OpiniónEconomía

Es 3 en la Navidad

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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Se supone que la Navidad debería ser una celebración de amor y alegría como la que vemos en los niños en general al abrir los regalos. En nuestra mente queda el recuerdo de nuestros primeros años donde además de los presentes navideños nos contaban la historia de un niño que nació de un pesebre en Belén para luego dar esperanza a la humanidad con su muerte redentora.​

Pero una vez que somos adultos nos viene una sensación distinta respecto a la Navidad. Por ejemplo, por lo que ocurre entre Israel y Palestina ni en Belén habrá tranquilidad. La confrontación actual hace que las celebraciones navideñas de los distintos credos cristianos en ese lugar se hayan suspendido.

Más cerca de nosotros, en la Argentina se vivirá una situación de celebración modesta y en medio de alta incertidumbre. El necesario ajuste macro y microeconómico para evitar una hiperinflación y los resabios de una pésima administración económica de varias décadas harán que millones de personas pidan al Creador que esta situación pase pronto y dé paso a una efectiva recuperación.

Aunque en el país rioplatense la situación será menos esperanzadora, no será el único lugar puesto que la inflación de estos años ha disminuido los salarios reales en varios países del mundo, incluyendo economías avanzadas.

El menor poder adquisitivo de los ingresos derivará en festejos más modestos porque los salarios crecieron menos que los precios promedio. En nuestro caso, la inflación ha sido extraordinariamente baja, pero los ingresos laborales son aún más bajos que antes de la pandemia y el efecto es similar al de los países con inflación.

Los ingresos no son los únicos que determinarán un triste fin de año. En varios lugares la Navidad se vivirá de forma distinta a la que tuvimos en nuestra infancia. Cuando éramos niños salíamos a las calles a jugar y festejar con los vecinos; ahora el crimen, la delincuencia y el narcotráfico impedirán que las familias salgan con la tranquilidad de antes.

Sea como fuere, diversos estudios, principalmente psicológicos, apuntan a que las fiestas de fin de año y en especial la Navidad generan estrés a los jefes de familias por la presión social que implica replicar un espíritu festivo cuando existen múltiples limitaciones.

Afortunadamente, la solución a los problemas anteriores que impiden un festejo gozoso de la Navidad se encuentra en la verdadera razón de la estación; es decir, en aquello que se recuerda en estas fechas.

El propio hecho del nacimiento en un establo (probablemente sucio) para animales muestra que se celebra una nueva vida y no las condiciones materiales que la acompañaban.

Por otra parte, la algarabía de humildes trabajadores del campo (en ese caso pastores) frente a este nacimiento particular refleja que esa alegría supera las eventuales divisiones sociales.

Pero los pobres no fueron los únicos que celebraron el nacimiento de Jesús. Algún tiempo después unos sabios de Oriente (los denominados “Reyes Magos”) fueron a visitar al pequeño niño para rendirle pleitesía. Un grupo de personas educadas y probablemente de mejores ingresos, pero sobre todo “sabios”, también festejaron el nacimiento de Jesús.

La mejor descripción de la grandeza en medio de la simpleza se encuentra en este pasaje: “Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús. Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. En cambio, renunció a sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano.”

Y continúa “Cuando apareció en forma de hombre, se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los criminales. Por lo tanto, Dios lo elevó al lugar de máximo honor y le dio el nombre que está por encima de todos los demás nombres para que, ante el nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua declare que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:5-11 NTV).

¡Esa es la razón para celebrar una Navidad sin es-3…!

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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