Escucha la noticia
Como en toda ciudad grande y cosmopolita, en Santa Cruz se viven y se tienen a disposición todo tipo de eventos culturales: conciertos de música, obras de teatro, emprendimientos que consiguen traer renombrados artistas contemporáneos y, también, espectáculos más improvisados, que van abriéndose paso y creando su propio público y seguidores.
No solo tenemos oferta cultural con nombres extranjeros, sino que también tenemos la capacidad de ser gestores y protagonistas de espectáculos de altísima calidad, con artistas locales en conjunción con otros internacionales.
Por ejemplo, los festivales de música y teatro que organiza APAC desde hace casi 30 años han puesto la cultura cruceña y boliviana en agenda de decenas de países de distintos continentes y han consolidado un movimiento cultural sin precedentes. Es así que tanto artistitas locales como extranjeros interpretan obras, de igual a igual, demostrando que las limitaciones que tenemos los bolivianos son solamente mentales y que, a pesar de la escasez de recursos, esto no representa un bloqueo para poder resaltar en salones de cualquier parte del mundo.
La refacción del patrimonio arquitectónico chiquitano en la última década del siglo pasado dio pie a entender que no solo teníamos un riquísimo patrimonio tangible por cuidar y potenciar, sino también una cultura viva, portadora de un tesoro musical de fundamental importancia para el mundo entero.
La habilitación de dicho archivo, que fue celosamente cuidado por los pueblos chiquitanos, para su estudio y difusión, dio lugar a que se puedan organizar prestigiosos y cada vez más imponentes festivales con proyección internacional, con un nivel intelectual y musical que puede dejar boquiabierto al público más exigente, así como también generar impacto en la economía, en la autoestima y la apropiación de los pueblos sobre su propia cultura, sus orígenes y el horizonte por el cual pueden caminar hacia un progreso integral, sostenible y sustentable.
Sin duda, los beneficios son múltiples y no solo son económicos. Lo poderoso de este fenómeno es que no lo vemos únicamente en los pueblos chiquitanos, sino en la ciudad capital con otras manifestaciones e iniciativas culturales que son abanderadas por entidades civiles sin fines de lucro, como CEPAD, Orquesta Filarmónica de Santa Cruz, Hombres Nuevos, Manzana 1, entre muchos otros que podríamos añadir a esta lista.
Es interesantísimo ver cómo el espíritu e identidad de frontera que tiene Santa Cruz, permite que sus ciudadanos tengan la visión y flexibilidad para acoger elementos exógenos, hacerlos propios y fusionarlos con elementos originarios. Eso y la capacidad de asociarse espontáneamente hacen posibles epopeyas culturales que en otros contextos geográficos y coyunturas no se podrían entender. Explíquenle a un foráneo que la actividad cultural en nuestra capital es liderada por iniciativa civil y voluntaria, explíquenle a un extranjero que sus principales beneficiarios no son clases privilegiadas con poder adquisitivo, sino que está al alcance de quien así lo desee, eso es algo que solo se puede comprender conociendo nuestro entorno, nuestra forma de asociarnos y nuestra forma de concebir la vida. No somos un pueblo perfecto, lejos estamos de serlo, pero si existe algo bueno en nuestra identidad, no tenemos que cansarnos de usarlo como ejemplo para su proliferación y fortalecimiento.
Lo más destacable de la movida cultural en Santa Cruz, es que se está viviendo un renacimiento de movimientos fecundos y muy positivos para la identidad y la cohesión de una sociedad, que necesita elementos de encuentro y de vida en comunidad, donde sus habitantes puedan encontrarse con el otro, empatizar y derribar barreras producto de los prejuicios e ignorancia. En efecto, somos un pueblo donde convivimos personas de diversos orígenes, como cualquier gran capital del mundo, pero con una identidad sostenida por una esencia alegre, positiva y emprendedora, con claros elementos de rebeldía.
Nuestra rebeldía es esencialmente alegre, al punto que muchas protestas suelen ser con ritmo, musicales o incluso basadas en la comedia y la burla. Si entendemos cultura por ser un conjunto de conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo, nuestra cultura en definitiva está caracterizada fundamentalmente por libertad de acción, de pensamiento y de asociación en pro de un fin común, incluso si tenemos intereses contrapuestos.
Ese renacimiento que menciono lo podemos palpar en la proliferación de diversos movimientos artísticos como las orquestas musicales (en 1996 cuando se organizó el primer festival internacional de música, se contaba con un solo coro, hoy en día Santa Cruz bordea la treintena de orquestas consolidadas con un altísimo nivel). Todo ello, pese a las innumerables limitaciones materiales y la falta de apoyo público. Imaginen cómo sería con políticas de Estado programáticas, serias y estables a favor de la cultura; si con muy poco se hace muchísimo, con un poco más podríamos acelerar un proceso que parece inexorable; el de convertirnos en una potencial mundial de la música y cuna formadora de artistas.
Claro está, de los ciudadanos depende para que ese renacimiento de diversos fenómenos culturales siga contagiado a toda Bolivia y muestre un camino de progreso sostenible, que cure heridas, empodere a los pueblos y ponga el nombre del país en alto. Tenemos cientos de voluntarios, pero necesitamos muchos más, tenemos un enorme patrimonio arquitectónico, musical y cultural, pero necesitamos seguir fortaleciéndolo, conociéndolo y cuidándolo. Tenemos y podemos.
