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Hoy, Kabul. Mañana, Bagdad

No es verdad que los Estados Unidos están saliendo demasiado pronto de Afganistán, sino que nunca debieron invadir ese país. Nadie los llamó, la mayoría de afganos no quiere su democracia, pretendían matar a un terrorista que estaba en otro lado, lo ejecutaron hace doce años. ¿Para qué seguían en donde no tienen nada que hacer? Biden ha anunciado que pronto retirará las tropas norteamericanas de Irak y se repetirá la escena de Kabul: los que colaboraron con la invasión entrarán en pánico, querrán huir, algunos se llevarán aviones con billetes, los norteamericanos se retirarán avergonzados de un país que nunca debieron invadir.

Jaime Duran Barba

Consultor de imagen y asesor político.

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La retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán ha provocado una discusión a la que hay que incorporar algunos conceptos. Determinadas categorías que desarrolló Fukuyama en El fin de la historia pueden permitirnos ir más allá de lo incidental.

No es verdad que los Estados Unidos están saliendo demasiado pronto de Afganistán, sino que nunca debieron invadir ese país. Nadie los llamó, la mayoría de afganos no quiere su democracia, pretendían matar a un terrorista que estaba en otro lado, lo ejecutaron hace doce años. ¿Para qué seguían en donde no tienen nada que hacer?

Estados Unidos y la OTAN entrenaron y equiparon a colaboradores y a un ejército de afganos que se disolvió en cuanto supo que se iban los norteamericanos. El presidente Ashraf Ghani se fugó inmediatamente con cuatro coches y un helicóptero repletos de billetes.

Después de veinte años de guerra murieron 7.432 efectivos invasores, 51.191 afganos calificados de insurgentes, 71 mil civiles y 73 mil miembros de un ejército afgano armado por Estados Unidos. Hay 2,6 millones de refugiados en Irán y Pakistán, y 3,5 millones de desplazados internos. La guerra costó oficialmente 978 mil millones de dólares a Estados Unidos, 30 mil millones al Reino Unido, y 19 mil millones a Alemania.

Razones. Cientos de miles de afganos, norteamericanos y personas de otras nacionalidades vivieron el horror de la guerra y quedaron con problemas psicológicos que ocasionarán nuevas desgracias en sus países. ¿Todo esto por qué? ¿Para qué?

Estados Unidos invadió Afganistán para vengar el atentado en contra de las Torres Gemelas orquestado por Osama bin Laden, líder de Al Qaeda, que vivía en Afganistán. Arrasaron un país para matar a una persona que estaba en otro. Nunca entendieron al islam.

A los islámicos no les interesa la pertenencia a países que Occidente inventó  cuando disolvió al Califato Otomano. Ante todo, se identifican con la comunidad de creyentes. El atentado en contra de las Torres Gemelas fue planificado por Bin Laden, dirigido por un egipcio, participaron 15 sauditas, 2 emiratíes, su base estaba en Afganistán. No tienen una autoridad religiosa que interprete el Corán de manera obligatoria, sino grupos de jurisconsultos que lo estudian en cada sitio.

Casi todos los aliados de Estados Unidos se opusieron a la invasión de Irak

Cuando la Unión Soviética invadió Afganistán en 1978, provocó la reacción de todos los islámicos. Estados Unidos los apoyó porque combatían a la URSS, armó y entrenó a un grupo dirigido por el millonario saudita Osama bin Laden.

Se produjo una migración masiva de afganos a Pakistán, miles de niños fueron educados en madrasas paquistaníes dentro del islam ortodoxo wahabí de Arabia Saudita. Los llamaron “catequistas”, talibán en idioma pashto. La mayoría de ellos son pashtunes, manejan a 13 millones de afganos y 30 millones de paquistaníes, cuya identidad es pashtun.

En 2001, después del atentado de las Torres Gemelas, Estados Unidos desembarcó en Afganistán para eliminar a Osama bin Laden. Estaban equivocados de país, él vivió en dos ciudades pashtun de Pakistán: Peshawar y Abbottabad, la zona en donde están las armas nucleares de Pakistán. Para un occidental es difícil visitar el Valle Oras, en donde está esta ciudad,  por la hostilidad de la gente y la estricta vigilancia militar. La enorme construcción en la que vivía Bin Laden tuvo que ser protegida por el ejército de Pakistán.

En 2003 Estados Unidos y sus aliados invadieron Irak con la falsa acusación de que tenía armas de destrucción masiva. Casi todos sus aliados, Francia, Alemania, España, se opusieron a una guerra en la que participaron solo Estados Unidos y el Reino Unido. La única explicación racional de la invasión está en el libro de David Owen The Hubris Syndrome: Bush, Blair and the Intoxication of Power, que la atribuye al endiosamiento de Bush y Blair.

Algunos occidentales creen que otras culturas son su pasado y que esas sociedades son ignorantes. Supusieron que los iraquíes aplaudirían a las tropas que llevaban “democracia” y “estabilidad” y solo se encontraron con una resistencia casi unánime. Ahorcaron a las autoridades, empezaron provocando 134 mil bajas civiles, gastaron billones para instalar una democracia que tiene el rechazo de la inmensa mayoría y que volará en pedazos cuando se retiren las tropas de ocupación.

Arrasaron un país al que nadie los había llamado. Un oficial del ejercito iraquí se proclamó Califa tomando el nombre del suegro de Mahoma, Abu Bakr, proclamó el Estado Islámico y esto provocó otra masacre. Las acciones del ISIS nos estremecieron por su crueldad a quienes creemos en los derechos humanos y la paz.

Biden ha anunciado que pronto retirará las tropas norteamericanas de Irak y se repetirá la escena de Kabul: los que colaboraron con la invasión entrarán en pánico, querrán huir, algunos se llevarán aviones con billetes, los norteamericanos se retirarán avergonzados de un país que nunca debieron invadir.

Islam. Para los cristianos es difícil comprender la naturaleza omnicomprensiva del islam. No es un sistema de creencias, ni una ideología, ni una religión, sino un sistema que abarca todos los aspectos de la vida del ser humano, un marco que determina su vida privada, social, económica y política.

Mahoma fue el único fundador de una religión importante que además fue guerrero, alcalde, rey. En esa cultura no cabe la separación de la religión con el Estado a la que se llegó en la cristiandad. El Corán es una colección de aleyas, versos recitados directamente por Alá a través de la boca del profeta. Sus textos son copia de un ejemplar del libro que está en el cielo, eterno e inalterable. No admite otra cosa que la interpretación literal de sus textos.

En un seminario escuché decir a líderes de Tamarrud (rebelión), el movimiento más importante de la primavera árabe egipcia: “Solo hay algo peor que una dictadura militar: un gobierno dominado por religiosos fundamentalistas”. Explicaban así por qué su líder Mohamed Abdelaziz y el premio Nobel de la Paz de 2005 Mohamed el-Baradei apoyaron el golpe del general al-Sisi en contra de Mohamed Morsi, el primer presidente egipcio elegido democráticamente. El-Baradei estuvo exiliado durante treinta años, volvió al caer Mubarak, pero ante el oscurantismo de los Hermanos Musulmanes pasó a la oposición y terminó aceptando la vicepresidencia de la dictadura. Morsi ganó con algo más del 50% de los votos y provocó una fuerte reacción cuando intentó asumir poderes absolutos para islamizar el país. El ejército tomó el poder.

En el Medio Oriente hubo gobiernos militares más o menos brutales que impidieron que los integristas, que muchas veces son mayoría, impongan la sharia.

En Turquía Kemal Atatürk, héroe de la independencia después de la Primera Guerra Mundial, quiso imponer valores occidentales, convencido de que el secularismo y la europeización de Turquía eran el camino para convertirla en un país moderno. Organizó una república que eligió 13 presidentes a lo largo de 84 años, tutelada por unas fuerzas armadas que mantenían la ideología liberal. En 2014 resultó electo Recep Tayyip Erdogan, un musulmán graduado en una escuela de imanes, que ha vuelto progresivamente a una sociedad islámica, acabó con la libertad de prensa, implantó un gobierno autoritario. El impulso de instaurar el islam choca con el deseo turco de ingresar a la Unión Europea, pero ni siquiera décadas de laicismo han logrado eliminar el deseo de la mayoría de volver a la sociedad tradicional.

Mohammad Reza Pahleví fue emperador de Irán desde 1941 hasta febrero de 1979. Su idea fue parecida a la de Ataturk, quiso imponer los valores occidentales. El “Rey de Reyes” y “Luz de los Arios” llevó adelante una política de modernización: expropiación de latifundios, sufragio femenino, la llamada  “revolución blanca”. Las reformas alcanzaron a una pequeña parte de la población y produjeron descontento en pequeñas ciudades y en el sector rural, el  más religioso del país. Su asesor fue Samuel Huntington, profesor de la Universidad de Harvard, autor de El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial.

A fines de 1978 cundió la sublevación en contra del gobierno, el Sha huyó del país y se instauró un gobierno de clérigos presidido por el Ayatollah Ruhollah Jomeiní que dura hasta el momento. Aunque oficialmente Irán es una república, en realidad es una teocracia, todo el poder está en el Iman, elegido por una Asamblea de Expertos en textos sagrados.

Es falso que el Islam esté dirigido por hombres que tienen sometidas a las mujeres

El gobierno iraní trata de exportar su modelo con intervenciones políticas directas en Líbano y actividades de su brazo terrorista Hezbollah. Tienen una actitud belicista porque creen que el fin del mundo está próximo, y en ese proceso tendrán un papel central comandados por el Mahdi Oculto y Jesús, que ordenarán la muerte de todos los judíos y de los cristianos que no se conviertan al shiismo duodecimano.

Mujeres. Hay en Occidente la idea de que el islam está dirigido por hombres que oprimen a mujeres a las que tienen sometidas. Esto es falso. Cuando cayó el Sha, lo más peligroso que había eran los grupos de mujeres vestidas con burkhas negras que recorrían las calles buscando occidentales para matarlos.

La gran mayoría de mujeres de esos países apoyan a los movimientos islámicos, aunque a muchos occidentales nos enojan disposiciones de la sharia que atentan en contra de los derechos humanos. Personalmente he defendido siempre a las mujeres de esos países que estaban en problemas, recogiendo firmas y mandando peticiones para tratar de detener abusos. Para el efecto, incluso he usado esta columna.

Hay otras prácticas como ablación, extirpación parcial o total del órgano sexual femenino para impedir que  las mujeres puedan sentir placer sexual, que según la OMS afecta a entre 100 y 140 millones de niñas y mujeres en 28 países de África y en algunos de Asia, entre los que está Irak. Es una versión radical de la tesis del Concilio de Trento, vigente hasta hace pocos años entre nosotros, de que el placer sexual femenino es pecado.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo

*Artículo publicado con la autorización del autor


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Jaime Duran Barba

Consultor de imagen y asesor político.

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