OpiniónInternacional

Mauricio Macri

Según la psicología conductista, cerca del 70% de los recuerdos de toda persona están depurados y ordenados para armar un relato agradable que satisfaga nuestra visión de nosotros mismos y nuestras pulsiones. Además de la tendencia al autoengaño propia de la especie, el síndrome de Hubris hace que muchos líderes se sientan dioses.

Jaime Duran Barba

Consultor de imagen y asesor político.

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En ese mismo evento realizamos el lanzamiento del libro conjunto que publicamos con Napolitan bajo el nombre de Cien peldaños al poder, trabajo que me permitió conversar con él y conocer mejor las ideas del consultor más importante de la historia. Refiriéndose a sus archivos y las limitaciones de tiempo que impuso para su utilización, Napolitan decía que su lectura podía causar conmoción en varios países, no por la mala fe de nadie, sino porque los seres humanos reinventamos constantemente nuestra biografía y nuestro pasado.

Según los estudios de la psicología conductista, cerca del 70% de los recuerdos de toda persona están depurados y ordenados para armar un relato agradable que satisfaga nuestra visión de nosotros mismos y nuestras pulsiones. Napolitan leía mucho y llevaba nota de todo lo que hacía, guardaba sus memos estratégicos y todas las observaciones que hacía a las campañas. Normalmente, lo que decían sus documentos no tenía que ver con las biografías y libros publicados por los personajes a los que asesoró. Además de la tendencia al autoengaño propia de la especie, el síndrome de Hubris hace que muchos líderes se sientan dioses y atribuyan su éxito más a la magia que a sus propios méritos. Relataba la experiencia con un expresidente importante al que asesoró, hombre preparado, trabajador, excelente formador y líder de equipos de trabajo, que en su autobiografía atribuía sus triunfos a que los soldaditos de plomo de su infancia tenían el rostro de Washington, más que a sus capacidades y méritos.

Manipulados por mitos

Guardando las distancias, me encuentro en el otoño de la vida y tengo miles de archivos que contienen libros no publicados, estudios de mis socios, míos y de otros consultores, y una relación detallada de lo que viví durante mas de treinta años vinculado a la política de países de la región. Siempre estuve acompañado de mi máquina que alimentó mi memoria en la nube.

He revisado y ordenado estos materiales durante los últimos meses, a propósito de una película que prepara un grupo de cineastas prestigiosos, inspirada en mi biografía. Los archivos los donaré a alguna institución académica, probablemente la propia GWU, para que proporcionen materiales objetivos para interpretar nuestra historia.

Muchas de las notas que he leído interpelan incluso a mi propia memoria. Mis recuerdos se arman con lo ocurrido en las ciertas circunstancias, modificado por lo que pasó después y por el cambio de mis propias perspectivas, mientras estas anotaciones tienen la fría objetividad del dato recogido en el momento mismo de los hechos.

Mucha información tiene que ver con Ecuador, Brasil, México, Paraguay, Estados Unidos  y otros países en los que realicé estudios más puntuales. Hay miles de páginas sobre la política argentina, escritas a partir de 2004, cuando conocí a Mauricio Macri y a su equipo.

Hemos archivado cerca de 600 encuestas aplicadas por empresas de todo tinte político, que ayudan a analizar su metodología, sus aciertos y sus equivocaciones, y el enorme margen de error que provocan la militancia y el fanatismo en los análisis. La primera encuesta de este archivo la aplicó Manuel Mora y Araujo en noviembre de 2004.

El estudio cualitativo inicial de la serie argentina lo aplicó mi socio Roberto Zapata en 2005, para comprender a la gente y a la política porteña. Siguieron decenas de investigaciones realizadas en todo el país, que le ayudaron a escribir prolongados informes, con cuya lectura se puede conocer la evolución de la psicología política de los argentinos y sus actitudes en distintas coyunturas de estas dos décadas. No existe otro archivo semejante en América Latina.

Mauricio siempre estuvo asociado con un león, animal grande, poderoso. La gente lo veía como alguien inteligente, preparado, capaz de conseguir las metas que se planteaba. Cuando un líder tiene esa imagen y la gente lo identifica con el establecimiento, debe tener cuidado para evitar proyectar la imagen de que es malo. Está condenado al “buenismo”. Si usted se encuentra en su casa con un león, se conmueve. Si es un felino educado y manso, se sentirá contento con él, lo alimentará y se hará amigo. Si es un león agresivo, que ataca y lo pone en peligro, nunca lo apoyará ni fomentará su amistad. Buscará una escopeta para deshacerse del peligro sin tratar de entender el sentido de sus rugidos. No importa lo que diga, si es un león malo, hay que librarse de él y punto.

Cómo perder las elecciones

Las posiciones violentas no hacen daño cuando las protagoniza alguien que representa a los pobres, a los oprimidos o que se enfrenta a todos los “malos”. Incluso pueden ser útiles para un candidato totalmente negativo que se asume como un extremista de cualquier signo. Luis D’Elía puede decir que es racista, que odia a los blancos y a los judíos, sin que eso dañe su limitada imagen. Si dice lo mismo un dirigente caucásico de la Recoleta, seguramente tendrá que bajar su candidatura.

El efecto electoral de los mensajes tiene que ver con la identidad del mensajero más que con su contenido. Desde el punto de vista electoral, un plan económico concebido por agrupaciones que se identifican con los pobres puede tener apoyo, mientras se rechaza un plan económico elaborado por una fundación de “ricos”, más allá de cuál sea el contenido de los documentos.

Mauricio había decidido iniciar la saga de construir en el país una alternativa política nueva, presentándose ese año como candidato a diputado por CABA. La situación era difícil. Encabezaba las encuestas Elisa Carrió, que venía de una exitosa campaña presidencial, aparecía segundo Rafael Bielsa, prestigioso dirigente de un gobierno que estaba en su mejor momento,  Néstor gozaba de una imagen favorable del 75% en la ciudad de Buenos Aires. En 2003 Mauricio había sido candidato a la Jefatura de Gobierno con Horacio Rodríguez Larreta como binomio. Su imagen estaba muy estropeada.

Pero tenía una voluntad de trabajo y una capacidad excepcional para infundir entusiasmo en un equipo en el que se destacaban Horacio Rodríguez Larreta, Gabriela Michetti, María Eugenia Vidal, Marcos Peña y una larga lista de personas que sería largo enumerar. Empujaban con entusiasmo una alternativa que, para la mayor parte del círculo rojo, no parecía tener futuro.

Después del triunfo de 2005, Mauricio fue candidato a la Jefatura de Gobierno en 2007. Las notas del momento dicen que la mayoría de los integrantes del naciente PRO no creía que era posible ganar esas elecciones. Las encuestas de segunda vuelta vaticinaban hasta el final que Mauricio perdería las elecciones.

Conservo las notas de una larga reunión mantenida en el Hotel Emperador con un importante grupo de políticos y comunicadores que decían que en vez de ir en la Ciudad a una derrota segura, era preferible que Mauricio sea candidato testimonial para perder frente a Cristina, que tenía el apoyo de un amplio espectro de partidos y movimientos políticos.

La decisión de Macri fue enfrentar la casi imposible elección, nunca quiso correr con la suerte de los candidatos testimoniales a los que les gusta ser derrotados en nombre de teorías abstractas. El equipo trabajó muy bien bajo su dirección y llegó a la Jefatura de Gobierno.

En 2009, con la misma metodología, Francisco de Narváez consiguió una de las victorias más importantes de los últimos años, cuando derrotó a Néstor, Scioli y Massa, que iban en la misma lista para diputados por la provincia de Buenos Aires.

Otra decisión estratégica para que pueda existir la actual alternativa al kirchnerismo se tomó en las elecciones de 2011, cuando nuevamente Mauricio rechazó la posibilidad de una derrota testimonial y buscó la reelección en la Ciudad.

La anomia nos inunda

Como lo recordaba Laura Di Marco en un artículo, citando una conversación que mantuvimos con ella y Santiago Nieto en La Nación en 2006, nunca estuvo en la estrategia de Mauricio dedicarse a la pelea con Cristina.  La leyenda del lawfare carece de fundamento. En estas dos décadas participé, literalmente, de cientos de reuniones con Mauricio y su entorno. Nunca el tema fue hacer daño a Cristina. Suena a “buenismo”, pero esa es la verdad. No nos dedicamos a perseguir políticos. Tratamos de entender lo que ocurría desde la mirada del elector, de identificarlos con sus problemas.

Era un grupo de personas que realmente empezó a hacer política en el siglo XXI. No tenían el mesianismo de quienes vivimos la Guerra Fría, la invasión de Vietnam, el enfrentamiento de las guerrillas con las dictaduras militares.

Tampoco había en el PRO la visión patrimonialista de la política que instala dinastías familiares en los países y estados más atrasados de la región. No eran candidatos pingüino, pingüina, polluelos, hermanas, tías, parientes y agnados, no se volvían millonarios los secretarios, el jardinero, el chofer y el oficial de cuentas del banco. El único que repetía el apellido de Mauricio era Jorge Macri, que hacía carrera por sus propios méritos y no por su parentesco.

En ese contexto, la renuncia de Mauricio a participar como candidato presidencial en las elecciones de 2023 no me causó sorpresa. Tiene que ver con una visión moderna del poder que impulsó siempre, que ojalá se extienda a los demás líderes políticos del país.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Jaime Duran Barba

Consultor de imagen y asesor político.

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