Coherencia, alucinaciones y elecciones
En las campañas no puede haber varias cabezas. Debe haber necesariamente un jefe: el candidato o el presidente, que tome las decisiones de manera vertical, después de analizar la información con los principales dirigentes y el equipo técnico. Pero debe haber solo un líder que decide. Si no está claro quién es el presidente, las decisiones son imposibles. ¿La campaña debe tener el tono que escoge Cristina, Alberto, Manzur, Aníbal, el consultor, o alguno que pasa por allí?
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Si se reúnen en Plaza de Mayo cincuenta mil micos, se morderían unos a otros sin nada que les permita ordenarse y se produciría una carnicería. Serían más primitivos que los seguidores de Martín Insaurralde cuando llegaron a celebrar el Día de la Lealtad, insultando a la madre de Macri, con laderos que pateaban las piedras y rompían las fotos de las víctimas del covid.
En De animales a dioses Harari explica que no fuimos demasiado distintos a los demás primates, hasta que concebimos el mundo simbólico. Vivíamos en hordas de cerca de cien ejemplares, límite de nuestra memoria para reconocer a otros, y para convivir sin agredirnos. Solo pudimos crecer, exterminar a los demás seres humanos y dominar la Tierra cuando concebimos elementos simbólicos que nos permitieron formar grandes grupos.
Hasta entonces, cuando un grupo de humanos encontraba un cacho de banana, simplemente la comía. De pronto, alguno dijo que una montaña, un río u otro ser superior con el que tenía relaciones los vigilaba, y los protegería y daría una cantidad ilimitada de frutos para siempre, si le dejaban llevarse todas las bananas para organizar su culto.
Entonces fue posible que se formen hordas con miles de sapiens que continuaron construyendo universos simbólicos que se convirtieron en su realidad y ordenaron todos los aspectos de su vida.
En la mayoría de las lenguas el vocablo para referirse al ser humano fue su gentilicio. Cada cultura cree que sus conjuntos simbólicos son los únicos correctos. Muchos occidentales apoyan a los norteamericanos que invaden Irak y Afganistán para imponer una democracia que los islámicos rechazan. Los chiitas duodecimanos estuvieron a punto de provocar una guerra mundial en 2012, porque su Imán, que conversa con el Mahdi Oculto, creyó que llegaba el fin del mundo. Los habitantes del Monte Athos suponen que Dios se enoja si ingresa al país una mujer o una hembra de animal doméstico que no sea gata. Los coreanos del norte vieron durante años en la televisión cómo millones de trabajadores salían a las calles de Moscú, Washington, Londres, París, Buenos Aires, a celebrar el natalicio de Kim Jong-il, el líder más importante del mundo. Millones de islámicos creen que su Dios no quiere que las mujeres sientan placer sexual y hay 200 millones de mujeres que han sido víctimas de la ablación.
Los símbolos y creencias tienen una coherencia, que se debe comprender desde una lógica de la alteridad. No se trata de someter a todas las culturas a un patrón único, sino de analizar la coherencia interna de cada sistema. Pero la comprensión de esa coherencia, que tiene que ver con las identidades, permite comprender mejor el mundo real.
Aunque los mundos imaginarios prevalecen en nuestra vida, el método científico nos permite contactar con la realidad propiamente dicha. La sistematización de datos duros, las observaciones y el uso de la estadística impiden que nos perdamos en las creencias, para lograr una visión más racional.
En estas elecciones argentinas el Gobierno perdió la brújula. El kirchnerismo es una variante del peronismo que se mezcló con un izquierdismo tardío, vinculado a los montoneros, a los que algunos líderes del grupo combatieron en el gobierno de Perón-Perón.
Después de la derrota en las PASO, que rompió otra vez el mito de que el peronismo es invencible cuando va unido, afloraron algunas contradicciones que tuvieron siempre, que no se pueden ocultar en la edad de internet, especialmente cuando la derrota busca culpables.
El consultor político que contrató el Gobierno, Antoni Gutiérrez-Rubí, aparentemente produce también la propaganda del Frente de Todos. Es bueno que tengan asesoramiento de profesionales. Si desde el principio hubiesen tenido ese apoyo, no vivirían esta hecatombe.
Por lo que se ve, sus investigaciones y experiencia lo han llevado a plantear una estrategia positiva para intentar remontar los resultados de las PASO. Su principal spot ha sido uno que dice Sí.
Es bueno que profesionales asesoren al FdT y sugieran una estrategia positiva
No insulta a los adversarios, ni siquiera los ataca. Los que aparecen dicen sí a varios temas, tratando de comunicar optimismo. Supongo que los odiadores más fanáticos ya están votando por los candidatos del Gobierno, y para crecer necesitan el voto de personas más normales, que tienen problemas que les interesan más que calumniar a la familia de Macri.
Varias tomas presentan personas que hablan de temas de la gente real: sí a pagar menos impuestos a las ganancias; sí a arrancar las peleas de raíz y dialogar; sí a que los dirigentes se sienten y se pongan de acuerdo; sí a escuchar.
Casi podría ser una propaganda de Juntos por el Cambio o una perspectiva nueva para dar un giro a una campaña que fracasó. Para surtir efecto esa campaña positiva debe estar en armonía con lo que dicen y hacen los funcionarios del Gobierno.
Para que funcione una campaña hay dos decisiones iniciales que se deben tomar. Las campañas son eventos con disciplina militar que ayudan a la democracia, en los que no puede haber varias cabezas, ni grupos que actúen autónomamente. Debe haber necesariamente un jefe: el candidato o el presidente, que tome las decisiones de manera vertical, después de analizar la información con los principales dirigentes y el equipo técnico. Pero debe haber solo un líder que decide. Si no está claro quién es el presidente, las decisiones son imposibles. ¿La campaña debe tener el tono que escoge Cristina, Alberto, Manzur, Aníbal, el consultor o alguno que pasa por allí?
La otra es el tono de la campaña. Esta es una decisión estratégica que se toma analizando todo el material que proporcionan las investigaciones y los análisis profesionales, para tener relación con la realidad, y no depender solamente de mitos, supersticiones y sentimientos. La comunicación de la campaña es sentimental, pero su planificación debe ser fría y racional.
En definitiva, si quieren cambiar los resultados adversos que sufrieron en las PASO, deben ser críticos con lo que hicieron que les llevó a esta crisis.
¿Creen que siendo más violentos van a conseguir más adherentes? ¿Los votantes indecisos a los que quieren convencer se entusiasman con sus actitudes amenazantes? Si eso es así, hagan un spot con el no.
Si atacando de manera burda a Macri logran más votos o dañan la imagen del ex presidente, redoblen la apuesta. Pueden insultar y lograr que jueces de dudosa condición abran nuevos expedientes. Si ven que con eso se derrumban en las urnas y mejoran la imagen de Macri, es mejor aceptar la sugerencia de Gutiérrez-Rubí. Pero eso significa algo más que un spot, se necesitaría lograr que la comunicación de la vicepresidenta, del Presidente, de todos los funcionarios y candidatos sea positiva.
Pero aparece el ministro de Seguridad espiando la escuela en que estudian las hijas de un conocido humorista para amenazarlo, un dirigente tenido por pensante, protagoniza un acto que nos repugna a todos los que tenemos amigos en la lista de los 120 mil muertos por covid. Se reúnen en Plaza de Mayo personas que tienen una imagen completamente negativa por su violencia y falta de respeto a los derechos humanos, entre las que está una de las pocas personas del mundo no islámico que aplaudió el atentado en contra de las Torres Gemelas. ¿Qué tiene que ver eso con el sí?
El Presidente asiste a la reunión del G20. Uno de los eventos más publicitados es su encuentro con Kristalina Georgieva, la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El Gobierno lo anuncia como un acontecimiento que permitirá avanzar en las negociaciones para un acuerdo. Con lo que han hecho será una reunión perfectamente inútil.
En estos días, los oficiales del Gobierno emitieron todas las señales para negar la posibilidad de un acuerdo con el Fondo. En la cultura política argentina estamos acostumbrados a que cualquier político diga cualquier cosa, se desdiga y no pase nada. El mundo no es así. Desde hace años los líderes creen que cuando un presidente y sus más cercanos colaboradores dicen algo, eso debe tener algún sentido.
Cuando estaba por salir al viaje, apareció Alberto Fernández despotricando contra el FMI, con un discurso propio de un dirigente estudiantil. Dijo que “si todavía no cerramos un acuerdo con el FMI, es porque no nos vamos a arrodillar” y se pronunció en contra de “un acuerdo rápido a cualquier precio”.
Nunca supe de un presidente obligado a arrodillarse para negociar con el FMI
Llevo varias décadas estudiando la política latinoamericana al más alto nivel, y nunca supe de un presidente al que se lo obligue a arrodillarse para negociar en el FMI. Esas son fantasías de adolescentes que no saben cómo funciona el mundo. El FMI es un banco que hace préstamos y después quiere que le paguen. Se pueden renegociar condiciones dentro de sus reglamentos, pero no esperar que haga donaciones, porque no es una ONG de beneficencia.
Máximo Kirchner, probable delfín del kirchnerismo, apareció en Lanús junto a una bandera que decía “Primero lxs argentinxs. Fuera FMI”, arremetió en contra del Fondo. La agrupación política que dirige, La Cámpora, sacó al aire un spot en el que anuncia que de ninguna manera pagarán la deuda al FMI.
Con todo eso ¿valía la pena la reunión con la directora del Fondo? ¿Es cierto que va a avanzar en algo con su reunión? ¿Saben si quieren o no un acuerdo con el FMI?
Da pena el papel que tiene nuevamente Argentina en el ámbito internacional. Hasta hace pocos años tuvimos un rol importante en el mundo. Cancilleres como Susana Malcorra y Jorge Faurie eran conocidos y respetados en el ámbito internacional, el presidente argentino era protagonista de todos los eventos, los mandatarios de los países más importantes venían a Buenos Aires.
Axel Kicillof, cuando fue al G20 en Australia, logró tomarse una selfie con Obama al paso y Alberto logró ahora saludar un minuto en un pasillo y recibir una palmadita de Biden.
En este mundo integrado, es indispensable pelear un lugar digno en el concierto internacional.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo