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Gaza, un cementerio de niños

Lupe Cajias

Periodista e historiadora

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La reacción del gobierno de Benjamín Netanyahu contra el ataque de Hamas a civiles judíos ha superado todo límite. Las organizaciones internacionales de Derechos Humanos, Unicef, Amnistía Internacional, el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, la Corte Penal Internacional, Reporteros sin Fronteras han denunciado el excesivo uso de la fuerza de los militares israelíes matando a civiles palestinos. Entre ellos están una treintena de periodistas y sus familias.

En septiembre pasado, escribí en esta misma columna la situación de los niños palestinos por la política sionista. Human Rights Watch denunció que más menores en Gaza y en Cisjordania eran asesinados o secuestrados, torturados y asediados por los militares sin respeto a la legalidad.

Las organizaciones internacionales nombradas están lejos de defender a terroristas o de alineación ideológica. Sin embargo, Israel se negó constantemente a reconocer esos informes. Al contrario, sus autoridades civiles y militares acusaron a cualquier denunciante de ser antisemita, de servir a los grupos armados, de ser utilizado por Irán. Israel no acepta ningún tribunal internacional.
Antes del 7 de octubre, existían cantidades de chicos palestinos atendidos por psicólogos por los traumas que tenían. Fueron testigos de la muerte de sus familiares, del hostigamiento y humillación de sus padres, de sus dificultades para estudiar, para jugar.

En esta semana, un mes después de los asesinatos de Hamas en territorio israelí (incluyendo a bebés, niños, adolescentes y jóvenes pacifistas), Tel Aviv ha multiplicado las muertes geométricamente. Han fallecido por lo menos 9 mil palestinos, hay miles de heridos y 200 mil viviendas destruidas.
Uno de los objetivos se ha centrado en los centros de salud. Observadores internacionales denunciaron que las tropas judías asediaron a hospitales al menos en 131 ocasiones. Los médicos operan sin luz, sin anestesia, con medidas medievales porque Israel cortó la luz, el agua, el ingreso de gasolina. Han bombardeado a hospitales donde estaban refugiados miles de mujeres con sus hijos.

Al menos la mitad de los muertos son bebés, chiquitos menores de cinco años y niños menores de doce años. Los padres corren desesperados con cuerpecitos sangrantes con la esperanza de encontrar algún auxilio que no llegará. En las morgues se acumulan pequeñas bolsas blancas escondiendo el horror.

Los alteños o los cruceños no podrían seguir viviendo si en tres semanas se abren 4.000 fosas para niños asesinados con violencia extrema.

Otros menores han quedado solos porque toda su familia ha muerto bajo los bombardeos israelíes. Explicaba la responsable de Naciones Unidas en Gaza que son cientos de chicos que ahora deambulan sin recobrar el habla, anulados por las tragedias que han presenciado. Otros son llevados para reconocer el cadáver de su madre o de sus hermanitos.

¿Qué hicieron para ser víctimas de bombardeos, metrallas, disparos? Los terroristas pueden ser ajusticiados in situ o condenados a morir por tribunales. Nadie juzgará a los generales que envían bombas contra las familias palestinas. En esta semana también está la denuncia internacional del uso judío de fósforo blanco contra la población civil palestina. Las fuentes de esta información son agencias oficiales europeas.

El vocero de Unicef describe la situación como un gran cementerio de niños.
Paradójicamente, la acción de Hamas ha logrado reponer el asunto palestino en la agenda mundial. Miles de miles de ciudadanos en capitales de los cinco continentes han salido para apoyar a Palestina. Seguramente Hamas no se recuperará ni logrará reconocimiento por la forma de sus ataques. Sin embargo, la respuesta israelí también es un suicidio político.

El argumento del antisemitismo para rechazar la movida mundial pro Palestina no sirve. Sobre todo, no afecta a personas o a países que no tienen deudas con la nación hebrea, como sucede con Francia o con Alemania.
El bumerán es el respaldo a la causa de Gaza de presidentes represores como Nicolás Maduro. Es difícil aceptar que el presidente Luis Arce rompa relaciones con Israel por un interés nacional. Más bien, es posible pensar que hubo una llamada del embajador ruso o del embajador iraní Bahram Shahabeddín al incompetente canciller Rogelio Maita.

Si hubiese una línea de defensa a los inocentes invadidos, Bolivia debería cortar relaciones con Rusia. En cambio, Mikail Ledenev tiene más poder que Robert Gelbard hace treinta años.

Shahabeddín llegó hace tres meses, pero la República Islámica de Irán es el único estado en la historia de los medios bolivianos dueño del canal de TV Abya Yala, regalo al cocalero Evo Morales, refugio de los periodistas “panqueques”.
Esas jugadas geopolíticas no tienen interés en la urgente tregua para salvar a la niñez de Gaza y Cisjordania.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Lupe Cajias

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