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Las pugnas de poder se vuelven cada día peor al interior del Movimiento al Socialismo. Diferente a lo que se podría pensar, el poder no reside en quien tenga más dinero, más fuerza o más inteligencia. El poder reside donde la gente cree que está. Así las cosas, luego de más de un año de gestión, ¿quién tiene el poder del gobierno nacional? Con pesar -más que todo, por la salud democrática del país-, hay que admitir que el poder no lo tiene el presidente.
El poder reside en Evo Morales por los siguientes motivos: el apoyo y reconocimiento internacional, la capacidad de movilización de fuerzas extremistas (capaces de dejar sin alimentos a ciudades enteras), la atracción de financiamiento (capaz de estar en 4 o 5 departamentos en un mismo día con vuelos privados, helicópteros y contar con un equipo de comunicación política completo, entre otras cosas) y el discurso cohesionador.
Morales suele alejarse de la sede de gobierno cuando está por perpetrar algún movimiento que implique ejercicio de poder sin límite. En redes, él se muestra realizando actividades inocentes en el trópico y probablemente esa sea la señal más preocupante para el equipo de Arce. No olvidemos de lo que Morales es capaz por poder y hoy, no ha hecho más que ordenar a sus seguidores humillar públicamente al presidente del Estado con amenazas, condicionamientos, movilizaciones y chantajes.
Arce sirvió para ganar las elecciones con el instrumento político que -formalmente- es el MAS, pero no le sirve más para los planes de Morales, actual mandamás del instrumento político. Arce -y todo aquel que se muestre ligeramente independiente- es una amenaza directa. Al partido único, corresponde pensamiento único. Pese a su pésima gestión económica, política y social, Arce no deja de ser una amenaza para Morales porque, al interior del MAS, el exministro de economía ganó credibilidad de numerosos grupos, particularmente de aquellos que se identifican con un mínimo de coherencia.
Hacía mucho tiempo que no se veía a un presidente del Estado siendo humillado públicamente, ni Choquehuanca se salvó de las públicas condenas morales provenientes de nada más que García Linera. Para Morales, el respeto a la investidura presidencial quedó donde su propio gobierno la dejó: en un prostíbulo; ese se es el valor que tiene el Estado, Choquehuanca y el mismo presidente. Los ministros, a visión del líder que fugó a México, no valen ni el esfuerzo de ser considerados como actores relevantes. Todos, menos uno: aquel ministro amigo personal de Morales y que ‘casualmente’ es el responsable de estar en constante contacto con las fuerzas militares del Estado.
Arce tiene dos salidas: ser sometido públicamente o ser respetado. Su ego es reconocido, así que será un conflicto personal bastante duro. Pero observemos bien el panorama: este escenario de conflictividad e inflexión se da a pocas semanas de que se defina -a través de 2 eventos- el escenario político de Bolivia para los próximos 10 años. Esos 2 eventos son:
1) La visita del enviado de la ONU para la independencia de jueces y magistrados (febrero) y la cumbre de justicia (marzo), y 2) el censo de población y vivienda, cuya cartografía debe comenzar a realizarse pronto (máximo en abril-mayo de 2022).
Tal vez, por eso es la radicalidad en los discursos de Morales; en cuatro años, él se ve consolidado como presidente de Bolivia, rodeado de lambiscones y amarrahuatos profesionales, humillando a quien no le haga caso y, sobretodo, volviendo a sentirse como representante de la reserva moral del planeta. Para Morales, no puede haber duda alguna de que él será el siguiente presidente y -siempre según él- ni Arce ni Choquehuanca, mucho menos Andrónico ni Orlando Gutiérrez pudieron, pueden ni podrán ser siquiera su sombra. Para él, todos son seres inferiores.
Así las cosas, estamos ante una de las humillaciones más grandes que ha sufrido un presidente boliviano, pero es -también- un gran momento para que, con inteligencia, sagacidad y pragmatismo, los políticos de las fuerzas democráticas del país aprovechen ese río revuelto.
¿Lo harán?
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo