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Sin dólares, no hay paraíso

Hernan Terrazas

Periodista

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La semana pasada el presidente dijo que Bolivia iba a decepcionar nuevamente a los organismos internacionales, porque el crecimiento del PIB iba a superar los desalentadores pronósticos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Arce se atrevió a reafirmar que el crecimiento para el 2023 llegará al 4.7% proyectado en el presupuesto del Estado.

Por ahora no es fácil dar la razón a uno u otros, aunque considerando el nuevo contexto de reservas internacionales disminuidas, bajas calificaciones de riesgo y los alarmantes niveles a los que ha llegado el riesgo país, lo más prudente sería confiar más en la visión técnica de los organismos que en la “esperanza” política del presidente.

Pero lo que llama la atención, además, es que no hay mucha consistencia entre el discurso y la acción, porque pocos días después de la entrevista a Arce, el gobierno informó que fue en busca de los dólares del Banco Mundial a Washington o, como lo explicó el ministro de Planificación, a explorar nuevas fuentes de financiamiento para la economía boliviana.

De cualquier manera, lo que se quiere es plata, venga de donde venga, no importa si es de los organismos del “imperio” o de quien sea con tal de pasar el momento.

Lo que está claro es que cuando todo andaba muy bien y los números de la economía nacional solo eran motivo de orgullo para los diseñadores de las políticas y arquitectos del nuevo modelo, a nadie se le hubiera ocurrido la indigna idea de pasar el sombrero por Washington, pero ahora que la realidad quema, los dólares valen mucho más que la demagogia de otros tiempos. “Podemos dejar para otro momento las consignas, compañeros”.

Para Luis Arce debe ser muy difícil admitir que el modelo ya no funciona, porque durante años se arrogó la paternidad de una “criatura” exitosa y de “exportación”, pero cuando los ingresos por venta del gas comenzaron a caer y las expectativas de mantener los mercados actuales de hidrocarburos y extenderse a nuevos se convirtió en mera ilusión, las certezas comenzaron a tambalear y la soberbia también.

Eso de que el populismo, mucho más el de izquierda, solo funciona con plata es nomás verdad. Y si no, basta mirar a Argentina, porque también el presidente Alberto Fernández tuvo que viajar a Estados Unidos a reunirse con Joe Biden para destrabar algunas gestiones ante el FMI y dejar de lado varios de sus compromisos con China.

La disyuntiva es asumir que ya nada será igual o vivir de la ilusión, cosa difícil porque los hechos de la rutina económica son reveladores de que la gente vive de todo, menos de ilusiones.

Es más, si uno va por las calles se encuentra con que hay escasez de dólares y de confianza, y abundancia de conflictos y expresiones públicas de descontento, precisamente las dos cosas que eran características de los viejos tiempos de crisis e inestabilidad.

Si a eso se añade que es un poco remoto el día en que Bolivia se convierta en la Arabia Saudí del Litio, porque en esa carrera hay varios que tomaron la delantera y quieren mantenerla a como dé lugar, el futuro es mucho más difícil de lo que parece.

Por ahora, el único camino es el pragmatismo, aunque ello implique dejar las ideologías para tiempos de abundancia, porque sin dólares no hay paraíso.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Hernan Terrazas

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