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En la huella del 21F: convergencia antidictadura

Gonzalo Rojas Ortuste

Politólogo, Profesor de postgrado.

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Han transcurrido siete años desde la victoria de la ciudadanía boliviana ante las pretensiones de continuidad eterna del binomio Morales-Linera en los más altos cargos públicos del país. Desde entonces muchos hechos han ocurrido en un vaivén de la aceleración de la crisis política aquí: El fraude del 2019 luego de la vergonzosa habilitación del citado binomio invocando un artículo de la Convención Americana de DD. HH. finalmente desmentida (agosto 2021) por la CIDH, que es el único tribunal que puede interpretarla y que el actual dizque Tribunal Constitucional se resiste a acatar (¡para Ripley!); el gobierno transitorio con la explosión del Covid 19 y el retorno del masismo al gobierno con inocultable saña contra las cabezas visibles de sus opositores, cuya imperdonable falla ante el masismo es disentir con su permanencia sin fin en el gobierno, y para la ciudadanía no haber podido constituir una alianza lo suficientemente fuerte como para resistir esos embates prorroguistas.

En el sustrato de los hitos señalados también hay sentires y disposiciones profundas, que auguran nuevas tensiones y desenlaces impredecibles. Está en curso, como se sabe, la recolección de firmas para apoyar la realización de un referéndum para cambiar ciertos rasgos odiosos de la administración de la justicia. Es otro recurso, esta vez impulsado por los denominados juristas independientes apelando a la conciencia ciudadana, que tiene al establishment oficialista en contra, y ciertamente con plazos apretados. Igual lo ya avanzado muestra una voluntad insobornable de no permitir continue la cacería del fiscalato y jueces serviles contra quienes no comulgan con los designios del régimen, cada vez más cercano a sus ejemplos dictatoriales del Caribe. También, para solo remontarnos a los últimos meses, la esforzada victoria de la movilización, sobre todo en Santa Cruz, para la realización oportuna del censo nacional y cuyas consecuencias sean integradas a efectos del reparto fiscal y principalmente del rediseño de escaños en diputados y circunscripciones uninominales.

En el seno del oficialismo, la cada vez más áspera y subida de tono la disputa entre los seguidores del presidente, dueño del aparato estatal y el “jefazo”, dueño del partido en la que la única coincidencia es querer quedarse “en el poder” para seguir medrando de él. No hay discusión alguna sobre el rumbo del país y los retos de las dificultades ya visibles en las finanzas fiscales.

Por ello es que las fuerzas democráticas del país, en su amplio espectro ideológico debe estructurar un entendimiento que permita contar con una opción, ojalá no solo electoral, para ofrecer una alternativa ante la debacle moral que vive el masismo y arrastra ya, en parte, a la sociedad boliviana toda. No sirven los argumentos de presidenciables iluminados que ya se usaron sobre todo en 2020 y dieron tan duro resultado. Es verdad que se necesita un recambio de liderazgos, varios de los todavía vigentes, al menos en lo formal, están también afectados por el desgaste y la persecución. Van surgiendo otros, como en la larga movilización por el censo oportuno alrededor de figuras vinculadas a la universidad pública en Santa Cruz, que seguramente deban ser parte central de la convergencia necesaria para afrontar con éxito, pese a las dudas subsistentes en el padrón electoral, la pulseta con el régimen que está copando inmisericorde las instituciones del Estado y también de la sociedad civil, receta ya vista en proyectos dictatoriales contemporáneos en la región.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Gonzalo Rojas Ortuste

Politólogo, Profesor de postgrado.

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