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(Parte II) La Batalla de Bahía, un duelo a muerte y Gramsci contando la historia

Marcelo Añez Mayer

marczmay@gmail.com

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“Yo no sé si feliz o infelizmente me cupo intervenir en la segunda revolución separatista acreana, combatiendo a los rebeldes con la “Columna Porvenir”

Nicolás Suárez Callaú, Cachuela Esperanza, 1926

 

“—No, divino Ulises —le repliqué—. La Historia no la hacen los héroes, la crean quienes la narran y lo dejan por escrito”

Juan Miguel de los Ríos, La tejedora de Odiseo.

Parte 2

La hora de la verdad

El arribo a Porvenir inició con un disgusto. Apenas llegó, Nicolás Suárez reprochó duramente a su administrador, el italiano Sr. Alfredo Trucco, el no haber asegurado en Porvenir los 14.000 tiros de Winchester y los numerosos víveres que tenían en Bahía. Este agrio desencuentro causó malestar en varios de los refugiados en Porvenir, al punto de que algunos abandonaron la barraca. Sin embargo uno o dos días después prevaleció la cordura y retornó la armonía. Todo fue resuelto en virtud de la necesidad que tenían unos de otros en tan peligrosa situación.

Al otro día, 5 de octubre, mandó Nicolás Suárez una expedición a Bahía con la misión de traer la munición y los víveres. La expedición retornó a Porvenir al día siguiente, 6 de octubre, con la noticia de que no había podido cumplir lo encomendado porque la barraca Bahía había caído ya en poder de los brasileros.

Anticipándose a la orden que había dado Nicolas Suárez a los administradores de sus barracas de la zona de enviar víveres, armas, municiones y personas, el día 7 de octubre llegó a Porvenir con 40 hombres armados el Sr. Simón Moreno, administrador de las barracas gomeras Manurimi, La Tribu, Buen Jesús e Illampu (y varias otras más), propiedad de Suárez. De esos 40 hombres, 30 eran siringueros cruceños provenientes de la Barraca San Juan enviados para recuperar la barraca Santa Cruz en un plan anterior que no llegó a realizarse.

La llegada de Simón Moreno y sus 40 hombres encendió los ánimos y permitió organizar una respuesta rápida. A diferencia de la anterior,  la de Puerto Alonso en 1899, que tardó más de un año en llegar desde La Paz hasta el noroeste boliviano.

El 8 de octubre se celebró una importante reunión en la que se resolvió la constitución inmediata del Comité Directivo encargado de la defensa, con Nicolás Suárez como su presidente, Ángel Roca como primer vicepresidente y Claudio Farfán como segundo vicepresidente. Nicolás Suárez buscó y aceptó tal responsabilidad porque le parecía un deber ineludible. Él mismo lo explica en sus propias palabras:

“Porque cumplía un deber para con la patria, a la que ofrendaba mis modestos servicios, y también por la razón de que yo era entonces la única persona capacitada para el desempeño de ese delicado cargo, atendidos mi ascendiente sobre los demás y mi posición económica”.[1]

Bajo la dirección de Nicolás Suárez se había reunido en Porvenir: gente, armas, municiones y víveres procedentes de las barracas gomeras circundantes, la mayor parte de ellas propiedad del mismo Suárez. Las comunicaciones se escribían en aimara, previniendo el caso de que  fueran interceptadas por el enemigo. El Comité Directivo, como instancia superior, decidió crear su brazo militar, al que llamó Columna Porvenir. Para entrar en acción se designaron tres comandantes: Simón Moreno, Luis Donato Moreira y Claudio Farfán, en ese orden jerárquico. Debajo, cuatro compañías. Lideradas por capitanes y tenientes: Federico Román a cargo de la primera, Ignacio Paz de la segunda, Alfredo Trucco de la tercera[2] y Manuel María Tovar de la cuarta.

La Columna Porvenir al momento de la retoma de Bahía contaba con alrededor de 80 hombres armados (en las semanas siguientes ese número llegaría hasta los 250). Salvo el ex-sargento Federico Román y en alguna medida el jefe segundo, Luis Moreira, ningún otro tenía formación militar[3]. Eran todos trabajadores de la goma: jefes, capataces, fregueses y siringueros. La mayor parte de ellos, cruceños (Roca, Antelo, Hurtado, Franco, Salvatierra) y algunos extranjeros (Lawrence, Von Ellinger, Maese). La tropa, mayormente, estaba compuesta por indígenas tacanas (Pacameo, Guacama, Macuapa, Tibubay, Racua). Casi todos trabajadores de la Casa Suárez[4].

Las armas con las que contaban eran rifles Winchester en su gran mayoría, también Mausers y un par de Mannlicher. Cada uno con una dotación de 50 tiros y mil tiros más como reserva para toda la Columna. En ese momento los acreanos invasores contaban con aproximadamente 300 hombres atrincherados en Bahía.

Antes de partir, el Comité Directivo ordenó a Angel Roca, Medardo Antelo y a un Sr. de apellido Lobo, permanecer en Provenir para cuidar de los enfermos, mujeres y niños, que por protección fueron trasladados a la otra orilla del rio Tahuamanu. Esta retaguardia tenía también la instrucción de cubrir a tiros la retirada de los sobrevivientes de la Columna Porvenir ante la fatal eventualidad de que fracasase la retoma de Bahía.

A las 2 de la tarde el día 9 de octubre de 1902 partió la Columna Porvenir desde Porvenir hacia Bahía. A las 5:30 pm acamparon en una pascana llamada Peroquí. Temprano al otro día siguieron camino y almorzaron en una de las orillas del río Floresta, estaban ya a sólo 10 kilómetros de Bahía.

El 10 de octubre a las 2 pm. la Columna Porvenir llegó a 500 metros de la barraca Bahía. Nicolás Suárez, que marchó con ellos, estableció su centro de comando junto a la 4ta. compañía. El plan de batalla consistía en que la 1era y 2da compañía atacarían desde arriba, la 3ra compañía ocuparía la parte de abajo y la 4ta, se ubicaría en el centro del ataque pero algo retrasada para acudir como refuerzo a cualquiera de las otras tres restantes compañías en caso de ser necesario. Se mandaron exploradores que informaron que los acreanos se hallaban en las casas de la barraca y que se habían preparado para la defensa excavando trincheras alrededor. Se dio orden de avanzar. Un centinela brasilero advirtió su presencia y corrió a dar la voz. Simón Moreno, primer jefe, mandó a dos soldados, Francisco el “Tigre” Rojas y Marcelino Taborga (diestros ambos en la carrera por el monte) a darle alcance. No lo lograron. El centinela acreano dio la voz de alerta y así empezó la batalla. Eran las 3:30 pm. del 10 de octubre de 1902.

Los acreanos habían ocupado el segundo piso de la barraca Bahía y desde ahí dispararon con todo. En esa primer ráfaga los combatientes de la Columna Porvenir se tiraron al piso para no ser alcanzados por los disparos de los tiradores acreanos. Permaneció de pie el valiente cruceño Manuel Suárez, teniente primero de la segunda compañía (sobrino de Nicolás Suárez, hijo de su hermano Gregorio) y recibió un balazo en el estómago. Fue evacuado. Murió un rato después, cerca del río Floresta, cuando lo llevaban de vuelta a Porvenir para ser atendido.

Las dos compañías de la Columna Porvenir que lideraban el ataque retrocedieron un poco buscando la protección del bosque. Desde ahí los mejores tiradores causaron varias bajas a los acreanos obligándolos a abandonar sus posiciones en la planta alta de la casa y a bajar a las trincheras del piso. Lo que hizo comprender al primer jefe, Simón Moreno, que en ese momento empezaban a vencer la resistencia del enemigo.

Pasada esta primer impresión, el jefe segundo, Luis Moreira, dio orden al capitán Federico Román de retirar tres embarcaciones que se encontraban en el puerto cargadas con víveres y todo tipo de mercancías de los almacenes de Bahía, que los acreanos tenían listas para llevarse. Esta captura de víveres fue de extrema importancia para infundir ánimos en la Columna Porvenir dado que con ellos se garantizaba la capacidad de abastecimiento en caso de que el sitio se alargase.

Hora y media después de intenso tiroteo de uno y otro lado, ningún bando se había impuesto al otro.

A las 5:30 pm el jefe segundo, Luis Moreira, se retiró del frente para dar cuenta de lo sucedido hasta el momento al presidente de Comité Directivo, Nicolás Suárez, exponiéndole el riesgo que corría la Columna Porvenir si el ataque a Bahía se prolongaba y devenía sitio y las municiones se agotaban.  Inmediatamente se ordenó a todos gastar cautelosamente lo que quedaba de munición. Nicolás Suárez creyó conveniente llamar al jefe primero, Simón Moreno para evaluar la situación y hacer ajustes al plan de batalla. El Sr. Moreira llevó la instrucción al frente al Sr. Moreno quien interpretó la orden como de retirada y se rehusó a obedecer. La batalla continuó.

Casi a las 6 pm vino nuevamente, a través de jefe segundo: el Sr. Moreira, terminante, una segunda orden. Interpretada -erróneamente o no- como de retirada. Por segunda vez el Sr. Simón Moreno desobedeció. El mismo Moreno cuenta:

“Mi contestación fue como la anterior, muy respetuosa y explicativa cuanto era permisible en las circunstancias; pues la oficialidad y yo estábamos convencidos de que hasta ese momento habíamos ganado la moral al enemigo y ganado también sus elementos de transporte y comunicación por agua; el capitán Román con cuatro peones diestros acababa de trasladar a sitio seguro, un poco arriba del puerto, tres batelones que los revoltosos tenían cargados con mercaderías”

Nicolás Suárez no tomó el desobedecimiento de su primer jefe como insubordinación. Comprendió mejor la situación en el frente. Para las 8 pm envió a la 1er y 2da compañía los refuerzos y municiones que más temprano le habían solicitado.

Llegó la noche.  Se pusieron centinelas, de dos en dos para turnarse la vigilancia. Salvo algunos tiros intermitentes para hostigar a los acreanos, la batalla cesó.

Al día siguiente, 11 de octubre, a las 7 am Simón Moreno visitó el centro de comando para dar parte a Nicolás Suárez de lo sucedido el día anterior. También para invitarlo a visitar el frente, cosa que hicieron. Una vez en el teatro de operaciones, Nicolás Suárez dio la orden de incendiar la barraca Bahía. Días atrás, en Porvenir, se le había ocurrido a él, a Nicolás Suárez, la idea de usar flechas incendiarias, habiéndose hecho algunos ensayos que resultaron exitosos. Las flechas incendiarias fueron preparadas por Alfredo Trucco y por el capitán Ignacio Paz usando yesca (material muy seco) de algodón rociada con kerosene, y llevadas desde el centro de comando hasta el frente por Simón Moreno el día 11 de octubre.

Las flechas incendiarias se lanzaron a las 12:00 del mediodía. Apenas fueron arrojadas se escucharon tiros por el flanco izquierdo. Se reanudó el combate. Un contingente de refuerzo acreano había asomado por la otra banda del río. El jefe segundo, Luis Moreira, ordenó al capitán Federico Román atender esa emergencia, quien desde la barranca, junto a diez tiradores de su compañía impidieron el cruce de los acreanos. A decir de Simón Moreno, las flechas incendiarias fueron lanzadas por Juan de Dios Aguada[5], un soldado ixiameño muy diestro en el manejo del arco y la flecha.  Ese hecho resultaría decisivo en el resultado de la batalla. Unos treinta minutos después del flechazo, empezaron a estallar las cajas de pólvora y las municiones almacenadas en Bahía.

Llegó el momento del asalto principal. La 1er. compañía, al mando del primer comandante, Simón Moreno, tomó uno de los flancos mientras la segunda compañía, al mando del segundo jefe, Luis Moreira, junto al capitán Ignacio Paz y al teniente Alfredo Trucco, tomaron desde el centro los altos del barrancón todavía en llamas. Los acreanos que salían de las trincheras con armas eran fulminados por la tercera compañía de la Columna Porvenir. Algunos acreanos se tiraban al río para morir ahogados. Otros murieron quemados. Y unos cuantos se rindieron.

Para la 1:40 pm de ese 11 de octubre de 1902 la Batalla de Bahía había concluido con la contundente victoria de la Columna Porvenir, cuyas bajas no pasaban de cinco: dos muertos (Manuel Suárez y José Manuel Bazán) y tres heridos. Del lado brasilero murieron 53 acreanos. Apenas concluida la batalla se celebró un consejo de guerra que resolvió el fusilamiento de los 6 prisioneros tomados. Con lo que, en total, se causaron 59 bajas a los invasores (en la Batalla de Riosinho del año anterior el batallón boliviano Independencia causó 12 bajas al enemigo).


[1] Nicolás Suarez hijo, “Anotaciones y Documentos sobre la Campaña del Alto Acre 1902-1903”, editado en Barcelona 1928.

[2] Alfredo Trucco fue sustituido por Gonzalo Moreno en el liderazgo de la 3ra compañía a solicitud de este último, al encontrarse recuperado de las heridas que le hicieron en la defensa de la barraca Santa Cruz de la cual era administrador. Alfredo Trucco quedó como teniente y demostró gran valentía y determinación durante la batalla.

[3] El jefe segundo, Luis Donato Moreira, potosino, también contaba con instrucción militar. Dice el mismo Moreira: “yo era tal vez el único militar que, sin embargo de haber dejado la carrera, conservaba aún todos los recuerdos de mi instrucción y de la vida del cuartel, habiendo ascendido en aquella desde cadete aspirante en el Regimiento Bolívar”. Luis Donato Moreira, Arica, 1923, “Anotaciones y Documentos sobre la Campaña del Alto Acre”, editado en Barcelona 1928.

[4] Como todo, el negocio de la goma tenía su propia jerarquía. Concebido como una pirámide, en la cima estaba el capital; los bancos europeos que invertían su dinero en las casas comerciales o “casas habilitadoras” (del portugués: “casas aviadoras”, como: Braillard, Seiler, Hecker, Zeller & Mozer) que facilitaban dinero o mercancías como pago adelantado por una futura entrega de goma. Luego venía el propietario de la barraca, al patrón -al que los peones indígenas llamaban taita-. En función al capital invertido, la cantidad de estradas y la producción, había patrones chicos y patrones grandes. La Casa Suárez fue más bien un holding, un conglomerado de empresas. El más grande establecimiento de entre todos los emprendimientos dedicados a la exportación de goma en Bolivia. No sólo por la cantidad de barracas, personal, producción que tuvo sino también por su alcance internacional. En esa estructura del negocio gomero, abajo del patrón estaba el fregues; una especie de capataz, de contratista, que si bien no tenía ni barraca ni capital propio, tenía en cambio un equipo de trabajo con el que explotaba barracas ajenas con cierto grado de independencia. Abajo, en la base de la pirámide, estaba el siringuero, el peón, llamado también despectivamente: machadinho (como la herramienta principal que usaba). Probablemente desde esa época sobreviva el uso popular del verbo: “habilitar”, referido a la acción de un tercero que da los medios a otro para que pueda realizar algo.

[5] “En este primer momento el siringuero ixiameño Juan de Dios Aguada disparó la flecha que incendió el barrancón”, Simón Moreno. Tercera Parte, Número 18, “Anotaciones y Documentos sobre la Campaña del Alto Acre”, editado en Barcelona en 1928.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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