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Oporto es un reconocido analista de la realidad nacional, sociólogo, investigador y ensayista. Acerca del estudio mencionado, señaló que “la conclusión más general es que la cultura importa, entendida como conjunto de hábitos, valores y costumbres. Se pueden identificar ciertos rasgos del carácter nacional relevantes para explicar el atraso o las dificultades para emprender un camino más rápido de desarrollo”.
“Entre los rasgos disfuncionales está el bajo nivel de confianza en las relaciones interpersonales. El Mapa Mundial de Valores del 2019 indicaba que 9 de cada 10 bolivianos expresa recelo o desconfianza por los demás. Cuando una sociedad tiene bajos niveles de confianza hay más dificultades para construir instituciones sólidas y un Estado estable, nos cuesta trabajar en equipo y tendemos a la disgregación de esfuerzos”, remarcó.
El sociólogo dijo que otro rasgo importante es “el victimismo, la tendencia a eludir nuestras propias responsabilidades. Nos resulta más cómodo trasladar la responsabilidad a otros: el conquistador español, los gringos imperialistas o los chilenos”. Oporto citó también la “aversión a la competencia, prefiriendo el atajo, el padrinazgo, el favor político”, algo preponderante en la administración pública, donde “son pocos los funcionarios elegidos por sus méritos”.
“Otro rasgo es el desprecio por la ley. Nos encanta producir leyes en el Parlamento, que sobre todo en tiempos del MAS es una fábrica de leyes. Adoramos el papel sellado pero no tenemos el hábito de acatar la ley. Más bien somos una sociedad que está permanentemente cuestionando la legalidad”, subrayó, añadiendo que la serie de rasgos comentada permite explicar “por qué en Bolivia el populismo ha prendido tanto, por qué hay una cultura populista de larga data”.
A pesar de todo, destacó que el país “haya evitado el destino de un Estado fallido, que era una posibilidad dadas las condiciones adversas con que nació a la vida independiente, con un territorio vasto pero desconectado y con grandes zonas muy despobladas”.
“Ahora Bolivia es un país más integrado, con un acelerado proceso de urbanización, donde dos tercios de la población vive ya en las ciudades. La gran mayoría es mestiza, alfabetizada con la lengua común que es el castellano, y los pueblos indígenas son grupos sociodemográficos muy importantes pero están cada vez más integrados. También reivindico como historia de éxito el progreso de Santa Cruz, no sólo a nivel nacional sino sudamericano”, opinó.
Entre los mayores desafíos a superar de cara al Bicentenario, Oporto identificó a “la polarización y el autoritarismo populista”, que buscan exacerbar las diferencias entre “la Bolivia de las ciudades, los estratos medios, la economía formal y las regiones emergentes, por un lado, y la Bolivia de las provincias, de las áreas rurales y de los sectores populares indígenas, aferrados a tradiciones comunitarias muy fuertes”.
“Las dos Bolivias están conectadas de diversas maneras. Por ejemplo, la economía popular que impera en las grandes ciudades es una economía de mercado, con limitaciones por el alto grado de informalidad y el bajo desarrollo empresarial. Pero el problema es que la polarización política tiende a oscurecer o minimizar los puntos en común y a magnificar las diferencias, a levantar muros artificiales de incomunicación”, resaltó.
El analista dijo que en los 15 años de gobierno del MAS se ha dado “un proyecto que es la negación de la nación boliviana y que pone obstáculos constantes a la convivencia pacífica, a la integración, porque se nutre de la polarización. Es posible superarla y así lo demuestra Santa Cruz, que es un crisol de la nacionalidad”.