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¿La Cumbre de las Américas en California aceptará dictadores?

Jaime Aparicio

Diplomático de Carrera, ex Embajador de Bolivia en los Estados Unidos

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A principios de junio de este año, el Presidente Biden hospeda la Novena Cumbre de las Américas, en Los Ángeles, California. Es la segunda vez que Estados Unidos invita a una cumbre, la primera fue en Miami en 1994. El propósito de ésta fue reorganizar colectivamente el sistema interamericano post guerra fría, en torno al compromiso de “preservar y fortalecer nuestros sistemas democráticos”. Los amplios consensos alcanzados en Miami duraron hasta la Cumbre de Quebec, del año 2001. Nunca antes las ideas políticas liberales se expandieron tanto en toda la región y de ese fermento, germinaron consecuencias de vasto significado para el sistema interamericano, una de ellas, la Carta Democrática Interamericana (CDI).

En Quebec, los mandatarios declararon que: “El mantenimiento y fortalecimiento del estado de derecho y el estricto respeto al sistema democrático son, al mismo tiempo, un objetivo y un compromiso compartido y son condición esencial de nuestra presencia en esta y futuras Cumbres” y que “una justicia independiente, imparcial y oportuna es una piedra angular de la democracia y del desarrollo económico y social”.

Sin embargo, casi tres décadas después, el estado de ánimo de la región decayó radicalmente y las divergencias hicieron añicos el consenso de los años noventa. El poco éxito de las cumbres de Mar del Plata, Puerto España, Cartagena, Lima y Panamá, reveló las profundas grietas ideológicas entre dictaduras y democracias representativas. El quiebre del espíritu democrático interamericano se inició a pocos años del gobierno de Hugo Chávez, dando paso una acelerada etapa de erosión democrática en Latinoamérica. Entre no respetar las reglas democráticas, hasta suprimirlas, desde la revolución hasta la ruptura del Estado de derecho, el juego político en la región sufre una metamorfosis donde se expanden las dictaduras y las democracias iliberales: democráticas en su origen y autoritarias en el ejercicio del poder. Bajo esos gobiernos, la convivencia democrática es una ficción.

Adicionalmente, en estos días de retorno del fantasma de la guerra, con la cruenta agresión militar rusa a Ucrania, enfrentamos una división planetaria y regional entre totalitarismo y liberalismo. Por tanto, la Cumbre de Los Ángeles, se llevará a cabo en un ambiente muy distinto al de Miami y Quebec. En ese contexto, la pregunta más difícil para Estados Unidos hoy es la siguiente:
¿Cómo puede profundizar sus relaciones con los países del hemisferio occidental sin descuidar los principios fundacionales del proceso de cumbres: democracia, libertad, transparencia, Estado de Derecho y libre mercado?

Para nadie es un secreto que los distintos gobiernos de Estados Unidos han descuidado sus relaciones con América Latina, y a excepción de Colombia, éstas han fluctuado entre la irrelevancia y la discordia, como fue el caso de las expulsiones de embajadores norteamericanos por parte de los gobiernos populistas de Bolivia y Ecuador. Por otro lado, la presencia de otros actores extra continentales, como China, Rusia e Iran, a lo que se añade una década de ingresos extraordinarios, debido a altos precios de las exportaciones de Latinoamérica, han fortalecido la hostilidad de los gobiernos populistas y han disminuido la influencia tradicional de Estados Unidos.

Como resultado, América Latina, descuidada durante mucho tiempo por Europa y dada por sentada por Estados Unidos, ha encontrado un sustituto en China, Rusia e Irán. China, ansiosa de recursos naturales, tolerante al riesgo y sin prejuicios sobre asuntos de democracia y derechos humanos, se ha convertido en el primer o segundo mercado de exportación y de inversión más grande para la mayoría de los países latinoamericanos.

Por otra parte, Rusia es, junto a Cuba, una fuerza que promueve el deterioro democrático en América Latina. Un ejemplo: el canal de Televisión estatal Ruso, RT en Español, junto a Telesur de Venezuela y Prensa Latina de Cuba, constituyen una maquinaria de desinformación en la región en perjuicio de Estados Unidos. RT es la mayor fuente de difusión de propaganda Rusa en el hemisferio.

En consecuencia, Estados Unidos precisa renovar su compromiso con las democracias regionales y no perder de vista que el Proceso de Cumbres de las Américas se creó sobre la base del respeto al sistema democrático. Por eso Cuba fue excluida de las cumbres. No obstante, en las cumbres de Panamá y Lima se invitó a Cuba y se mantuvo a Nicaragua y a Venezuela, pero poco tiempo después se produjeron la masacres de estudiantes en Nicaragua y la ignominiosa represión en Cuba. Ese enfoque no tuvo éxito.

Hoy no sólo hay regímenes totalitarios en Cuba, Nicaragua y Venezuela; sino democracias iliberales como el Salvador y Bolivia, donde no existe el estado de derecho; aspirantes a dictadores y variedades vernáculas de Trump, como AMLO y Bolsonaro; presidentes incompetentes e impopulares como Castillo y Fernández; el probable retorno de Lula, luego de la corrupción denominada “lava jato”, y la posibilidad del triunfo del populismo en Colombia con Petro.

En síntesis, no es un gran momento para la libertad y la democracia en la región. Por eso, apremia enfocarse en acciones de concertación que restauren los principios republicanos de limitación del poder y que, trayendo las palabras de Isaiah Berlin, “pongan fin a la confusión espiritual e intelectual, el reinado de los prejuicios y la superstición, la obediencia ciega a los dogmas no examinados y las estupideces y crueldades de los regímenes opresores que engendraron y promovieron tales tinieblas intelectuales”.

Esperemos que la lección para la política exterior de Estados Unidos, más allá de los resultados de la Cumbre, sea la de renovar activamente su presencia e interés en el hemisferio. La diplomacia de EE. UU. deberá forjar una alianza renovada de sustancia con aquellas democracias comprometidas con la libertad, el Estado de Derecho y el respeto a la dignidad humana en las Américas.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Jaime Aparicio

Diplomático de Carrera, ex Embajador de Bolivia en los Estados Unidos

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