OpiniónInternacional

Terroristas revolucionarios

Axel Kaiser

Presidente del Directorio de la Fundación para el Progreso. Senior Fellow FPP. Abogado. Doktor der Philosophie por la Universidad de Heidelberg (Alemania).

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Ninguna persona seria duda de que el proyecto marxista de la Unidad Popular destrozó la economía del país, sumiéndolo en la hiperinflación, el hambre y la escasez generalizada, creando así condiciones para que la ciudadanía exigiera el fin del régimen comunista. Lo que resulta incompresible es la resistencia de personas de centro izquierda y derecha a reconocer que la violencia de la izquierda marxista, necesaria para derrocar el capitalismo burgués en su visión, hizo igualmente inevitable poner fin al régimen antidemocrático e inconstitucional de Salvador Allende. Como dijo Frei Montalva a miembros de la Sofofa en julio de 1973: «nada puedo hacer yo ni el congreso ni ningún civil. Desgraciadamente esto solo se arregla con fusiles». Y no podía ser distinto, si ya hace años la izquierda venía planeando la construcción de su dictadura por la vía armada. En 1967, el dirigente socialista y posterior ministro de Allende, Clodomiro Almeyda, sostendría que «la violencia se expresará» en la forma de «una guerra civil revolucionaria, a la manera española, con intervención extranjera, pero de curso más rápido y agudo». Luego añadiría que «si la izquierda desea realmente tomar el poder no puede seriamente plantearse su triunfo sino en base a su capacidad en el plano de la violencia, de hacer frente y derrotar al enemigo armado».

José Liendo, por su parte, conocido como «comandante Pepe» afirmaba: «tienen que morir un millón de chilenos para que el pueblo se compenetre de la revolución y ésta se haga realidad. Con menos muertos no va a resultar». Liendo, un terrorista del MIR protegido por el régimen de Allende, cometería múltiples asesinatos y crímenes, siendo el más cruento el caso de Antonieta Maachel. Siguiendo el lema de la izquierda «las momias al colchón y los momios al paredón», junto a miembros de su grupo terrorista, en noviembre de 1970, asaltó el fundo la Tregua, ubicado en Panguipulli, donde vivía la joven viuda italiana con sus tres hijos menores de edad, dos niñas y un varón. En su propia casa, Maachel fue secuestrada, golpeada y violada en turnos por Liendo y cada uno de los más de veinte delincuentes que integraban la banda. Luego de su violación, Maachel cometería suicido en su cuarto, mientras sus torturadores se daban un banquete en el comedor. Liendo sería posteriormente procesado y fusilado por el gobierno militar, razón por la que décadas después se enjuició a militares ya que, nuestros jueces calificaron al terrorista como «víctima de violación a derechos humanos».

Como este, hubo muchos casos de crímenes sistemáticos cometidos por la izquierda, esa misma que llora hoy al delincuente, aliado de Liendo y de las dictaduras cubana y venezolana, Guillermo Tellier. Fue esa misma izquierda la que, como advirtió Patricio Aylwin, quebrantó el orden constitucional abriendo las puertas a un régimen marxista que violó sistemáticamente los derechos humanos bajo la UP con el fin de instaurar un régimen totalitario. De ahí que el 22 de agosto de 1973, la cámara de diputados aprobara una resolución con 2/3 de sus miembros democráticamente elegidos señalando que el régimen comunista de Allende había incurrido en «constantes atropellos a las garantías y derechos fundamentales consagrados en la constitución» incluyendo  «frecuentes detenciones ilegales por motivos políticos, además de las ya señaladas con respecto a los periodistas, tolerando que las víctimas sean sometidas en muchos casos a flagelaciones y torturas». Esto además de «amparar grupos armados que atentan contra la seguridad de las personas y que se encuentran destinados a enfrentarse con las Fuerzas Armadas» con el fin de «conquistar el poder total».

«En palabras de Nicanor Parra: “Por una parte es un salvador, si no fuera por Pinochet estaríamos como Cuba. Eso es un hecho. Pero enseguida las atrocidades que se cometieron. Uno quisiera un salvador sin atrocidades”».

Es curiosos que parte de las fuerzas democráticas de Chile aun no entiendan que, así como lo es para el nazismo, la violencia ilimitada, incluyendo el genocidio, la tortura, la violación y mucho más, es de la esencia de la ideología de personas como Tellier, pues se encuentra en el corazón de todo proyecto inspirado en el marxismo. Como bien advirtió Jean Francois Revel luego de abandonarla, la ideología comunista es intrínsecamente criminal y, por tanto, sus adherentes deben necesariamente tener una constitución psíquica que los predispone a la criminalidad. Eso explica que el historiador marxista inglés Eric Hobsbawm en 1994 haya afirmado en entrevista con BBC que el asesinato de millones de seres humanos se justificaba si con eso se alcanzaba la sociedad comunista.

El asunto es simple: sin violencia no hay revolución y sin revolución no hay comunismo. ¿Cómo si no por la vía violenta podría terminarse con el capitalismo y el orden burgués? El mismo Marx afirmó sin ambigüedades que «la violencia es la partera que extrae a la nueva sociedad del vientre de la vieja». Y Engels diría que «el amor universal por la humanidad es una tontería» además de declarar que «necesitamos odio en lugar de amor». Los comunistas, explicaron Marx y Engels en el Manifiesto, «declaran abiertamente que sus metas solo pueden alcanzarse mediante el derrocamiento violento de la totalidad del orden social existente». Y es que, según Marx, «solo un método puede concentrar y simplificar los sangrientos dolores de parto de la nueva sociedad: el terrorismo revolucionario».

Esta es la ideología criminal que inspiró a Liendo, Tellier y a toda la izquierda chilena de la UP y la sigue inspirando hoy. Así las cosas, no puede haber duda alguna de que la intervención de las Fuerzas Armadas, convocada democráticamente por el parlamento, puso fin a un régimen crecientemente criminal y totalitario, anti democrático e inconstitucional y que, por consiguiente, se encontraba plenamente justificada tanto jurídica como moralmente. Por su puesto, esto no excusa crímenes cometidos luego por uniformados, pero no hay dudas de que nuestras fuerzas de orden y seguridad salvaron a Chile de un destino de tipo cubano. En palabras de Nicanor Parra: «Por una parte es un salvador, si no fuera por Pinochet estaríamos como Cuba. Eso es un hecho. Pero enseguida las atrocidades que se cometieron. Uno quisiera un salvador sin atrocidades».

La pregunta es cómo habría sido una dictadura comunista encabezada por criminales como Tellier, Miguel Enríquez, Liendo y el grupo de terroristas que los acompañaban y si acaso ese desenlace hubiera sido preferible al que finalmente tuvo lugar. Es cuestión de mirar a Cuba y a los demás regímenes totalitarios que la izquierda admira para tener la respuesta.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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