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La adquisición de Twitter de Musk es la democracia en acción

Rachel Chiu considera que la adquisición de Twitter por parte de Musk tiene beneficios netos para la sociedad –ya sea que tenga éxito o no en la implementación de su visión.

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Por Rachel Chiu1

El mes pasado, el multimillonario de internet Elon Musk completó su muy esperada adquisición de Twitter. Muchos usuarios ven a Musk como una amenaza que podría alterar las redes sociales tal como las conocemos, especialmente si se cumplen sus promesas de transformar la plataforma en una “común plaza pública digital”.

Pero contrariamente a las afirmaciones hechas por la coalición #StopToxicTwitter y otros críticos, la adquisición de Twitter por parte de Musk tiene beneficios netos para la sociedad –ya sea que tenga éxito o no en la implementación de su visión.

El magnate de los negocios se comprometió a apoyar el libre intercambio de ideas sin convertir a Twitter en un “infierno libre para todos” –un modelo de discurso abierto que difiere drásticamente del pasado reciente del sitio web. La adquisición ha recibido críticas de políticos y celebridades, y algunos optaron por abandonar la plataforma por completo.

Mientras tanto, muchos defensores de la libertad de expresión son optimistas y esperan que el nuevo liderazgo aborde los prejuicios políticos y las preocupaciones sobre la censura.

Aunque la conversación se ha centrado principalmente en los cambios en las políticas de moderación de contenido, se ha ignorado en gran medida un aspecto importante de la adquisición: cómo es seguro que sacudirá un mercado aparentemente estancado. El acuerdo de $44 mil millones es un punto de inflexión fundamental para el ecosistema de las redes sociales, que durante mucho tiempo ha girado en torno a unos pocos actores clave con políticas y pautas comunitarias homogéneas.

Según los escépticos de las Big Tech, las redes sociales están controladas por un puñado de empresas que ejercen un control similar al monopolio. El año pasado, la Comisión Federal de Comercio afirmó que Facebook –el rival de Twitter– captura el 85% del mercado de “redes sociales personales”. Aunque hay alternativas, estas opciones existen al margen, sin la fuerza que tienen Twitter, Instagram y Facebook.

La creciente popularidad de TikTok indica que el mercado no está paralizado; no hay poder de guardián que impida que los competidores tengan éxito. Sin embargo, muchos estadounidenses creen que hay opciones limitadas en las redes sociales, que están dirigidas por directores generales que toman malas decisiones, contrarias a las preferencias de los usuarios.

Sus decisiones durante la pandemia de COVID-19 y las elecciones presidenciales de 2020 han sido controvertidas: los gigantes tecnológicos adoptaron un enfoque de mano dura para la moderación de contenido al bloquear y etiquetar millones de publicaciones. En octubre de 2020, Twitter y Facebook suprimieron un artículo del New York Post sobre Hunter Biden, un movimiento del que Mark Zuckerberg todavía se arrepiente. Twitter tomó las medidas más fuertes, bloqueando a los usuarios para que no pudieran compartir el enlace por completo.

Estas decisiones han afectado el sentimiento público sobre las redes sociales de manera cuantificable. Según una encuesta de Pew Research de octubre de 2020, alrededor de dos tercios de los estadounidenses creen que las redes sociales dañan al país, y más republicanos defienden esta opinión. En 2021, el Instituto Cato descubrió que el 58% apoya un estándar de moderación de contenido de la Primera Enmienda, mientras que el 54% está más preocupado por censurar la verdad que por difundir información errónea.

Sin duda, existe una percepción creciente de que las empresas tecnológicas están perjudicando a la sociedad en contra de la voluntad de las personas.

Los legisladores en Washington han estado ansiosos por abordar estos problemas utilizando medios legislativos. Las propuestas de la Sección 230 y antimonopolio a menudo reciben apoyo bipartidista, en parte porque son una de las pocas señales para “abordar” las Big Tech.

Sin embargo, el acuerdo de Twitter muestra cómo el libre mercado, sin la intervención del gobierno, puede servir como una herramienta de autorregulación sensible a la opinión pública. En su carta de intención abierta, Musk razonó que compró la empresa para restaurar la “oportunidad de diálogo” y crear un espacio que sea “cálido y acogedor para todos”.

Su mensaje está dirigido directamente a la mayoría de los usuarios de las redes sociales que no se sienten representados por los estándares predominantes de las redes sociales. Esta es una de las razones por las que los defensores de la libertad de expresión respaldaron al empresario.

La adquisición de Twitter por parte de Musk es un buen ejemplo de la democracia en acción. Muestra que el equilibrio de poder entre las grandes empresas tecnológicas y el público no es tan amplio ni tan insuperable como parece. Independientemente de cómo cambie la plataforma, este es un buen desarrollo para las redes sociales.

1Es investigadora del Instituto Cato, se especializa en políticas de tecnología.

*Este artículo fue publicado en ElCato.org el 08 de septiembre de 2022

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo

 


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