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En mi artículo anterior, expliqué sobre la personalidad del facineroso y como esa conducta individual cuando se generaliza daña a su propia sociedad y a su propio país porque la corrupción, para el maleante, le resulta: rentable, favorable e impune, desnaturalizando y destruyéndolo todo.
En esta ocasión, amerita explicar que estamos en tiempos que debemos adentrarnos a nuestro destino. Levantarnos y comenzar a vivir la vida con sentido común, alejándonos de una mentalidad del pasado, ni ser instrumentos de manipulación, donde te quieren sedentarios y conformistas, dominados por el miedo, la distracción, el entretenimiento, la diversión (donde todos en esta vida, tan solo desean reír), la egolatría, la mentira o las falsas creencias.
El filósofo y empresario inglés William Penn (+), con total franqueza, afirmó: “Lo correcto es correcto, incluso si todos están en contra. Y lo incorrecto es incorrecto, incluso si todos están a favor”.
Penn, de esta manera, resaltó la importancia de la sinceridad y la integridad, esto es, hacer lo correcto, porque si una sociedad, hace culto al dinero, teniendo por fe y convicción, de que el dinero lo es todo y se enriquece con la mentira y el engaño; y, les encanta sólo escuchar mentiras y hacer lo que no es correcto; finalmente, toda esa sociedad (sin distinción alguna), va rumbo a la decadencia, la Cleptocracia, el caos total, instaurándose gobiernos de maleantes, autoritarios y tiránicos, con pueblos de esclavos histéricos, porque sólo se dedican a quejarse pero no a cambiar, nunca están dispuestos, ellos mismos, a cambiar de mentalidad y de conducta, pero eso sí, siguen con el mal hábito de mentir, engañar (que es la semilla de la corrupción) y, para el colmo de males, además se deleitan escuchando mentiras, les gusta que lo diviertan, que lo engañen, que lo entretengan y los distraigan, que hagan perder su tiempo. De allí, que, en dichas sociedades corruptas, muchos, son o se vuelven millonarios, porque mienten a personas que quieren ser engañadas.
Muchas veces, las personas creen que lo mejor está siempre afuera, en los otros países (aquella creencia que el césped del vecino siempre será más verde que el nuestro) y, no desean esforzarse por mejorar como persona, sociedad y como país. Viven en su patria como forasteros, es decir, viendo a los demás como extraños, pensando y añorando que sus hijos puedan vivir fuera de su país (que éstos puedan conseguir un prometedor matrimonio afuera, que les brinde libertad financiera), olvidándose que las nuevas generaciones debido a la poca accesibilidad que tienen (por los altos costos y pocos ingresos) son más usuarios que propietarios, y muchos padres no se dan cuenta que logran costear aquella permanencia de su descendencia en otro país, con actividades que realizan en su propio país. Es decir, absurdamente, no valoran su propio país, ni tratan de mejorarlo, poniendo incluso en riesgo lo poco o mucho que todavía tienen.
En otras palabras, la gallina que les proveen los huevos (productividad) se encuentra en su país pero en vez de esforzarse por velar y mejorar el ambiente de inversión, confianza, certidumbre y seguridad jurídica de su propio país, resulta que sólo piensan que siendo facineroso, corrupto, envidioso y prebendario lograrán todo lo que se le plazca, destrozando todo aquel ambiente de sana inversión antes mencionado; y, a su vez, creyendo que es afuera donde está siempre lo mejor, por ende, descuida lo propio, no lo protege, llegando a conformarse a vivir rodeado de murallas físicas, de informalidad, mentira y engaño (como ser: la corrupción, evasión fiscal, estafa, competencia desleal, lavado de dinero, contrabando, etc.), al extremo que contaminan todo de corrupción generalizada y desvergonzada, liquidando aquella gallina que les proveía los huevos, es decir, aniquilando la inversión productiva, reinando en su país, la absoluta inseguridad y la total desconfianza.
Todo eso puede ocurrir cuando solo se piensa en proyecto de poder (es decir, aquel poder efímero, mismo que se evidencia, cuando abundan más politiqueros que emprendedores formales y cuando casi todos estiman, que es con la politiquería, la mentira y la corrupción, el medio por el cual obtendrán libertad financiera), sin pensar en proyecto de futuro (es decir, para su descendencia en su propio país), cuando sólo se piensa en tener satisfacciones plenas inmediatas, sin sacrificarse por ser íntegros, tampoco por generar confianza, seguridad jurídica, cuando no les importa construir un propicio entorno para la inversión.
Si realmente deseamos mejorar como país, es de forma endógena, esto es, se debe partir desde lo interno o individual a lo general, no a la inversa. Lo contrario, es tan solo autoengañarnos. Emigrar no es una solución definitiva. Nada en la vida lo es. Solo la muerte (desde la perspectiva física). Pero sí es una decisión frecuente, una opción que algunos piensan.
Hay quienes solo piensan en irse de su país y, algunos se van sin cambiar de mentalidad, es decir, siguen buscando enriquecerse con la mentira y el engaño en aquel país foráneo donde se encuentran, por ejemplo, por un lado, logran la jubilación en aquel país extranjero pero a ocultas, resulta que siguen percibiendo ingresos en su propio país sin tributar (Ej.: reciben otra jubilación en su país de origen, sin informar tal situación al país donde se encuentran), ocultando maliciosamente esa realidad, pero resulta que por ello, desvergonzadamente se creen que son muy inteligentes (la perniciosa viveza criolla); y, todavía, para el colmo de males, hay quienes haciendo eso, todavía alegre y descaradamente afirman de que les va muy bien, que viven felices y que son personas decentes e íntegras.
De esa manera, con esas conductas disvaliosas manifestadas en el otro país que lo acoge, van desgraciando y perjudicando a dicho país, porque a mediano y/o largo plazo, van descomponiéndolo y desconfigurándolo, dado que éste se va contaminando de dichas malas prácticas y posteriormente dichos países también van rumbo a la decadencia.
Como dijimos, llevar una vida histérica es absurda máxime cuando la gente solo se queja, pero no desea auténticamente cambiar, creyéndose el cuento de que migrar siempre será la solución, sin darse cuenta de que con ello, lo único que hacen es destruir su propio país, dejándolo merced al saqueo absoluto, que se encuentre comandado por la corrupción generalizada y desvergonzada, ciudades donde impera tan sólo el desorden, el abandono y la impunidad, en una ciudad donde ni siquiera se tiene aceras que permitan caminar adecuadamente (sin riesgo de lesionarse), sin parques seguros. Un país sin Dios ni ley, totalmente dividido, débil, manipulado y polarizado en bandos (que solo piensan en intereses individuales y de grupo, no así en el interés general), encumbrando títeres favorables a bloques mundiales geopolíticos, sin beneficiar a su propia región y sin engrandecerla, provocando guerras, donde nadie confíe en nadie y se tenga un país en bancarrota no solo en lo económico sino también en una quiebra perenne de valores y principios éticos morales sucumbiendo en ser riesgo país por los siglos de los siglos, persistiendo aquella mentalidad de lacayo en favor de potencias extranjeras mundiales (y viven esperanzándose insensatamente en ellas, ya que no existe potencia buena o potencia mala, todas ellas se mueven en función a intereses no en términos maniqueístas).
Advirtamos, constantemente vivimos de crisis en crisis (llámese crisis política, judicial, etc.) y eso justamente ocurre porque no deseamos cambiar; por lo tanto, lo único cierto y evidente, es que está en nosotros mismos, mejorar como país de manera fidedigna e íntegra, con sentido común, sin ser presos de la ignorancia, la necedad, la mentira, el engaño y la corrupción.
Si deseamos mejores días para nosotros y nuestra descendencia, hagamos de nuestro propio país, aquel lugar añorado y de ensueño. Preguntémonos: ¿Qué queremos priorizar? ¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar por lograrlo? ¿Cuál es el mayor nivel de renuncia que podemos soportar?
Como bien sabemos, todo cambio externo (de fachada) es simple reforma mientras que el cambio interno es verdaderamente capaz de producir transformación. Toda transformación empieza en lo personal y, de esa manera (trabajando en nosotros mismos), se propaga ese cambio y en consecuencia la realidad cambia. No hay nada que inventar para decir esto ni buscar el milagrito como solución porque todo está en nuestras manos, no hay nada nuevo debajo del sol. Nada bueno se logrará y aquellos peores días que tanto tememos y nos aterroriza vendrán, si seguimos premiamos a los facinerosos y condenando lo ético en todas las áreas (profesional, ocupacional, empresarial, gubernativo, etc.).