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En el mar de la ignorancia

Lupe Cajias

Periodista e historiadora

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La persona más importante del Estado Plurinacional, el licenciado Luis Arce Catacora, confundió una guerra del siglo XX con un partido de fútbol de la última semana. Al parecer no fue una improvisación porque leía unas cuartillas, un texto que alguien escribió, que seguramente alguien tuvo que revisar y que él mismo debió conocer mientras se desplazaba desde el centro del poder político a una frontera nacional.

Confundir Ecuador con Paraguay es ignorar las fronteras que tiene Bolivia desde que nació en 1825. Creer que la guerra más cruenta de la región se dio en la cordillera andina o en la floresta -los dos paisajes que unen a Bolivia y Ecuador- es ignorar el significado y el simbolismo de las arenas del Chaco, justamente uno de los asuntos centrales de esa tragedia.

Podría parecer una anécdota de las épocas de Mariano Melgarejo o una evada del más ignorante de los ignorantes que gobernaron este territorio. O pasar a la lista de errores que cometen incluso los más famosos estadistas en alguna entrevista; “lapsus linguae” es una equivocación oral que se suele corregir rápidamente.

El asunto es que ni el primer mandatario ni su ministra María Nela Prada ni la viceministra Gabriela Alcón Meruvia solicitaron disculpas a los familiares de los combatientes que estuvieron en el Infierno Verde. El error/horror se pronunció en un desfile cívico en la heroica ciudad de Villamontes. Ese rincón del sureste patrio es la síntesis de la patria.

Le sigue en la competencia de aplazados en historia el (no) canciller Rogelio Mayta Mayta, abogado de profesión, quien persiste en ignorar los fundamentos de la diplomacia y los convenios, tratados y acuerdos que firmó Bolivia y que son de obligado cumplimiento. En cada discurso repite como disco rayado unas líneas incoherentes sobre Ucrania. Seguramente no pasaría un examen de historia nacional para primero de secundaria.

Su incapacidad se refleja en el nombramiento de embajadores también faltos de conocimientos mínimos para ejercer el cargo. Es muy posible que la mayoría tampoco vencería el examen de ciencias sociales. Son personas que corean consignas, frases hechas, chistes malos, comentarios imprudentes. La lista es larga, pero el caso emblemático es el de Lidia Patty Mullisaca, a quien la exponen como objeto de burla.

La nombraron cónsul como regalo para su cumpleaños 54 y más tardó en sentarse que en ser sacada con un tirón de orejas. ¡Pobrecita! Es más víctima que responsable, fruto de una educación deficiente, no tuvo oportunidad de ser formada adecuadamente. La dejan en su mundo de delirios, mientras el país recibe otra bofetada internacional.

La ministra de Culturas, Descolonización y Despatriarcalización, Sabina Orellana Cruz, es otra mujer que ignora cómo aparecieron los señoríos aimaras, los mitimaes en Cochabamba, por qué viste como española de fines del siglo XVIII. Sería interesante que en vez de gastar energías en los insultos dedique minutos a la lectura. Quizá entonces se enteraría de cuántos inquilinos la rodean en su propia casa y en su trabajo. Peor aún cuando los cocaleros intentan apoderarse de la casa sagrada del bosque en el Tipnis de los más originarios de las tierras bajas bolivianas.

La ignorancia es vergonzosa cuando las autoridades del Ministerio de Gobierno repiten que el narcovuelo aterrizó en la República de España. ¡Lean por lo menos las noticias, o sobre fútbol, o escuchen a Rosalía! Así sabrán cuándo hubo república en ese territorio y por qué hoy es un reino.

Cuando hablan los responsables del Ministerio de Educación, es cuando se entiende el origen del drama. Un voceador de micro habla mejor que esa viceministra autoritaria. Escuchar al equipo de esa cartera es perder toda esperanza. Imprimen libros plagiados y esos son los actuales textos escolares. Con razón ponen golpe de Estado en vez de levantamiento ciudadano, ahora dirán que la Guerra del Chaco fue contra Ecuador y que el Estado Plurinacional ganó al reino de Chile.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Lupe Cajias

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