Campañas obsoletas
Quien miró las manifestaciones de esta semana habrá visto lo de siempre: muchos acarreados que gritan “Cristina Presidente”, en grupos informados para que sus empleadores puedan tomar lista con facilidad. Emociona hasta las lágrimas el entusiasmo de los contratados, que concurren a un concierto, escuchan un discurso hueco, y al final se registran para recibir una paga o ratificar el disfrute de un empleo público o un plan. Hay una diferencia con lo que ocurría hace veinte años: los actos han sido repetidos muchas veces, sus actores han envejecido, realizan los mismos pasitos traviesos sin la gracia de antes, huelen a naftalina. Ni ella ni sus aplaudidores tienen la novedad y la fuerza del principio.
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Los argentinos menores de treinta años han visto este espectáculo durante toda su vida consciente. La misma persona, con la misma máscara, pronuncia el mismo discurso, plagado de lugares comunes y angustias paranoicas.
El relato es el mismo: las fuerzas del mal pretenden matarla. Hace años pidió que, miremos hacia el norte si le ocurría algo para encontrar a los culpables, aunque fuera del país nadie conversa sobre ella, ni dedicaría algunas horas para organizar un atentado en su contra. Sin respetar el debido proceso, la historia le condenó hace rato. En ningún país existen personas que puedan hacer monigotes con su rostro para reclamar su inocencia.
Dice en su discurso que los vendedores de copitos de azúcar que trataron de matarla, eran miembros de un complot organizado por empresarios y políticos del más alto nivel. No es probable que los copitos hayan sido clientes de los clubes y locales que frecuenta la oligarquía criolla, ni sé por qué sus enemigos harían una operación tan enorme y disparatada, para ahorrarle la segura derrota que sufrirá si es candidata.
Si no logra vincular a estos personajes marginales con alguien relevante, el Instituto Patria editará el texto de un historiador militante que demostrará que Lenin y Trotsky vendían copitos de azúcar en la vereda del Palacio de Invierno para espiar a los Romanov. Así podría lograr que las minucias de su vida cotidiana parezcan importantes.
Decir que es bueno ser pobre es arcaico y está lejos de las preocupaciones de la gente
Quien miró las manifestaciones de esta semana habrá visto lo de siempre: muchos acarreados que gritan “Cristina Presidente”, en grupos informados para que sus empleadores puedan tomar lista con facilidad. Emociona hasta las lágrimas el entusiasmo de los contratados que concurren a un concierto, escuchan un discurso hueco, y al final se registran para recibir un pago o ratificar el disfrute de un empleo público o un plan.
Hay una diferencia con lo que ocurría hace veinte años: los actos han sido repetidos muchas veces, sus actores han envejecido, realizan los mismos pasitos traviesos sin la gracia de antes, huelen a naftalina. Ni ella ni sus aplaudidores tienen la novedad y la fuerza del principio.
Dice que son lo nuevo, pero no pueden seguir siendo nuevos para siempre, repitiendo lo mismo, e incluso retrocediendo en términos comunicacionales. Es absurdo que la presidenta que habla, que seguirá en el poder cuando vuelva el presidente nominal, ofrezca un cambio, como si no estuviese gobernando desde hace tres años.
La manifestación presidida por Cristina debió estallar en gritos de “abajo el gobierno” cuando se elevó el helicóptero presidencial, si no fuese porque la gente estaba aburrida, sin ganas de gritar nada, desorientada sin saber si son gobiernistas o de la oposición.
Parte de la oposición ha perdido la novedad y el entusiasmo de hace décadas. Es víctima de la “ley de hierro” de los partidos políticos descrita por Robert Michels, que dijo que, cuando crecen, los partidos políticos desarrollan un sistema de organización jerárquico, racional y predecible.
La administración de una organización necesita una burocracia que concentre el poder y las decisiones en funcionarios que se imponen sobre los militantes comunes de la organización. La burocracia partidista tiene recursos: un conocimiento privilegiado de lo que ocurre, un control sobre los medios formales de comunicación con los afiliados, con los medios de comunicación y experiencia.
Michels murió en 1936, en pleno auge de las ideologías y de la democracia vertical, cuando parecía que las masas necesitaban un liderazgo fuerte, porque eran incapaces de participar en el proceso de toma de decisiones porque las exigencias del trabajo y de la familia, las actividades ociosas y otros compromisos limitaban el tiempo y la energía que tenían para hacer política.
Fue un tiempo en el que ésta parecía más estable, las grietas verticales separaban a los que creían en el progreso de la humanidad y a los que soñaban con recuperar los valores del pasado. Actualmente esa discusión quedó circunscrita a un grupo de la población que todavía discute acerca de las invasiones norteamericana a Vietnam o soviética a Checoslovaquia. Para la mayoría de la población la realidad es distinta, solo existe un mundo: su mundo. Llegan a conclusiones semejantes las ciencias del comportamiento, que produjeron más conocimientos en estos cinco años que los que parecieron en toda la historia de la humanidad. El intento por recuperar los antiguos valores, sobre todo en Occidente, es inútil. En otras culturas como la islámica, las tradiciones pueden conservarse más tiempo, aunque también varían bastante. El pobrismo, teoría política mantenida por el actual Papa, ha llevado a la Iglesia a una crisis muy grave. Puede servir de sustento al cristinismo en Argentina, pero carece de sentido en el resto del mundo. Según los estudios del Pew Research Center, el instituto más prestigioso que estudia lo que ocurre con las religiones en el mundo, la Iglesia ha perdido en estos años más feligreses de los que se fueron en todo el siglo XX.
El crecimiento del tele- evangelismo en algunos países de la región ha sido enorme. Son pastores que, como Jesús, hablan o fingen hablar español con acento brasileño. En Brasil un 20% de la población ha transitado hacia esa iglesia y al pentecostalismo, reforzando actitudes ultraconservadoras que apoyaron a Bolsonaro en las últimas elecciones. En México la caída del catolicismo ha sido semejante, pero muchos se han ido hacia el agnosticismo, cuyo número está empatando con el evangelismo en ese país.
El mensaje de que es bueno ser pobre y combatir el consumo es arcaico. No está en la agenda de discusión de las universidades y gobiernos importantes del mundo. Lo que es más importante, no tiene nada que ver con las preocupaciones de la gente actual. Ni los jóvenes sueñan con un futuro de privaciones, ni los pobres aspiran a seguir n esa situación toda su vida.
El PRO se construyó como alternativa progresista, integrando un mensaje para el siglo XXI, con un estilo de comunicación disruptiva que fue desde el salto del bache, pasando por las bicisendas, el metrobus, los globitos, que culminó en los nuevos billetes que conectaron al país con la defensa del ambiente y las tesis más avanzadas del momento. No habría tenido destino si se dedicaba a defender los valores fundadores del capitalismo, estudiados por Max Weber hace más de un siglo.
Sus dirigentes entendieron la importancia de construir algo nuevo, que integre los avances tecnológicos en los campos de la robótica, la inteligencia artificial, internet de las cosas, los vehículos autónomos, la impresión 3D, la nanotecnología, la biotecnología, la ciencia de los materiales, el almacenamiento y producción de energía, las ciencias de la vida y del comportamiento humano. Los nuevos conocimientos se potenciarán más todavía en los mundos físico, digital y biológico con la computación cuántica.
No solo cambió la realidad física, sino que nuestra mente se transformó y sigue evolucionando todos los días. La máquina de escribir y las tablas de logaritmos no tienen retorno. Su distancia con el celular que llevamos en el bolsillo es mayor que la que tiene nuestra mente con la de los seres humanos de hace diez años.
Hay una línea de producción de conocimientos importante que tiene que ver con las ciencias del comportamiento. Todas las semanas aparecen cientos de libros y papeles producidos en las universidades más importantes, sobre todo de Estados Unidos, que permiten saber cómo son los electores contemporáneos y cómo toman sus decisiones políticas. Hemos mencionado en esta columna, entre otros, los textos de Jeremy Heimans y Henry Timms New Power. How anyone can persuade, mobilize, and succeed in our chaotic, connected age; Clay Shirky Here Comes Everybody, El Poder de Organizar Sin organizaciones; su polémica con Malcolm Gladwell; Small change: why the revolution will not be tweeted.
Tienen especial importancia los textos de Alex Pen-tland, director del Human Dynamics Lab del Massachussets Institute of Technology, (MIT), Social Physics: How Social Networks Can Make Us Smarter; Honest Signals: How They Shape Our World; The death of the individuality. What really governs your actions.
El filósofo Byung-Chul Han publicó hace pocos meses Infocracia. La crisis de la democracia, un texto importante en el que polemiza con estos autores, en especial con Pentland, a quien califica de “dataísta”.
En su criterio “el discurso dirigido por el entendimiento humano, palidece ante revisión divina del hight data. El conocimiento digital total hace que el discurso sea superfluo. Los dataístas componen la teoría de la comunicación de Habermans, una teoría behaviorista de la información que prescinde del discurso. La visión dataísta del mundo no incluye al individuo que tú eres realmente, que pretendes hacer una afirmación válida que defiende con argumentos”.
Según el filósofo quienes trabajamos dentro del paradigma de las ciencias sociales norteamericanas hemos caído en un nuevo nihilismo que es un síntoma de la Sociedad de la información. “La verdad ejerce una fuerza centrípeta que mantiene unida a una sociedad. Y la fuerza centrífuga inherente a la información tiene un efecto destructivo sobre la cohesión social. El nuevo nihilismo se gesta dentro del proceso destructivo, en el que el discurso se desintegra en información, lo que conduce a la crisis de la democracia. El nuevo nihilismo no supone que la mentira sería pasar por verdad. O que la verdad se difunde como mentira. Más bien socava la distinción entre verdad y mentira. Paradójicamente quien miente de forma consciente y se opone a la verdad la reconoce. La mentira sólo es posible cuando la distinción entre la verdad y la mentira permanece intacta. El mentiroso no pierde su conexión con la verdad. Su fe en la realidad no se tambalea. El mentiroso no es un nihilista. No cuestiona la verdad en sí misma. Cuanto más decididamente miente, más se reafirma en la verdad”.
Los nihilistas behavioristas tenemos mucho que discutir con el filósofo, pero esa discusión nos ayuda a comprender mejor el pobrismo y el discurso de Cristina.