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No es mala idea la propuesta de un diputado opositor, de sugerirle al gobierno de Luis Arce que envíe a Evo Morales a alguna embajada para alejarlo de la política nacional.
Venezuela, dice el parlamentario. Pero puede que esto termine siendo problemático para el régimen de Nicolás Maduro, ya que Morales y su historia del 2019 son la prueba viviente de que un movimiento ciudadano lo suficientemente contundente sí puede derribar a una autocracia. Lo mismo pasaría en Cuba y a la enésima potencia, con las protestas juveniles.
Otra posibilidad sería México, pero López Obrador ya probó ese trago amargo con el asilo, que debió truncar por la alteración de las relaciones bilaterales con Estados Unidos que representaba la incómoda presencia.
Argentina entonces. Podría ser durante el 2022, pero en el 2023 vienen las elecciones presidenciales y Evo sería contraproducente para la piel de cordero con la que el peronismo K ampliado buscará revestirse de nuevo.
¿El Perú de Castillo? El Congreso lo ha declarado persona non grata y no aceptaría jamás sus credenciales diplomáticas.
¿Rusia o China? Tal vez Vladimir Putin podría enseñarle cómo tratar con mayor sofisticación con “su Medvédev”, o en Pekín podrían explicarle la importancia de los mecanismos de mercado, así sea en el marco de un capitalismo de Estado. Pero hay negocios demasiado importantes con ambas potencias, para que Morales ande metiendo la cola en esos asuntos.
¿Irán, por lo menos? El problema, aquí, es que la rígida moralina chiíta puede ser un obstáculo para las costumbres privadas del ex mandatario.
Otra alternativa sería Chile, en una hipotética reanudación de relaciones diplomáticas durante el boricato. Pero el asunto igual se trabaría en el Parlamento trasandino, donde la centroderecha sí conquistó espacios claves.
La buena noticia para Morales es que aún le quedarían las opciones de Nicaragua, en plena construcción de la dictadura de partido único bajo el dúo dinámico Ortega-Murillo, o de Kazajstán, cuyo mandamás podría enseñarle un par de cosas sobre cómo tratar a esos molestos manifestantes democráticos.
Lo importante -habrá que soplarle en la oreja a “Lucho”- es sacarlo del país, porque el incordio no está dejando vivir en paz al oficialismo, a la oposición ni a los neutrales.
La guerra por el gabinete ministerial, primero sorda y ahora abiertamente declarada, es sólo una muestra de los conflictos que Morales puede acabar detonando en los próximos meses y años, en su obsesión megalómana por la recuperación del poder total.
Posdata: un destino muy interesante pero improbable sería Cabo Verde, última parada hecha por el empresario de la boliburguesía Alex Saab, antes de vestir el uniforme naranja de una prisión norteamericana y de empezar a cantar varias tonadas sobre los esquemas de corrupción chavista en el continente.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo