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Más allá del MAS

Maggy Talavera

Comunicadora y periodista

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La grave y profunda crisis que enfrenta hoy la institucionalidad cruceña, expuesta de manera descarnada en la absurda confrontación entre iguales, nada menos que en la Gobernación, no puede ser atribuida exclusivamente al MAS, ya sea como culpa o como mérito, tal como insisten en hacerlo la cúpula de Creemos y otros sectores de la sociedad civil. Ya lo dijimos una vez y lo repetimos hoy: en esta crisis hay una enorme responsabilidad de los que afirman ser opositores al MAS, sea de palabra o de acción, o de ambas a la vez.

Lo dicho no significa restarle peso a lo que hace el MAS, sea de manera abierta o camuflada, para neutralizar y asfixiar a sus opositores. Por supuesto que el partido de gobierno juega un rol preponderante en la crisis que ha explotado en el corazón mismo de la representación política de Santa Cruz. Pero, ¿cuál la novedad? Ninguna. El MAS viene apostando a esa crisis desde que llegó al poder en 2006, con el firme propósito de destruir el tejido institucional de Santa Cruz y, a través de ello, aniquilar la fuerza productiva, sostén del desarrollo cruceño.

Una evidencia que parece escapar a la vista de muchos cruceños, como se deduce justo en el terremoto que sacude a la Gobernación de Santa Cruz. Repito también: parece que la gran mayoría de los representantes políticos, de las élites empresariales, cívicas y profesionales, por citar algunos, han nacido ayer. Actúan como si desconocieran al monstruo que tienen al frente, como si ignoraran todas las artimañas, estrategias y abusos cometidos por ese poder central a lo largo de las casi dos décadas que lleva al mando del país.

Podemos enumerar decenas de ejemplos vistos en todos los sectores y a todo nivel, pero en este momento vamos a concentrarnos en Creemos, la agrupación política que se ganó el derecho de estar al mando del gobierno departamental. Los graves errores cometidos por la cúpula de Creemos no son recientes, datan de hace mucho tiempo. Entre otros, aunque no el único, el haber incorporado a su núcleo central nada menos que el hacedor y asesor del expresidente Evo Morales. Una decisión incomprensible, negada hasta hace poco.

Todavía hay resistencia en aceptar ese extremo, tanto en Creemos como en otros sectores afines al jefe de la organización y gobernador de Santa Cruz. Sí admiten ya que el artífice del fenómeno Evo Morales asesoró no solo al gobernador cruceño, sino también a dirigentes y candidatos de Creemos en los dos últimos procesos electorales. ¿Cómo negar el impacto de esa presencia/asesoramiento en la crisis vista hoy en Creemos y que impacta de la peor manera a la gestión gubernamental local? ¿Acaso ignoraban la carta de presentación?

Él mismo se muestra así: “Yo soy muy bueno haciendo guerras sucias, es más, yo quisiera que se me recuerde por eso. Soy un tipo cruel, despiadado, infiltro a todo el mundo, soy un desgraciado. Lo infiltré a Tuto, lo tenía muerto a Tuto a mitad de campaña, lo que comía él, yo lo sabía”. Cuando hizo estas declaraciones en un acto de la UMSA, en La Paz, ya era conocido como asesor de Luis Fernando Camacho,identificado como asesor de Evo en los momentos de mayor persecución y desprestigio de líderes y políticos de oposición, entre 2006 y 2009.

¿Alguien duda que cambió de estrategia en su accionar, que dejó de lado esa crueldad o la capacidad de infiltrar a todo el mundo, como él mismo sostuvo? Hay que ser muy ingenuo o, visto de otro lado, muy ambicioso para tener un estratega así con el único propósito de hacerse del poder, a cualquier precio. De la infiltración a la manipulación de Camacho, al igual que lo hizo antes con Tuto y Evo, hay poco trecho. No se explica de otra manera esa abrupta ruptura del gobernador con el vicegobernador, que ha derivado en la crisis de hoy.

Por supuesto que esta es solo una parte del problema. El traspié solo del gobernador no es suficiente para terminar de explicar una crisis que golpea a toda la institucionalidad del departamento, y no solo a la Gobernación. Otros asesores han actuado en concomitancia, pero en otras instituciones y agrupaciones o partidos políticos, consolidando una trama bien montada que complica aún más la realidad local, y de la que parece no salvarse nadie. ¿Siguen apareciendo más infiltrados? Es probable, por lo visto en los gobiernos locales.

Una vez más, repetimos: ninguna estrategia del MAS podría tener resultado si al frente de él hubiera contrincantes con ideas claras, principios firmes y coherencia en todas y cada una de sus actuaciones. Una carencia vista no solo en la cúpula de Creemos, sino también en la de otros partidos políticos y en la de las instituciones que representan a la sociedad civil. Increíble, pero lo que el MAS no logró con violencia en el caso del Hotel Las Américas, infiltrando a Jorge Ròzsa (al que luego matan), lo ha logrado con un “infiltrado abierto”.

Remarco lo de otras instituciones representativas de la sociedad civil, así como de otros partidos políticos, porque sin el consentimiento de éstas, el MAS no podría haber logrado lo alcanzado hoy: romper la estructura de lo que fue ya la principal fuerza política de oposición en Santa Cruz, como lo ha ido logrando en las fracturas de otras instituciones no solo cruceñas. Una realidad que parece estar lejos de ser revertida, por lo que estamos viendo en el gobierno departamental de Santa Cruz.

Si al interior de la Gobernación y de Creemos se mantienen las actitudes de confrontación y descalificación, no habrá posibilidad alguna de frenar esta irresponsable carrera hacia el abismo, arrasando con todo o lo poco que resta de institucionalidad y democracia. Esto ya no es apenas una crisis cruceña, un problema local. Dado el peso político adquirido por el departamento en los últimos años y el peso económico ya consolidado en la región, lo que pase aquí tendrá una repercusión directa en la estabilidad democrática del país.

Ese reto es de responsabilidad exclusiva de esa institucionalidad que se autodefine como opuesta al proyecto de poder del MAS, y ya no del partido de gobierno. ¿Podrá asumirlo? Ojalá que sí, aunque confieso tener muy pocas esperanzas de ver un desenlace feliz.


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Maggy Talavera

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