OpiniónPolítica

Las virtudes políticas necesarias

Christian A. Aramayo Arce

Presidente de la Fundación Gobierno Abierto y Director del Centro de Desarrollo Humano y Empleabilidad de la UAGRM

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Lo espíritu del ser humano surge en los momentos más difíciles. Ante circunstancias oscuras, dicho espíritu se reconforta, se alimenta ante pequeños brillos de importante significancia: el reencuentro con los padres, la carcajada de la mejor amiga, las palabras de un guía, la risa de los hijos, el abrazo de los abuelos…El espíritu del ser humano se alimenta de demostraciones de afecto en buena fe. Uno nunca deja de comunicar ni brindar señales y, dicho ‘espíritu’ responde a circunstancias específicas, pero hoy estamos ante un posible punto de inflexión política y considerables dosis de violencia con el riesgo de que la conflictividad y la situación económica de miles de familias empeore. Al no estar situados en el mismo escenario ni contar con los mismos actores que en 2019, es importante cultivar y practicar unas virtudes más que otras ya que no tenemos tiempo para perder. ¿Tiene el coraje mayor valor que el humor en las circunstancias actuales? ¿vale practicar la tolerancia sin un límite razonable? 

La templanza como virtud política es la práctica estoica de la madre de familia que, pidiendo que no haya más violencia por parte de las fuerzas del orden, recibe de rodillas gas pimienta en la cara. No responde a la agresión y soporta el abuso ante numerosas cámaras. ¿Cuál es el resultado político? La exposición del abuso gubernamental a la población y a la comunidad internacional. No olvidemos que los hitos de manifestaciones más grandes en la historia de la humanidad fueron aquellos donde se expone la verdad, que no es otra cosa que el abuso, de ahí que los gobernantes totalitarios son repulsivos a la libertad de prensa; no toleran la verdad y, cual si fueran una suerte de Dorian Gray, le tienen terror a mirarse a sí mismos, mirarse frente al espejo los destruye.

La templanza no se da exclusivamente frente a las provocaciones de otras personas, es también la manifestación estoica frente a la adversidad o las dificultades impersonales, tales como el clima o las fuerzas de la naturaleza. ¿Quién no se siente inspirado por la templanza de miles de vecinos que, pacientemente, soportan las inclemencias del clima? ¿Puede decirse que la movilización permanente, el cuidado de las rotondas con pititas no sirve de nada? 

¿De dónde sale la energía para la templanza durante tantos días en un contexto en el que no hay certidumbre política sobre el futuro? Si un límite evidente de la razón es la información disponible (en este caso, la información sobre lo que ocurrirá en el futuro), el ser humano tiene la capacidad de ir más allá de la razón y apela a la fe. En muchos casos puede ser fe en la causa, fe en los líderes o simplemente fe en algo que va más allá de nuestras posibilidades mundanas. De ahí la relación natural entre los momentos críticos con la religión. No se trata, como algunos pretenden señalar, de una promoción ideológica, es el último recurso que tiene el ser humano ante los límites de la razón en un momento de extrema incertidumbre y evidente crisis. En términos prácticos, se trata de tomar decisiones y dar saltos de fe.

Pero volvamos, la templanza implica tolerancia y se me podrá cuestionar que no es tolerable tolerarlo todo y tendrían razón bajo una importante advertencia: se tolera lo detestable (sino la tolerancia no sería una virtud) y la respuesta de intolerancia a los abusos en política debe ser una respuesta inteligente, bien comunicada y coordinada, todo esto basado en la efectividad real de la medida a tomar y/o la respuesta a generar. En otras palabras, si corresponde responder a un abuso con templanza, este debe ser agotando los recursos morales existentes y tomar la acción para alcanzar un objetivo político concreto, analizar los factores de poder coordinando con grupos y actores de interés, y todo esto basado en la efectividad de la medida y la construcción de escenarios en caso de que el camino a tomar no resulte ser el mejor. De ahí que la prudencia sea la virtud política por excelencia y con la templanza, sean hermanas políticas. ¿Cómo llevar adelante esto? Planificando las posibles respuestas ante futuros abusos y que todo quede grabado para enviarlo a grupos de interés. Sí, luego de apelar las instancias razonables, respondamos, pero con inteligencia.

Por otro lado, para la desafiante y casi oscura coyuntura a la que nos enfrentamos requerimos una virtud que genere esperanza, legitimidad y, de paso, brinde otras virtudes según las especificidades de cada coyuntura individual. ¿Hay tal cosa posible? Sí, y es la constancia, que como virtud política es particularmente especial. Como bien se sabe, la constancia por sí misma es una virtud generadora de otras virtudes, pero en términos políticos, se trata de la dotación impresionante de resultados que alimenta la confianza y la confianza es, en última instancia, la única riqueza real de todo fenómeno y actor político a lo largo del tiempo. Para graficarlo vamos a casos cercanos: ¿alguien puede dudar de la constancia de los mandiles blancos ante los interminables intentos de abuso en contra de médicos y profesionales de la salud? ¿no fue la constante movilización a lo largo de 21 días lo que permitió que se den las condiciones de la revolución de las pititas? ¿se imaginan las ollas solidarias sin la constancia necesaria para ayudar a miles de familias que recibieron apoyo? Estos hechos mencionados generan más virtudes, y motivan a otros a seguir adelante. En suma, su labor alimenta y consolida la esperanza en tiempos de oscuridad, son luz que brilla incansablemente a pesar de los intentos de grupos poderosos en apagarla. 

La constancia genera virtudes, pero no todas las virtudes sirven para esta desafiante coyuntura. El humor y la cortesía (como virtud) no sirven ante un criminal a punto de cometer un asesinato, al menos no tanto como otras virtudes como el coraje y la justicia. ¿Cómo saber qué virtud es más necesaria que otra en términos políticos? A la hora de actuar, ¿qué virtud ejercer en estos momentos? La fórmula es similar: se trata de analizar con inteligencia y comunicar a los grupos y personas interesados. La constancia genera nuevas virtudes, la prudencia nos indica cuáles emplear.

La constancia brinda confianza en la lucha (y sus actores) y esperanza en la población; en cuanto a los actores y organizaciones políticas, estamos hablando de importantes dosis de legitimidad para que ellos ejerzan el poder que se les confiere circunstancialmente. La constancia es una virtud que requiere de disciplina e importantes dosis de motivación, de ahí que los partidos políticos que trascendieron en la historia de Bolivia tuvieran como parte de su propuesta de valor a la disciplina partidaria, aunque para ello es importante tener objetivos, medios y tesis político-discursiva con absoluta claridad, pero ese ya es otro tema. 

Con la prudencia como eje transversal, hoy por hoy, la coyuntura nos manda a cultivar y promover la templanza ante las provocaciones y constancia para seguir adelante.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Christian A. Aramayo Arce

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