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De Cumbres y Lamentos Bolivianos

José Rafael Vilar

Analista y consultor político

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En las últimas dos semanas hemos tenido dos Cumbres y una Asamblea y los tres eventos, por presencia y discurso o ausencia, como Bolivia nos involucran.

Empecemos por la XXVIII Cumbre Iberoamericana (se etiqueta “de Jefes de Estado y de Gobierno” pero la mitad de los Supremos no fue). Con ausencias significativas (ni López Obrador de México ni Lula da Silva de Brasil, por citar sólo los dos “pesos más pesados”), la Cumbre Iberoamericana —no confundir con las Cumbres de las Américas— se realizó del 24 al 25 pasado en Santo Domingo y dejó algunos documentos trascendentes: la Carta Iberoamericana de Principios y Derechos en Entornos Digitales y la Carta Medioambiental Iberoamericana, además de una Ruta Crítica de Seguridad Alimentaria, Incluyente y Sostenible en Iberoamérica (¡oh!, “seguridad alimentaria”: mención traída y llevada siempre en loables discursos que no siempre atinan y asaz perjudican lo que se quiere prevenir) y el Plan de Acción Cuatrienal de la Cooperación Iberoamericana. Sin embargo, el más esperado por varios de los mandatarios asistentes —Fernández y Arce de los más entusiastas discursos entre ellos— quedó en “Comunicado Especial” (el decimotercero en la lista de 16 similares) y “a discutir cancilleres” en palabras del anfitrión: el de una nueva arquitectura financiera internacional. Al tema volveremos.

De rifirrafes hubo, aunque ninguno como el sonoro «¿Por qué no te callas?» de Juan Carlos de Borbón al incontinente verbal Hugo Chávez () en 2007. Fiel en su línea, el Presidente chileno Boric condenó la represión en Nicaragua, el destierro que impuso la dictadura Ortega-Murillo para más de 200 presos políticos y el retiro de la nacionalidad para ellos y otros 94 opositores, declarando: «No es aceptable de parte nuestra callar ante la dictadura familiar de Ortega y Murillo […] Pareciera no saber que la patria se lleva en el alma y en la sangre y no se quita por decreto», que provocó airados balbuceos de lugares comunes en los discursos “revolucionarios” de los años 60 y 70 por el canciller de la dictadura; la otra pelotera fue del exguerrillero y filochavista Presidente colombiano con Perú cuando, olvidado de que su avenido Castillo anunció pública y mediáticamente que daba un golpe de Estado (ese sí real, no el falso “golpe” boliviano), acusó al actual gobierno del Perú de “golpista” dando cátedra de “semántica malabarista”. (La Cumbre permitió constatar cómo crece la brecha que hoy existe entre el fracasado modelo bolivariano y varios de los nuevos gobiernos progresistas, además de las diferencias entre estos mismos).

Entre otros resultados, la XXVIII Cumbre alcanzó un pacto de mínimos para defender la soberanía e integridad territorial de las naciones pero sin mencionar a Ucrania (Rusia tiene aquende “algunos buenos amigos” ideológicos) diluido en varios Comunicados, además de uno dedicado al “uso tradicional del masticado de hoja de coca” que no dice nada de la despenalización internacional que, una vez más, aboga Bolivia a falta de otros comodines discursivos.

La otra Cumbre cercana fue la segunda por la Democracia celebrada virtualmente el 29 y 30, con 121 gobiernos invitados y la invasión a Ucrania, la desinformación y el auge de los autoritarismos como sus temas centrales. Al margen de anuncios y acuerdos y de su arquitectura (los líderes de Costa Rica, Países Bajos, Corea y Zambia fueron coorganizadores), lo más trascendente —al menos para Latinoamérica— fueron los ocho gobiernos no-invitados: Bolivia, Cuba, Honduras, Nicaragua y Venezuela (alineados con el socialismo 21), El Salvador y Guatemala (populistas conservadores), además de Haití, el no-gobierno de un país prácticamente fracasado. Sin embargo, comparándola con la Iberoamericana, ésta demostró que, en pleno siglo 21, un mundo interconectado puede sustituir por virtualidad el “turismo de Cumbres y Congresos” —también dañino al medio ambiente por los vuelos, además del “daño” en los bolsillos de los menos desarrollados.

Me queda el “lamento boliviano” (no confundir con la canción): el reiterado pedido del presidente Arce de condonar la deuda —tres veces en Naciones Unidas, también en la Iberoamericana—: por desarrollo, por medicamentos para el COVID-19, por agua o por arquitectura financiera… A pesar del desastre actual, Bolivia es un país con IDH Medio desde 1991 y, aunque ha bajado nuevamente, vale recordar que entre 2016 y 2019 estuvimos con IDH Medio-alto, lo que no nos hace aptos para pedir condonaciones.

Me queda el “lamento boliviano” (no confundir con la canción): el reiterado pedido del presidente Arce de condonar la deuda.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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José Rafael Vilar

Analista y consultor político

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