealtad a la causa nacional—proponiendo innovaciones jurídicas y sociales de vanguardia, como la creación de la función social de la propiedad.

Sin miedo a equivocaciones, puede sostenerse que, gracias a lo vivido durante la Guerra del Chaco, el espíritu nacional comenzó a hacerse carne (¡finalmente!), imponiéndose la realidad sobre el relato. Gracias al trágico trauma de la guerra, salían a la luz las grietas que habían impedido que Bolivia se consolidara como nación política. Por lo tanto, para esta generación era apremiante mover el timón político y cambiar de rumbo hacia uno donde el espíritu nacional prevaleciera.

En tiempos actuales impera un socialismo, como ocurriera después de la guerra y de Busch. Pero cabe preguntarse, ¿qué pensaría Busch como camba que fue, del discurso político anti-cruceño? Poniendo en relieve los avances que él logró sobre la principal fuente generadora de riqueza, la tierra, ¿qué opinaría al ver cómo la Función Económica y Social (FES) se viola reiteradamente, generando un mercado ilegal de enorme magnitud? ¿Qué pensarían él y otros héroes de ese período sobre las consignas contemporáneas de la izquierda tan fantoches como artificiales como descolonización, plurinacionalidad, o indígena-originario-campesino?

Hoy no es un conflicto bélico en el Chaco boreal el factor de desestabilización. Sin embargo, al estar sujetos a la farsa socialista, impera la tragedia de quien se niega a reconocer la realidad como el punto de inicio para asimilar los desafíos inmediatos. Solo tomemos como ejemplo la politización desde el gobierno del censo nacional de población y vivienda. Paradójicamente, no es más aquella rancia oligarquía minera liberal la que traba el progreso y la unión de la sociedad política boliviana, sino el socialismo antinacional. A diferencia de los años 30, hoy el socialismo actúa como fuerza centrífuga al entregar al país al mejor postor, lucrando al desarticular lo poco que queda de Estado y carcomiéndoselo desde adentro.

Quizás el problema de la generación del Chaco es que ésta no logró superar del todo las barreras para fortalecer el Estado boliviano. Quizás ese despertar no fue suficiente para que, del trauma vivido, se consagrara la fe fundante de la nación boliviana. Y si bien ahora nos toca padecer la repetición de la historia, esta vez como miserable farsa (al estilo de Marx), podemos aprender la principal lección de la generación que luchó por el país en los convulsionados años 30: hacer que prevalezca la realidad sobre cualquier cosa. Ese es el mejor legado que nos hubieran podido dejar aquellos que dieron su vida por el país y que se descubrieron como nación en el Chaco. Solo así lograremos superar la trampa de la historia: que los datos maten al relato.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Ana Carola Traverso

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