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Hace un par de semanas, Julio Aliaga Lairana, entrañable amigo y colega de muchísimos años ha publicado un ensayo titulado ¿Quién dijo que todo está perdido?: Un camino democrático hacia la unidad. En él se proponen interesantísimas ideas (muy difundidas en el ambiente sociológico) todas en torno a los avatares históricos de la democracia boliviana y el efecto que sobre esta infringió el Movimiento al Socialismo (MAS) en su ya prolongada estadía en el Poder. La tesis de la que parten sus reflexiones es que, el proceso histórico nacional solo se entenderá si asumimos que vivimos un ciclo estatal en curso, cuyos contenidos provienen de lo nacional del MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario) lo democrático del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) y lo popular del MAS. Puesto en los términos de Julio esto supone que: “mientras el ciclo del proyecto estatal del 52 no se cierre, lo nacional/democrático/popular es y será el marco donde cualquier proyecto de poder puede crecer y desarrollarse. Fuera de ese marco, toda alternativa política es y seguramente será inviable”[1]
Ahora bien, la triada no permite una diferenciación de los procesos que se produjeron entre 1952 y 2019. Por ejemplo, no podría explicarse el ciclo militar, que, aunque fue nacionalista no fue ni democrático ni popular. Acá vale la pena notar que todos los procesos históricos que se dieron en Bolivia desde la fundación misma de la República tienen carácter nacionalista, es decir nacional. Si seguimos la lógica del planteamiento que nos presenta Julio Aliaga, el nacionalismo revolucionario del MNR fundamenta lo nacional, pero el nacionalismo de corte fascista de las dictaduras militares (1964-1982) no podrían explicarse basadas en esta categorización. Lo democrático según Julio proviene de la incorporación del MIR en el proceso a partir del famoso “entronque”, empero, también fue democrático Sánchez de Lozada que, en los hechos, es el último representante del nacionalismo revolucionario del MNR que, además, y como parte del proceso revolucionario, instala la noción de lo popular en el proceso de modernización del Estado Nacional dando curso a la categoría zavaletiana de “nacional-popular”.
Para Julio lo popular provendría del MAS, cuando en realidad lo que el MAS incorpora en el proceso es el indigenismo, categoría que subsume lo popular en una perspectiva de raza, a lo que debe añadirse que, el indigenismo en la versión masista se transformó en “racismo a la inversa”, cosa no solo ajena a la naturaleza de lo popular, sino contraria al dispositivo básico del proceso revolucionario nacionalista; la alianza de clases.
Esta interpretación sociológica es diametralmente opuesta a la que yo expuse en un texto publicado en junio del 2020 titulado El Fin de un Ciclo y el Futuro de la Democracia Boliviana en el que sostengo que el Estado del 52 concluyó con la salida de Evo Morales el 2019, y que, el ciclo Estatal del 52 lo cerró el gobierno del MAS. Esta tesis sostiene además que Bolivia a partir del 2019 ingresó en un proceso de transición política caracterizada por la búsqueda de una solución de continuidad histórica, es decir, un nuevo modelo de Estado y de sociedad. La tabla N°1 expone de forma sintética el planteamiento que acabo de mencionar y los diferentes semiciclos del Estado del 52.
TABLA Nº 1 Semiciclos estatales (1952-2019) | |||
Semiciclo | Periodo | Expresión ideológica | Objetivo histórico |
Revolucionario | 1952 1964 | Democracia popular | Consolidación del Estado nacional |
Militar/dictatorial | 1964 1982 | Fascismo | Restitución del poder oligárquico |
Democrático | 1982 2006 | Democracia liberal | Sociedad democrático-liberal |
Etnocéntrico | 2006 2019 | Indigenismo etnocéntrico | Hegemonía étnico-aimara |
A diferencia de la hipótesis que propone Julio (según la cual las fuerzas que mueven el proceso; lo nacional, lo democrático y lo popular, son fuerzas que confluyen al interior del Estado marcando de una manera particular el curso de la historia, yo sostengo que estas fuerzas (lo nacional, lo popular y lo democrático) son expresión de las contradicciones internas del Estado, no son unidades que confluyen, sino, más bien, son el producto de la Revolución Nacional, consecuencia de las fuerzas que había liberado el proceso revolucionario.
En realidad, todo lo que sucedió en el periodo que cubre el Estado del 52 (1952-2019) se experimentó como contradicciones internas del Estado del 52. Pienso por ejemplo en la Asamblea Popular de la COB y Juan José Torres como una expresión radical de la izquierda ortodoxa asentada en el campo popular, o pienso en el sexenio de Hugo Banzer Suarez como una forma radical de la derecha asentada en el campo fascista, o en la UDP del MNRI como una expresión de izquierda asentado en el campo nacionalista, o en el gobierno de Jaime Paz Zamora como una expresión de la izquierda democrática asentado en el campo democrático o, finalmente, en el largo régimen de Evo Morales Ayma asentado en el campo del indigenismo etnocéntrico aimara. Todas las formas y expresiones posibles de lo político, propias del capitalismo tardío occidental se ejecutaron al interior del Estado del 52, y todas estas formas agotaron el proyecto político del nacionalismo revolucionario nonagésimo, de manera que resulta inexacto sostener que esas fuerzas aún permanecen activas en un campo político superado por la historia. De hecho, pensar que 70 años no cambiaron la esencia de la historia nacional y consumaron sus conceptos y categorías es algo difícil de creer.
El MAS cierra el ciclo de la Revolución Nacional por que cuando llega al poder, todas las grandes reformas que requería la nación para posesionarse en el siglo XX estaban realizadas[2], excepto la inclusión real y no meramente formal que el MNR llevó adelante. El MAS ejecutó la inclusión de forma efectiva, racializó el Estado y la política y con ello, consumó el postulado policlasista y multiétnico movimientista de forma objetiva y real. De alguna manera eso era lo que en realidad tenía pendiente el MNR, en consecuencia, el MAS ejecutó lo que el MNR había dejado pendiente o a medio hacer en su esfuerzo por modernizar y consolidar el Estado nacional y al hacerlo agotó el proyecto estatal emenerrista.
Agotado el proyecto de Estado del Nacionalismo Revolucionario, todo lo que vaya a suceder en Bolivia en el futuro inmediato ya no se inscribe ni depende de las fuerzas que movieron la historia los 67 años en que el Estado del 52 estuvo activo. Las contradicciones internas que se expresaron como dictadura, democracia e indigenismo, se resolvieron dialécticamente en la democracia ciudadana.
La democracia ciudadana constituye el punto de resolución de un sistema de contradicciones internas al Estado, y al instalarse cierra el espacio estatal del 52, es decir, concluye el proceso iniciado en 1952 y apertura una fase de transición caracterizada por la búsqueda de un Estado diferente.
Ese estado diferente (tan añorado por la sociedad nacional) supone nuevos actores. No son ya las masas populares, son los ciudadanos de a pie. Nuevas organizaciones capaces de reconstruir los sistemas de representación y participación ciudadana, es decir, algunas estructuras que no sean propiamente partidos políticos, dado que estos fracasaron en su misión representativa, y nuevas lecturas de la realidad que, a despecho de los grandes discursos ideológicos del siglo XX, hoy son demandas y expectativas de las identidades ciudadanas, múltiples y variadas. Todo esto solo puede darse en el marco de una nueva democracia centrada en el ciudadano. De lo que se trata, en suma, es de instaurar la democracia ciudadana como la forma política que superó el Estado del 52.
[1] Aliaga L. J. (2023) ¿Quién dijo que todo está perdido?: un camino democrático a la unidad, Eblon Impresiones, La Paz
[2] Paz Estenssoro había dicho que la Revolución sacó a Bolivia del siglo XVIII y la posesionó en el siglo XX, y sin duda eso resulto absolutamente cierto