Opinión

Música y misiones: génesis y perseverancia, por Ana Luisa Arce

Ana Luisa Arce de Terceros

Investigadora histórico-musical y ex-presidente de la Asociación Pro Arte y Cultura

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Copias de música en el Archivo Musical de Moxos 

El Archivo Musical de Moxos está ubicado en el complejo parroquial de San Ignacio de Moxos, departamento del Beni. En este repositorio, que desde el 30 de julio de 2003 reúne copias de cuarenta y siete comunidades, se conserva viva la memoria musical de los pueblos que alguna vez fueron parte de la provincia jesuítica del Perú. La mayoría de las obras musicales que contiene son de carácter sacro y aún hoy se las utiliza en los servicios religiosos de las diferentes comunidades dispersas por la selva beniana. 

La documentación de música manuscrita del Archivo Musical de Moxos consta de un poco más de siete mil folios. El Archivo guarda a la vez los así llamados cuadernos doctrinarios, que son 137 libretas o cuadernos manuscritos de oración utilizados por los guías espirituales de cada comunidad misional para la enseñanza de la doctrina católica y cuyos contenidos a menudo incluyen cantos, pasiones y otras formas litúrgico-musicales anotadas en el pentagrama.1

Esta documentación permite ver que a lo largo del tiempo se ha conservado el interés por mantener vigente el repertorio de música sacra. Este patrimonio musical se ha podido preservar gracias a los copistas, maestros de capilla y músicos moxeños, quienes guardaron, interpretaron y copiaron esta música a través de los años.

El oficio de copista o de músico fue, en muchos casos, un oficio familiar donde el padre o el abuelo instruía al hijo o al nieto. Ante la pregunta sobre esta tradición, don Marcial Jare Apace comentó: “Así como los músicos vienen por familia, lo mismo sucedía con el oficio de copista. Y antes, pues, la primera generación parecía, en mi forma de pensar, que eran más religiosos. Y ellos lo dedicaban a su hijo también, que iba creciendo, lo dedicaban para que sea músico; en la familia se animaba este oficio. Por eso es que hay Chapi. Todos ellos pertenecían a una misma familia. También hay varios Sucubono, Yaca”.2 Es así que dentro de la colección de Moxos se ha podido identificar diversas familias asociadas a la práctica musical: Chapi, Guaji, Justiniano, Macavapi, Mahe, Moye, Muiba, Noe, Nosa, Nuni, Temo, Yuco, entre otros. 

Se considera que las copias se hacían por dos motivos principales: primero, para reemplazar los folios que, por el clima, los insectos y el uso, se iban deteriorando; y segundo, para proveer de copias a las nuevas comunidades que en los siglos XIX y XX se fueron fundando en la selva de Bolivia. 

Durante el período jesuítico todas las tareas fueron realizadas de forma anónima, como una forma de alabar a Dios y servirlo. No solamente los indios copistas, sino también los misioneros músicos y artistas dejaban sus obras en el anonimato, ya que servir a la comunidad se consideraba más importante que identificar al sujeto que prestaba un servicio.3 Por ello, llama la atención que a partir de la expulsión de los jesuitas (1767/8), las copias de música identifican al copista. Nuestra hipótesis sobre este tema es que al no estar los jesuitas como responsables de los repositorios musicales, las copias fueron realizadas por personas que podían ser, a su vez, los custodios de la música, ya como maestros de capilla, como parte del cabildo o como músicos. Y por esto incluían sus nombres en las copias a fin de que se supiese a quién pertenecían o quién las había hecho. Las primeras copias que incluyen la fecha y el nombre del autor corresponden a José Manuel P. Moye Mosba, quien en el año 1800 copió las particelas para soprano, alto y bajo de una letanía. Al incluir los datos sobre autor, fecha y lugar, se produce un notorio cambio en la práctica de la copia donde lo que hasta entonces se hacía ad maioren Dei gloriam  ahora pasaba a ser ad aeternam memoriam

Es notable que entre los guaraníes se hubiese perdido prácticamente todo: música, coros musicales y copistas, habiéndose salvado sólo algo de las oraciones tradicionales, rituales y algunas prácticas de oración. Entre los chiquitos se salvaron las partituras y documentos de doctrina. Pero tan sólo en el contexto de Moxos se salvó, además de documentos de práctica religiosa, el oficio de copiar la música. La última copia de esta colección data del año 2005; sin embargo, los moxeños continúan copiando esta música hasta hoy. 


1 Ver: Víctor Rondón, Catálogo inicial de cuadernos doctrinarios; en Misiones de Moxos: Catálogos (Santa Cruz: Fondo Editorial APAC, 2011), vol. II.     

 2 Entrevista realizada a Marcial Jare Apace, Maestro de Capilla en San Ignacio de Moxos, en febrero de 2010.

3 Ver: Piotr Nawrot, Indígenas y cultura musical de las reducciones jesuíticas (Cochabamba: Editorial Verbo Divino, 2000), vol I, p. 91.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Ana Luisa Arce de Terceros

Investigadora histórico-musical y ex-presidente de la Asociación Pro Arte y Cultura

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