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Los rumbos políticos en América Latina. Un vistazo

Gonzalo Rojas Ortuste

Politólogo, Profesor de postgrado.

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La imagen de olas de la democracia y su contraparte, los reflujos, podrían ser entendidas de manera más armoniosa de lo que ocurre, del mismo modo que se ve en una playa extendida, los flujos y reflujos no ocurren simétricamente sino de manera más o menos desacompasada donde, empero, es posible reconocer la corriente dominante: el trend, la macrotendencia. En este caso, de orientación de cambio, pero con el riesgo advertido de evitar los excesos, repudiar el autoritarismo y cosas peores. Esto último empieza a hacerse visible, como argumentamos a continuación.

Con la instauración de gobiernos discursivamente alineados a la izquierda a finales de siglo pasado y comienzos del actual se pensó que la denominada “marea rosa” –para seguir con la imagen marítima- se abrían mejores días luego de alrededor de dos décadas que la mayoría de la región contaba con gobiernos electos en las urnas más o menos confiables. Después de un primer periodo, digamos auspicioso, si no le ponemos mucha atención a signos autoritarios que luego se revelarían inconfundibles. Algunos ya con contornos abiertamente tiránicos (Venezuela, Nicaragua), otros circundando el caudillismo perpetuo (Bolivia, Ecuador, Argentina) dieron lugar a reacciones tampoco muy exitosas, y en algún caso también autoritarias (Brasil), que están dando lugar a retornos de partidos y jefes vinculados a esos proyectos, pero que ya no se presentan como mesiánicos sino sensibles a la dura realidad –durísima para ellos- de que hay otros actores en escena y no todos son eliminables.

Hoy hay gobiernos genéricamente denominados progresistas en Chile y Colombia, pero de comienzo van encontrando menos allanado el campo para su experimentalismo. Lo más evidente es el reciente rechazo a la propuesta de Constitución en el país trasandino, pero también a las alianzas que el ahora presidente Gustavo Petro tuvo que acordar para hacerse viable en la segunda vuelta. Es verdad que ese signo ideológico es una novedad en esos estados; luego, no se están clausurando los cambios en la región, tan necesita de ellos en un horizonte democrático. Lo interesante es detectar el tenor y la modulación de éstos. Y la existencia de un sistema de partidos que, pese a su relativo desprestigio, mantiene su vigencia.

Y el contraste con los de vieja guardia, aunque estrenados en funciones de gobierno y con nueva sigla son las dificultades enormes que, en sus respectivos periodos de gobierno van quedando sin expectativas y precipitando figuras de recambio con pretención de sucesores, bastante más temprano de lo que corresponde, tal el caso de las denominadas por cierta prensa “corchalatas” en México (tres presidenciales del partido del presidente, ya hablando de candidaturas, ninguno “destapado/a” aún) y el “superministro” Sergio Massa en la Argentina, en medio de la controversial  vice que se reserva para otra disputa presidencial. Más grave el caso peruano, que sigue triturando presidentes y los sucesivos perfiles desde hace un tiempo tampoco dan para el optimismo. En este grupo podría caber el caso boliviano, más de lo mismo con cara distinta, que también va encontrando sus límites. Pero son límites desde las mismas sociedades, más que de fuerzas opositoras de vibrante credo democrático y nuevas vigorosas adhesiones, que brillan por su ausencia.

El peso de nuestra historia de débiles democracias y “naturalizadas” figuras autoritarias sigue lastrando un mejor panorama. Centroamérica, a excepción de Costa Rica, es quizás el espejo más elocuente de esto, la débil cultura democrática con instituciones más pendientes del humo del “hombre fuerte” de turno, que el apego al arreglo republicano, donde nadie está por encima de la ley, y ésta expresa un arreglo afín a valores de mayor aliento y respeto a la idea ciudadana. Y de allí, la vigencia inerradicable del pluralismo político donde la disidencia y oposición organizada son legítimas, así como los controles y contrapesos al poder político.


*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Gonzalo Rojas Ortuste

Politólogo, Profesor de postgrado.

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