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La pandemia desnudó no solo las miserias del sistema educativo, sino también que las interrupciones escolares tendrán un impacto descomunal en los alumnos. En la publicación “La democracia en Bolivia Hoy”, Lourdes Montero y Verónica Paz Arauco, sostienen que Bolivia, junto a Belice, Nicaragua, Haití y Venezuela, son los países cuyos sistemas educativos estaban menos preparados en la región para utilizar alternativas educativas digitales y calculan un incremento del 8% en la deserción escolar por acceso académico, y un 12% por motivos económicos, lo que hace un total de 20% de deserción.
El dispositivo con el que más se conectan los alumnos es principalmente por celular (77.5%), con todas las limitantes que esto implica para la educación a distancia. La investigación revela que un 33,5% compra megas, es decir, tiene que comprar tarjetas de consumo para poder participar en sus clases, y la mayoría tuvo problemas para conseguir las tarjetas de recarga que les permiten agregar saldo de consumo a sus teléfonos por los altos costos que esto implica.
Lo más preocupante es que el 93,2% de estudiantes encuestados expresaron que no están aprendiendo “nada”, “casi nada” o “más o menos” con las clases virtuales, tanto en la enseñanza privada como estatal. Las clases virtuales tendrán un impacto brutal, por la sencilla razón que los métodos de aprendizaje a través de medios de comunicación masivo requieren acceso a tecnología que no está disponible en todos los hogares. Los profesores también necesitan acceso, formación y capacitación en métodos de aprendizaje a distancia. El acceso mediado por recursos tecnológicos acrecienta la brecha entre estudiantes de escuelas privadas y fiscales, así como el acceso de áreas rurales.
Al impacto negativo en el aprendizaje se suma el fenómeno de la deserción escolar. Mientras más tiempo permanezcan las clases virtuales, menos niños y niñas retornarán a la escuela, especialmente por la crisis económica y la falta de un empleo seguro para los padres. La educación en Bolivia, que todavía se mantiene al margen del salto tecnológico en el aprendizaje que vive el mundo desde hace décadas, requiere revolucionar completamente sus métodos pedagógicos de enseñanza y, sobre todo, cambiar el uso de la memoria como recurso de aprendizaje por un mayor contenido abstracto y analítico. Todos los esfuerzos deben centrarse, además, en cerrar las brechas geográficas, entre estratos sociales y de población indígena/no indígena que la pandemia ha generalizado.
La pandemia ha profundizado la crisis de la educación, y tendrá consecuencias fatales. Y es que la educación es un medio indispensable para el desarrollo pleno de la personalidad, la defensa de la dignidad, la formación, capacitación y realización personal sistemática y permanente de y para toda la vida. Debe orientarse hacia el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales. Debe promover la convivencia pacífica, y contribuir a erradicar toda forma de violencia en el ámbito educativo, para el desarrollo de una sociedad sustentada en la cultura de paz, el buen trato y el respeto a los derechos humanos individuales y colectivos de las personas y de los pueblos.
La formación debe ser liberadora en lo pedagógico y promover que la persona tome conciencia de su realidad para transformarla, desarrollando su personalidad y pensamiento crítico. Busca la formación integral de las personas y el fortalecimiento de la conciencia social crítica de la vida y en la vida para Vivir Bien, que vincule la teoría con la práctica productiva. Y estará orientada a la formación sin discriminación alguna, desarrollando potencialidades y capacidades físicas, intelectuales, afectivas, culturales, artísticas, deportivas, creativas e innovadoras, con vocación de servicio a la sociedad y al Estado.
La educación es la manera más potente de alcanzar la igualdad de género; de permitir que niñas y mujeres tengan una completa participación en el ámbito social y político, y de empoderarlas económicamente. Es una de las maneras más potentes de mejorar la calidad de vida de las personas, y de asegurar que los beneficios se traspasen a las futuras generaciones.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo