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Productos “eco” ni tan amigables como parecen

Cecilia González P.

Biotecnóloga - Divulgadora científica

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En un mundo donde el cuidado del planeta dejó de ser una opción para convertirse en una urgencia, el mercado respondió con una avalancha de productos “eco-amigables.” Sin embargo, como todo fenómeno reciente y masivo, no todo lo que brilla es verde. El concepto de sustentabilidad y ambientalismo ha sido incorporado en etiquetas y campañas publicitarias que a veces esconden realidades complejas e incluso contradictorias con el mensaje que venden.

Dos recientes investigaciones nos invitan a pensar dos veces antes de elegir ese producto “eco” que parece la mejor opción para el planeta sin mayor esfuerzo. Primero, el boom de los pañuelos descartables de bambú como alternativa ecológica está siendo cuestionado. Un estudio científico reciente pone en jaque la idea de que todo producto derivado del bambú sea automáticamente amigable con el medio ambiente. Aunque el bambú es una planta notable por su rápido crecimiento y regeneración natural que reduce la presión sobre los bosques tradicionales, la huella ambiental del proceso productivo no es neutra.

En particular, el estudio destaca que la mayoría del papel de bambú viene de fábricas en China, donde el proceso de producción se alimenta en gran parte de una matriz eléctrica basada en carbón, una fuente de energía catalogada de contaminante a nivel global. Esto implica que, desde la extracción del bambú hasta la manufactura final, se generan emisiones de gases de efecto invernadero que pueden superar a las producidas por los pañuelos descartables convencionales con origen en países con matrices eléctricas menos contaminantes, como Estados Unidos o Canadá.

Otro aspecto menos visible pero igualmente crucial para la salud de muchas personas se relaciona con los empaques llamados “eco-amigables” que están hechos de materiales biodegradables derivados de residuos de trigo u otros cereales que contienen gluten. Según estudios recientes, y respaldado por la información del Allergen Bureau, el gluten puede migrar desde estos empaques hacia los alimentos que contienen, incluso en productos que se etiquetan como sin gluten.

Este fenómeno de migración de gluten no es contaminación cruzada por manipulación, sino un traslado real de esta proteína a través del contacto prolongado con el alimento, lo que podría desencadenar reacciones en personas con enfermedad celíaca o sensibilidad al gluten. Los pacientes celíacos, al consumir alimentos que contienen trazas mínimas de gluten, pueden sufrir daños intestinales graves y problemas de salud inespecíficos y crónicos.

Estos dos casos nos recuerdan que las etiquetas “eco”, “natural” o “seguro” no garantizan transparencia ni compromiso real con la sustentabilidad o la salud. Mucho menos deben ser usadas como argumento exclusivo para decidir qué consumir.

Como consumidores, salir de la trampa de las modas ambientales implica informarnos críticamente, conocer los procesos y las condiciones tecnológicas detrás de cada producto, y exigir certificaciones rigurosas, claras y auditables que verifiquen el impacto ambiental y social.

En Bolivia, donde la sostenibilidad enfrenta retos propios por la presión sobre ecosistemas diversos y la informalidad industrial, es doblemente importante que los consumidores tengan acceso a información transparente y oportuna para hacer elecciones que impacten positivamente en el entorno y la sociedad. No podemos permitir que la moda de lo “eco” termine siendo solo una estrategia de marketing para disfrazar productos que terminan perjudicando más que ayudando.

La responsabilidad ambiental y social comienza con el conocimiento, y ese poder debe estar en manos de cada uno para que no caigamos en engaños que lejos de salvar el planeta, solo lo cargan de más contaminación y desigualdad.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Cecilia González P.

Biotecnóloga - Divulgadora científica

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