OpiniónPolítica

Prensa y propaganda

Lupe Cajias

Periodista e historiadora

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¿Cuál es el “estado de arte” del periodismo boliviano? Hace muchos años que publiqué diferentes estudios propios o en coautoría sobre las debilidades y las fortalezas de los medios de comunicación con contenidos originados en Bolivia. Con el transcurrir del tiempo y de los nuevos desafíos, las debilidades aumentan y las fortalezas se concentran en un solo punto: la defensa de las libertades democráticas. El ciudadano sabe que cuenta con ese escudero intangible.

En esta ocasión no me refiero a las crisis provocadas por las presiones políticas y económicas o por los nuevos escenarios creados por la irrupción vertiginosa de las nuevas tecnologías. Quiero subrayar uno de los aspectos que más erosiona el futuro de la credibilidad de la prensa boliviana: el uso de su poder y alcance para propagandizar de forma consciente o inconsciente (si esto último es posible) a determinadas tendencias, asuntos o personajes.

Prefiero escuchar noticias por radio que ver la programación televisiva que, salvo excepciones que marcan la regla, carece de seriedad y de conocimiento. Sin embargo, los corresponsales de grandes cadenas, algunos con amplia experiencia, son descuidados en el uso del idioma. Con excesiva frecuencia parecen voceros de la Policía, como si sólo hubiese violencia en sus regiones.

Desde hace meses, Radio Panamericana difunde a las ocho de la mañana un resumen de CNN con noticias sobre el Gobierno mexicano, particularmente sobre su presidente; tres, cuatro noticias sobre ese país. ¿Cuál es el objetivo? ¿Qué convenio existe entre CNN y la secretaría de Comunicación mexicana?
Hay periódicos que difunden por día dos o tres noticias sobre Evo Morales, un personaje cuyo protagonismo se amplía gracias a la cobertura que le da la prensa. Alguna vez llamé a reclamar a mis colegas porque me parece que son usados, como Donald Trump utilizaba a la prensa estadounidense. Declaraciones grandilocuentes, fútbol, anuncios, amenazas y los periodistas le conceden la portada.

En estos días, con las candidaturas para una institución politizada, casi todos los medios difunden la imagen de una señorita disfrazada y vociferante, responsable de atentar contra el patrimonio cultural de los potosinos. Fotos, declaraciones. ¿Qué interesa esto para construir el Bien Común?

O el caso de una “wawa” del vicepresidente que quiere sus 15 minutos de gloria como tantos delincuentes. Salir en foto, el nombre en letras de imprenta. ¿Por qué entrevistarlo? Es un émulo de aquel boliviano que atentó contra La Pietá de Miguel Ángel con la misma ignorancia y arrogancia, y del cual nadie se acuerda ya.

En Colombia, los medios acordaron manejar con inteligencia las noticias relacionadas con el terrorismo guerrillero o con los narcos con pretensiones políticas. El terror físico o verbal necesita publicidad; cuando no la consigue, asoma su verdadera estatura.

¡Cuánto bien le haría al país dejar de ver el rostro del émulo de Vladimir Putin que quiso eternizarse en el poder y tanto dolor trajo a los bolivianos!

También se sabe hace mucho tiempo que la difusión de noticias sobre hechos violentos, incluyendo los suicidios, sin trabajar sus contenidos y alcances, tiende a provocar imitaciones. Casi cada día de esta semana, al abrir páginas electrónicas de los periódicos bolivianos, se observan imágenes de feminicidios, linchamientos y violencias.

Cualquier lector puede hacer la prueba y contar cuánto espacio ocupa la crónica roja en los medios de comunicación bolivianos y cuántas notas expresan logros de los ciudadanos, iniciativas artísticas o crítica cultural.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Lupe Cajias

Periodista e historiadora

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