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Un gobierno que convierte su éxito en su peor fiasco

Pedro Portugal Mollinedo

De formación historiador, autor de ensayos y análisis sobre la realidad indígena en Bolivia, fundador del mensual digital Pukara

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El Gobierno dio paso atrás respecto al carnet de vacunación contra la Covid-19, suspendiéndola como requisito hasta el 26 de enero. Sorprendente, si tomamos en cuenta el éxito inicial de la carnetización. El propio ministro de Salud, Jeyson Auza señaló que de dos mil vacunado por día se pasó a más de cien mil. “…En tres días hemos vacunado casi medio millón de personas”, aseguró.

¿Por qué el gobierno retrocede y qué consecuencias puede acarrear esa reculada? Es evidente que el Gobierno no conoce al pueblo al que gobierna. Ni siquiera conoce las posibilidades de la administración que maneja. 

Todas las opciones ideológicas –de derecha o de izquierda− se fundamentan en principios liberales, según los cuales el ciudadano puede y debe actuar por su propia voluntad. Incluso las propuestas catalogadas como “estatistas” someten sus principios al acatar políticas de agencias y organizaciones internacionales. 

Cuando la vacunación era voluntaria, Bolivia ocupaba los últimos lugares en las estadísticas mundiales de inoculados. Cuando el Estado la vuelve obligatoria, los centros de vacunación se llenan de pacientes. No tiene nada que ver el libre albedrío: la libertad no es flor sin tallo ni raíces, y estos son siempre estructurales, económicos y sociales.

En Bolivia, las personas desertan la vacuna no por introspección filosófica, sino por imperativos de subsistencia en un medio difícil e incómodo para la mayoría. Cuando la vacunación más bien le facilita esa subsistencia como requisito administrativo, no hay protesta ni rechazo. 

Sin embargo, el gobierno fue el primer sorprendido con la afluencia de personas para vacunarse, poniendo al desnudo la precariedad de infraestructura sanitaria y administrativa: Puestos de vacunación improvisados; personal insuficiente, hastiado y prepotente. En un clima social inestable como el nuestro, simples ingredientes para mayor descontento social.

En ese contexto, la descalificación de la vacuna por minúsculos grupos conspiracionistas y tierra planistas (hasta entonces cantonados en las redes sociales) empezó a ganar audiencia callejera. El gobierno exige vacunarnos –fue el razonamiento−, pero es incapaz de hacerlo adecuadamente. ¿Qué hay detrás de ello? 

El asunto se volvió candente cuando las bases populares en el campo y ciudades constataron el doble discurso masistas. El dirigente gremial de El Alto, Toño Siñani denunció nominalmente al senador Andrónico Rodriguez como uno de los dirigentes del MAS que durante el gobierno de Jeanine Añez soliviantaban las masas señalando que el Covid 19 era una mentira de la derecha y de los yanquis para reprimir, amedrentando, las protestas populares. Con justo enojo Siñani remarca que ahora el MAS obliga la vacunación… ¡y con vacunas yanquis!

Es plausible, entonces, la conjunción de diferentes vertientes de protesta contra un enemigo común: el actual gobierno. ¿Se elimina ese riesgo posponiendo la carnetización? El remedio puede ser peor que la enfermedad. Posponer el requisito de carnet disminuirá ciertamente la afluencia de pacientes y soslayará la inopia de material médico. Pero, también puede desalentar en la población el ímpetu por vacunarse, acentuando los contagiados por Covid 19. Por otro lado, consolidará en los sectores populares el convencimiento de que cualquier presión ejercida consigue ineluctablemente doblegar las políticas oficiales.

El riesgo es más temible. La resistencia a la vacunación en los sectores populares tiene raíces históricas y sociales distintas a la de los anti vacunas. Sin embargo, ese discurso podría llenar el vacío que el MAS generó. La farsa del pachamamismo, que auto complació al MAS y le sirvió para engatusar sobre todo al público extranjero, tiene raíces comunes con el conspiracionismo anti vacunas. De las inocentadas sembradas, el MAS podría cosechar productos más cercanos a lo descarnado del Afganistán actual que al Tibet en los Andes del Suma Qamaña y otras sandeces pregonadas durante años.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Pedro Portugal Mollinedo

De formación historiador, autor de ensayos y análisis sobre la realidad indígena en Bolivia, fundador del mensual digital Pukara

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