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¿Existe aún lo nacional-popular?

Renzo Abruzzese

Sociólogo

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Durante mucho tiempo las claves de la política radicaban en lo que la sociología nacional ha dado en llamar el “campo popular”. Pierre Bourdieu define sociológicamente el campo como “un espacio social de acción y de influencia en el que confluyen relaciones sociales determinadas, es una red de relaciones objetivas entre posiciones”.

De esta manera el “campo popular” es un espacio en que un conjunto de relaciones sociales donde los actores se distinguen del resto de la sociedad por su carácter pobre y humilde. Por otro lado, el sustantivo “popular hacía referencia a un amplio sector de la población marcada por la pobreza y la exclusión.

Lo que se adscribía a lo “popular” era todo aquello que expresaba algún grado de pobreza, de hecho, la Real Academia de la Lengua Española establece que el sustantivo (popular) designa a la “gente común y humilde de una población”, en consecuencia, el “campo popular” es una expresión que nos remite a los sectores y actores sociales menos aventajados, excluidos y en un estado de pobreza crónica.

Hasta hace poco tiempo atrás, la política y los políticos que pretendían alcanzar éxitos y desarrollar poder, no tenían ninguna otra fuente de inspiración que no sea la realidad abrumadora de la pobreza, de ella nacían los discursos, las ideologías y los proyectos revolucionarios, reformistas y hasta los de corte fascista.

¿Será esto así ahora? Los más serios estudios económicos muestran que desde hace al menos tres décadas, todos los indicadores que medían la pobreza han mejorado, algunos sustancialmente. Durante el Gobierno del MAS la reducción de la pobreza fue realmente exitosa.

La secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, en el 2018 indicó que: “comparando con el 2003, 2005, Bolivia a la fecha prácticamente ha disminuido sus niveles de pobreza en forma increíble, de verdad, diría que nosotros lo ponemos de ejemplo en la región… las personas con ingresos medios subieron de 3,3 millones en el año 2005 a 7 millones en 2018, es decir casi 62% no es pobre”.

Esta es una mala noticia para los políticos que todavía creen que las penurias de los pobres que configuraban el “campo popular” ha de ser la mejor fuente de inspiración, lo cierto es que, una enorme cantidad de pobres se ha incorporado a los estratos medios en sus diferentes niveles, y sus expectativas han dejado el escenario de la pobreza, hoy incluso los que aún se encuentran sumidos en la miseria aspiran legítimamente a una vida acorde con el propio desarrollo del capitalismo occidental.

Con absoluta certeza la actual Bolivia es un país muy pobre y con muchísimos pobres, empero, está muy lejos de ser el país paupérrimo de finales del siglo pasado. No solo hemos experimentado una movilidad social acelerada, sobre todo en el campo informal, sino que la subjetividad social ha cambiado radicalmente, los pobres hoy han abandonado la trinchera de los lamentos y aspiran a lograr ascender económica y socialmente lejos de aquellos discursos ideológicos que explotaban su miseria para beneficio de los caudillos. Que queden algunos que todavía lo intentan es innegable, lo que también es innegable es que cada vez cosechan menos triunfos y la sociedad los tipifica como especies del Jurásico.

En este nuevo escenario de la historia, la categoría sociológica “campo popular” y su correlato “lo nacional-popular” han perdido la capacidad (propia de las categorías) de ordenar la realidad política y social para comprenderla mejor, de ahí que es casi imposible entender la sublevación ciudadana del 2019 partiendo de una concepción afincada en lo “nacional-popular” y su escenario natural, el “campo popular”.

Se sublevó la inmensa mayoría de los ciudadanos independientemente de su posición en la escala socioeconómica de la sociedad boliviana. En las barricadas había pobres, ricos, muy ricos, medio pobres, clases medias, todos pertenecían a algún sector de la sociedad, empresarios, obreros, fabriles, amas de casa, estudiantes, cuentapropias, artistas, pordioseros, LGBT y hasta sacerdotes. Ninguno de estos sectores puede adscribirse a la noción de popular en su acepción socio-política, todos pertenecen a una nueva categoría, lo “ciudadano-democrático”.

Esta dramática transformación de las estructuras que dan origen a las pulsiones del poder (el origen de los discursos político-ideológicos y sus organizaciones) nace de las cenizas del Estado del 52 (tema que abordaremos en otro artículo).
Bolivia transita un momento en que la necesidad de encontrar una solución de continuidad histórica, nos obliga a replantear las grandes categorías analíticas y los grandes postulados ideológicos que marcaron el curso de la historia (al menos en la segunda mitad del siglo XX).

Interpretar el país a partir de una concepción “popular” no traduce el sentimiento del ciudadano actual. A pesar de que la pobreza sigue siendo el mayor problema nacional, la subjetividad social se ha posicionado en otra dimensión de la realidad, no solo no quiere ser pobre, sino, además, ya no piensa como aquel pobre que reconocía en el discurso nacionalista del MNR los elementos tangibles de su situación. Hoy se erige como ciudadano con todos los derechos y deberes que le competen.

Finalmente debemos notar que es desde esa perspectiva que demanda representación y participación en el poder, lejos ya de las ideologías del pasado inmediato y aferradas al poder de su propia identidad.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Renzo Abruzzese

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