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¿Puede existir una verdadera democracia sin partidos políticos? La historia y experiencia mundial indican que los países que lograron establecer un sólido Sistema de Partidos, pudieron consolidar la democracia como un modo de organización social y política de sus pueblos, implementando innovadoras formas de organizarla, para canalizar la participación ciudadana en igualdad de condiciones y sin privilegios arbitrarios.
Solo existe un movimiento político activo en Bolivia, con rasgos corporativistas, matices y fisuras que vienen aflorando en el último tiempo. Ese partido es el Azul. Si es analizado con rigurosidad académica, puede concluirse que el titulo de partido le queda muy grande. Tuvo la astucia de aprovechar con hábil oportunismo, el momento de desencanto de la población con los partidos sistémicos. Las otras agrupaciones partidarias, no pasan de ser siglas huecas, sin vida orgánica permanente y con escaso compromiso militante.
Muchos llegan a aseverar que no hay oposición. Únicamente existen parlamentarios, dirigentes sindicales, cívicos y sectoriales que defienden los intereses y demandas de su facción, descuidando la globalidad y careciendo de una visión de nación. No se percibe una labor colectiva, los activismos que presenciamos son esporádicos y personales. Con actuaciones más reactivas que propositivas, unos buscan trascender y otros un espacio para proyectarse.
El ideario, agenda nacional y proyecto país, no se elaboran en grupitos de amigos, ni en logias, son producto del diálogo y el intercambio colectivo de ideas, prospectivas y cosmovisiones. El pensamiento se expande a través del debate, para concluir en propuesta y una estrategia. Como muy bien señalara un intelectual orgánico, la agrupación política es una cabeza que piensa a través de mil cerebros.
Muchos aspirantes a la presidencia de gobierno, tienen la ilusión de llegar al poder trepándose en la ola de descontentos con el actual régimen de autoritarismo progresivo. Únicamente agrupan a sus seguidores en frentes electoralistas y en comicios generales; no se dan el trabajo de construir sus propios instrumentos políticos y de emprender desde la base un mínimo de estructura organizativa moderna. La experiencia nos enseñó que pidiendo el “voto útil”, no es suficiente para derrotar a la monstruosa maquinaria azulina.
Conmemoramos los cuarenta años de la instalación del Estado de la Democracia. Esta no fue obsequiada ni cayó del cielo, fue conquistada y labrada día a día por una generación que se entregó valientemente a esta cruzada nacional, en el marco de varias formas orgánicas sociales y políticas, por medio de cuadros políticos y con posicionamiento ideológico. El compromiso con la democracia, requiere superar la pereza orgánico-política que actualmente impera.
El gobierno y todos los matices azulinos coinciden en su visión antisistémica del Estado, son de esencia antidemocrática porque no se cultivaron en espacios de cultura democrática; emergen del “societarismo arcaico”, de óptica gregaria, excluyente, intolerante y ventajista, donde exclusivamente importa lo que beneficia al grupo. Desprecian a las principales instituciones, la racionalidad económica y no conciben el Estado de derecho, y fieles a sus originarios impulsos, engendran un Tribunal Electoral a su imagen y semejanza, con el propósito de apuntalar el fraude sistémico que les permita prorrogarse en el poder.
Lo que no imaginan los autoritarios azulinos, es que la voluntad de vivir en libertad y en democracia, es más fuerte que el régimen absolutista que intentan implantar. Solo aceptan un partido y un líder, son caudillistas, por ello no puede coexistir dentro de sus filas un traidor, que dispute el liderazgo al cacique del Instrumento político.
Así como los azulinos aprovecharon la brecha del descontento, ahora es la ocasión para que los potenciales candidatos presidenciales, acerquen posiciones y se pongan a la tarea de preparar una Propuesta Nacional, trabajar espacios orgánicos mínimos y eficientes, que les permita construir una alternativa democrática en unidad.