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El régimen del Movimiento Al Socialismo ha sumado otro nombre a su larga lista de presos políticos. En este caso se trata del gobernador del departamento de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho.
No cabe duda de que el apresamiento del gobernador cruceño es una represalia por lo sucedido el año 2019, cuando el pueblo boliviano se manifestó de manera histórica contra el fraude electoral y el desconocimiento de los resultados del referendo constitucional del 21F. Pero este caso particular podemos sumarlo a muchos otros que han sucedido a lo largo de los años del gobierno del MAS.
El partido oficialista desde que accedió al gobierno eliminó cualquier vestigio existente sobre la independencia de poderes y cooptó el órgano judicial para utilizarlo y manejarlo a su antojo. Más claramente, para utilizar el sistema judicial como instrumento de represión, persecución y para atemorizar a quienes se opongan a su gobierno, tal como lo han hechos muchos otros gobiernos autocráticos en la actualidad y a lo largo de la historia en todo el mundo.
En anteriores artículos de opinión he manifestado la importancia de reformar el sistema judicial. Para mí no solo es importante, sino que es el punto neurálgico para poder cambiar la situación del país y acabar con el autoritarismo del MAS. Por esa razón lo denomino como: “La bala de plata.”
Las bolivianas y bolivianos muy pocas veces se han manifestado demandando una reforma judicial, y nunca con la misma contundencia con la que se lo ha hecho por otros temas, como la reciente protesta por el censo nacional de población y vivienda. Reitero nuevamente que tener una justicia independiente y transparente es el camino para solucionar muchos otros problemas que aquejan al país, incluyendo este último que pasa por garantizar el cumplimiento de la constitución y las leyes.
El 2023 será un año especial porque el tema de la justicia tomará una relevancia coyuntural como muy pocas veces lo ha tenido, pero esta vez podría generar cambios estructurales. En este año las actuales autoridades judiciales electas el año 2017 (con muy poca votación) cumplirán sus seis años de mandato, lo que quiere decir que este 2023 tendremos nuevas elecciones judiciales.
Sabemos que las dos anteriores elecciones judiciales (2011 y 2017) han sido una mala experiencia, razón por la cual la gran mayoría de las ciudadanas y ciudadanos optaron por votar nulo. Pero este año hay una diferencia sustancial respecto a los anteriores años, puesto que por primera vez el MAS no tendrá los dos tercios en la Asamblea Legislativa Plurinacional que requiere la Constitución Política del Estado para preseleccionar a los postulantes a los altos cargos judiciales.
Debo señalar que tampoco me fío completamente de los actuales parlamentarios de oposición puesto que, pese a la mencionada ventaja, demostraron una inmadurez política (para algunos hasta complicidad) en la elección del Defensor del Pueblo, facilitándole el camino al MAS para dicha elección que de igual manera requería del voto de los dos tercios. Por esta razón, es imprescindible que la ciudadanía esté expectante y asuma una posición vigilante y activa para este proceso.
Si la ciudadanía logra que en la preselección de la Asamblea Legislativa Plurinacional existan profesionales probos, transparentes y de trayectoria intachable, ya no sería necesario votar nulo para las siguientes elecciones judiciales. Sino que correspondería elegir a estas personas para que devuelvan la independencia al órgano judicial y procedan a impulsar una reforma de la justicia boliviana.
Es necesario señalar también que existe en la actualidad un grupo de profesionales independientes que se encuentran promoviendo un referendo para modificar la Constitución y desde allí promover a su vez una reforma judicial.
Este camino también puede ser una alternativa, pero lo que debemos tener claro es que si de verdad queremos cambiar la situación que vive el país y terminar con el autoritarismo del MAS (que cada vez se aproxima más al totalitarismo), debemos ineludiblemente reformar la justicia. Por tal motivo, el 2023 podría ser el año que lo cambie todo.