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Argentina: con el alma entre el cielo y el infierno

Javier Medrano

Licenciado en periodismo y Ciencias Políticas de la Universidad Gabriela Mistral de Santiago, Chile.

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A tan sólo unos días para las elecciones presidenciales de Argentina (este domingo 29 de octubre) la moneda está en el aire y nadie sabe cuál será el lado ganador. Todos están con la respiración contenida y tienen su mirada alzada hacia ese metálico que gira caprichoso en el aire. Está tanto en juego, que más de uno tiene el corazón apretado al no saber el desenlace de semejante salto giratorio del destino.

El diablo sigue haciendo de las suyas. Está en sus anchas. Juega con millones de argentinos y lujurioso se relame y mira todo el descalabro que sus secuaces en la tierra hicieron de manera magistral: reventar por los aires a uno de los países más ricos del cono sur y que, en su momento, fue considerado el granero del mundo. Nada menos.

El tango lacónico llora con su bandoneón esta pesadilla que parece nunca acabar. ¿Cómo llegaron a caer en este foso tan profundo? ¿Cómo despilfarraron tanta riqueza? ¿Cómo permitieron los propios argentinos que una recua de políticos, punteros, sindicalistas y mafiosos peronistas, arrancarán la esperanza de todo un país? Fueron años de corrupción. De negligencia. De nepotismo. De incompetencia. De charlatanería y chantas.

Lo único cierto, por estos días, es que dejaron crecer a una mafiocracia que durante varios años desangraron a los argentinos y rifaron su futuro inmediato. El envilecimiento de la política gaucha sólo tendría parangón con los regímenes venezolanos, cubanos o nicaragüense. Literalmente, se robaron hasta los pisapapeles de las instituciones.

Para los más informados – periodistas y analistas – se vendría el mismísimo infierno. La pelea entre un desaforado Milei y un ministro candidato Massa, responsable de la debacle del peso frente al dólar, sólo deja en evidencia el caos en la que se encuentra la política argentina.  El ballotage sería casi una realidad

Otros, quizás un tanto incautos, respiran hondo y con su último aliento sueltan su esperanza final en un voto sobre el cual, literalmente, se están jugando la vida. Pero para ambos ya no se trata del cielo o el infierno. Sino cuán hondo entrarán al averno.

Es tan grave la situación que los comercios están dejando de vender, por la sencilla razón de no saber qué precio poner a su mercadería. La gimnasia de precios en uno de los países más bellos de Sudamérica está sumida en la anarquía. Ya van muchísimos años así. Se acostumbraron a hacer matemáticas. A jugar con los precios. A bicicletear tarjetas de crédito. A especular. A hacer predicciones con el mercado negro. Se domaron así mismos para vivir en un mercado paralelo, en una vida paralela. Hicieron del desquiciamiento su vida normal.

Este diablo maradoniano, no hace más que hacerles jugarretas complejas, odiosas. Nadie puede contra él. Es un fenómeno. Un ídolo. No para de meterle goles a la economía familiar. Está desatado. Son víctimas de sus propias egolatrías. Loco, loco, loco ¡vivan los locos que inventaron la inflación! ¡Sos un genio! ¡Sos el mejor de los diablos! ¡Ahora estamos todos viantaos! ¡Viantaos!

Desde ese primer y maldito día, con Perón en el balcón, arengando populismo y demagogia, con una Eva enjoyada y abrigada con un bisón, ya nada volvió a ser lo mismo. Todas las desgracias del mundo se precipitaron. Cayó la noche y todos creyeron que ese justicialista que venía iba a hacer que amanezca. Ninguno lo hizo. La noche cada vez se hizo más oscura. Más negra. Llegó el Kirchnerismo y encadenó el sol en una carceleta. Nunca más la luz. No puede haber iluminación en el robo. En la corruptela. En la ladronería burda y descarada de un Néstor y, luego, de una Cristina, más angurrienta todavía. Destruyeron toda confianza en el Estado y en la institucionalidad argentina.

Ahora caminan dando tumbos, manotazos y creen que este último domingo de octubre, saldrá el sol en Argentina. Ojalá, aunque sea, aparezca un rayito del astro. Aunque sea una minucia. Todo sirve en estos momentos. ¿Todo? ¿Incluso la locura?  Será que lo único que falta es prender de una vez por todas la mecha. ¿Borrón y cuenta nueva? ¿Destrucción total?

Y como no podía faltar el humor de una sociedad maravillosa que bulle en cultura, me quedo con un grafiti leído en una de las calles de Buenos Aires:

Se encuentran el peso y el dólar en el camino. Y el peso grita:

  • ¡Ché, dólar! Un día de estos tenemos que juntarnos.
  • Y el dólar le contesta: Perdón, ¡pero estoy a mil!

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo

 


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Javier Medrano

Licenciado en periodismo y Ciencias Políticas de la Universidad Gabriela Mistral de Santiago, Chile.

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