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Las dos caras de Alemania y EE.UU. frente a Rusia 

Guillermo Bretel

Politólogo y Sociólogo de la Julius-Maximilians-Universität Würzburg

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El encuentro en la Casa Blanca entre el presidente estadounidense, Joe Biden, y el  canciller alemán, Olaf Scholz, pareciera haber arribado a una conclusión evidente: si  Rusia decide invadir a Ucrania como en el 2014, esta vez las sanciones de los miembros  de la OTAN serán mucho más duras, incluso si tienen grandes consecuencias para sí  mismos, como sostuvo Scholz. Sin embargo, en el entrelíneas se puede ver que aún  existen desentendimientos entre los aliados de la OTAN que juegan un rol importante en  las negociaciones con Rusia.  

En sus discursos, ambos jefes de Estado han dejado claro el compromiso de sus países,  como miembros de la OTAN, de fortalecer la alianza para hacer frente a cualquier avance  de Rusia que vulnere la soberanía ucraniana. En ese marco, no queda ninguna duda de  que habrá más y más duras sanciones económicas a Rusia si decide invadir a Ucrania, y  no es de descartar que países miembros de la OTAN apoyasen militarmente a los  ucranianos, como deja suponer la inspección realizada por la ministra de relaciones  exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, en el frente de guerra.  

No obstante, los discursos de Scholz y Biden, aunque hayan enfatizado efusivamente su  compromiso de cooperación en el conflicto, han evidenciado también que ambos  Estados no han podido llegar a un acuerdo con respecto al futuro del importante  gasoducto Nord Stream 2, operado por la estatal rusa Gazprom, en caso de darse el peor  escenario. Aunque Biden mencionó explícitamente que el gasoducto no operaría en caso  de un avance ruso, Scholz fue mucho más reservado y prefirió no referirse a él.  

Alemania sabe perfectamente que, llegado el momento, Putin podría “cerrar el grifo”  como medida de presión frente a las sanciones, lo que pondría en riesgo la seguridad  energética del país europeo. Sin embargo, sabe también que los intereses  estadounidenses tienen un componente económico, puesto que EE.UU. busca ya desde  hace un tiempo consolidar su exportaciones de gas natural licuado (GNL) hacia el viejo  continente. En ese sentido, Alemania se encuentra en una encrucijada entre buenos  precios energéticos a cambio de posibles chantajes y precios mucho más altos de un  aliado relativamente confiable. Ninguna opción es óptima, por eso Scholz hace bien en  evitar hablar de ello mientras Rusia no dé el primer paso. Es decir, mientras Rusia no 

parezca dispuesta a utilizar esa arma contra Alemania, no hay motivo para mezclar la  cuestión energética con el conflicto en Ucrania. Ahora bien, si algo devela esta  controvertida situación, es que la estrategia energética alemana debe apuntar a la  diversificación de fuentes y, sobre todo, de proveedores. De esa forma, los alemanes  podrán sobreponerse a cualquier consideración geopolítica en el futuro, manteniendo la  seguridad y los buenos precios energéticos.  

Volviendo al encuentro entre jefes de Estado, no ha quedado claro de qué tipo de “duras  sanciones” se habla en caso de una incursión rusa. Asimismo, vale la pena recordar que,  en el 2014, durante la anexión de Crimea, ya se implementaron amplias sanciones contra  el Kremlin. Sin embargo, éstas prácticamente no tuvieron ninguna consecuencia para el  

accionar militar ruso ni para la soberanía ucraniana. En ese sentido, es importante  preguntarse a qué tipo de sanciones se refieren Scholz y Biden, para así poder poner en  cuestionamiento su posible efectividad. Que no hayan especificado las medidas deja  entrever que, tal como con el Nord Stream 2, probablemente aún no se hayan puesto de  acuerdo o que se trate simplemente de un discurso de contención para ganar tiempo y  poder avanzar en las negociaciones por la vía diplomática. De ser así, a pesar de los  desentendimientos percibidos, es una buena señal que se intente hacer prevalecer la  diplomacia por sobre la militarización. El encuentro entre Scholz y Putin en Moscú,  marcado para el próximo 15 de febrero, podría ser el lugar y momento de encontrar  compromisos y cesar las tensiones en el continente europeo. 

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Guillermo Bretel

Politólogo y Sociólogo de la Julius-Maximilians-Universität Würzburg

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