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Los Cruceños Hacen Negocios con Paraguay durante la Guerra de la Triple Alianza – PARTE II

Marcelo Añez Mayer

marczmay@gmail.com

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Tristán Roca en Paraguay

Donde a Rafael Peña le sucedió una desgracia, Tristán Roca encontró una oportunidad. Como el intelectual y hombre de empresa que era, Roca pudo verse a sí mismo como potencial propagandista de la causa paraguaya. Se ocupó entonces en hacer lo necesario para que esa visión se convirtiese en realidad. Años atrás había traído la primera imprenta a Santa Cruz de la Sierra con la que fundó el primer periódico de la ciudad: “La Estrella del Oriente”, que dirigía y en el que también escribía. Entonces, una vez en Asunción se reinventó haciendo algo que sabía; escribir.

Al comienzo fueron breves reseñas para el periódico local “El Semanario”. Poco a poco la calidad de su escritura le ganó notoriedad en la sociedad paraguaya. Un elogioso artículo suyo sobre la importante victoria paraguaya en la batalla de Curupaytí le ganó el favor del mariscal López.

A partir de ahí rápidamente logró ganarse un lugar en esa sociedad que vivía en plena guerra. En 1867 es nombrado director del recién fundado “El Centinela”, semanario diseñado como instrumento de propaganda (junto a “El Cabichui” y “Cacique Lambaré”) dirigido a la clase media y a las tropas paraguayas con el claro objetivo de levantar y mantener en alto la moral de combate. El primer número de “El Centinela” salió el 25 de abril de 1867 y se llegaron a editar más de 60 números. Tres o cuatro páginas tenía de extensión. “El Centinela” era un periódico de guerra; su contenido estaba compuesto principalmente por crónicas de batallas, caricaturas, sátiras breves y contundentes, noticias de interés general. Con la característica común de burlarse siempre del enemigo, ensalzar al ejército paraguayo y particularmente al mariscal López.

Para cuando “El Centinela” empezó a circular en la primera mitad de 1867 el comercio entre Santa Cruz de la Sierra y Asunción estaba en su mejor momento. El 25 de abril de 1867 publicaba “El Centinela” en su cuarta y última página:

Noticia Importante.- Por cartas que se han recibido por la vía de Corumbá, se sabe que han llegado a este punto algunos comerciantes de Bolivia con efectos ultramarinos y otros artículos, y que se preparan a hacer de Santa Cruz grandes internaciones. ¿Qué dirá Caxias con su sistema de tenernos a guisa de champagne?.”

Luego, el 5 de septiembre de ese mismo año, aparecía esta breve nota en “El Centinela”. También en la última página:

Nada nos falta.- La escasez que ligeramente sentía el pueblo de efectos ultramarinos ha desaparecido ya con los dos almacenes que acaban de abrir los comerciantes bolivianos, que han arribado a esta capital ¿qué dirán los bloqueadores?.”

Varios hechos hacen pensar que el papel de Tristán Roca fue mucho más importante de lo que sugiere su oficio. William Barret, un historiador norteamericano, dijo que Tristán Roca llegó a convertirse en “consejero privado, una especie de ministro sin cartera del gabinete no oficial de López”. El embajador de USA en el Paraguay de la época, Charles Washburn[1], testigo de los hechos, sitúa a Tristán Roca y su esposa muy cerca de la pareja presidencial, como empeñosos colaboradores y defensores en cuanta oportunidad se presentaba. El historiador Leonam Lauro Nunes Da Silva del Instituto Federal de Matogroso, afirma que Tristán Roca tuvo un papel protagónico y no secundario en el lado paraguayo durante la guerra. Que fue el mentor intelectual de una brillante estrategia de comunicación que tenía claro quienes eras los receptores, que creaba medios y adaptaba con eficacia los mensajes a la audiencia.

 

San Fernando, el final

En febrero de 1868 los acorazados brasileros lograron forzar el paso por la Fortaleza de Humaitá y emprendieron rumbo hacia Asunción navegando el Rio Paraguay. Parecía que el fin de la guerra estaba cerca. El mariscal López desde su campamento en Paso Pucú ordenó el repliegue y Asunción fue abandonada, estableciéndose temporalmente la capital en Luque.

Un día, en Paso Pucú, el cuñado del mariscal López, Saturnino Bedoya, confesó al Obispo Palacios su nerviosismo y ansiedad por lo que pudiera suceder en Asunción ante la inminente llegada de la flota brasilera. Este simple comentario terminaría siendo la semilla de los terribles hechos de sangre que vendrían después. Como todos, el Obispo Palacios reportaba lo que escuchaba al mariscal López (era una convivencia marcada por el terror, el espionaje y la delación, como refirió Rafael Peña). Esa delación bastó para desatar la sospecha.

Bedoya fue aprehendido y torturado. Dijo que Benigno, el hermano del mariscal López, había entrado en conversaciones con el entonces marqués Luis Alves de Lima e Silva, más tarde Duque de Caxias, comandante de las fuerzas aliadas del imperio del Brasil, Argentina y Uruguay, para ponerle fin a la guerra. Alternativa que, bien mirada, era bastante razonable a esas alturas en que se veía que Paraguay simplemente no podía ganar, pero totalmente contraria a la voluntad del mariscal López que se empecinaba en resistir hasta el último hombre.

Resultó que los acorazados brasileros apenas bombardearon Asunción. Recibieron alguna respuesta e increíblemente dieron marcha atrás y se fueron.  Con lo que el terreno quedó preparado para, quizá, algo peor: la venganza de López. Se desató entonces una carnicería en el campamento de San Fernando, con juicios sumarios y fiscales de sangre, torturas y ejecuciones. Estos sucesos más tarde tomarían el nombre de “los procesos de San Fernando”.

Figuras principales fueron Isidoro Resquin, Silvestre Aveiro y el Padre Maíz. Cientos de personas, tal vez miles, fueron arrestadas, torturadas y asesinadas. Entre ellas dos de los hermanos de López: Benigno y Venancio (el primero fue ejecutado en San Fernando, el segundo un poco después), sus cuñados Barrios y Bedoya, y también varios de sus ministros. López hizo incluso arrestar y maltratar a su propia madre, que sin embargo sobrevivió. Casi todos los extranjeros que en ese entonces vivían en el Paraguay corrieron la misma suerte. Tristán Roca entre ellos.

Recordemos que para ese momento y desde pocos meses antes, Corumbá había sido recuperada por el Brasil (abril de 1868), con lo que el fluido comercio entre Paraguay y Santa Cruz se cortó de raíz. Lo que aumentó la vulnerabilidad de los cruceños en Paraguay que ya no podían jugar la carta que hábilmente jugó Rafael Peña para salvarse.

Un día de julio de 1868, Tristán Roca dejó su casa en Areguá para ir hasta Luque en donde se editaba “El Centinela”. Allí lo arrestaron. Esa tarde, en ese preciso momento, Mercedes Rivero, esposa de Roca, y Merceditas, su hija, se hallaban retenidas junto a otras extranjeras cosiendo para Madame Lynch[2]. También estaban el mariscal López y sus ministros. Cuenta Merceditas, hija de Roca, que en ese momento ella dormía una siesta y que se despertó llorando por haber sentido una punzada en el corazón. Roca fue conducido de Luque a Asunción y de ahí a San Fernando en donde fue juzgado, torturado y ejecutado. Sí, se aplicaron torturas en San Fernando. Unos días antes -como si alguna otra opinión hubiese importado- el mariscal López había consultado a su Estado Mayor y al Obispo sobre la conveniencia y moralidad de usar o no estos métodos para obtener información. Pese al criterio en contra del Obispo, se decidió -López decidió- que sí, que se usaría la tortura como medio para arrancar confesiones a los acusados de la supuesta conspiración. Las torturas más “populares” que se utilizaron en San Fernando fueron los latigazos y el “Cepo de Uruguayana”, tan horrible que mejor no les cuento. Se ejecutaban con tal brutalidad que el torturador podía obtener del torturado las confesiones que fuesen necesarias.

Por el testimonio que dejó escrito un distinguido testigo presencial de los hechos, podemos conocer uno de los últimos y dramáticos momentos de Tristán Roca en San Fernando. Ese testimonio es el que dejó el coronel paraguayo Centurión. Vale la pena detenerse un poco en él: Juan Crisóstomo Centurión nació pobre, pero gracias a su extraordinaria inteligencia y buena fortuna se abrió camino en el Paraguay gobernado por López padre, quien ya de joven lo eligió junto a otros destacados alumnos para estudiar becado en Europa. Cuando regresó al Paraguay hizo carrera diplomática. Luego llegó la guerra y, como pasó con casi todos los hombres en edad de combatir, no le quedó otra alternativa que improvisarse como militar. Centurión ascendió a coronel. Fue uno de los pocos militares de alta graduación que llegó hasta el final de la guerra; al combate de Cerro Corá[3] en donde una bala le atravesó la boca y lo tumbó del caballo. Pero sobrevivió. Y dejó además una de las mejores memorias de la época, en la que cuenta haber sido parte de uno de los seis tribunales o consejos de guerra de San Fernando, y que en ese rol fue testigo del intento de defensa que hizo Tristán Roca de su caso.

Permítanme una digresión literaria. Borges dice, en su gran cuento “Los Teólogos”, hablando sobre el acusado, Juan de Panonia frente al tribunal que lo condenaría: “Discutió con los hombres de cuyo fallo dependía su suerte y cometió la máxima torpeza de hacerlo con ingenio y con ironía”. Roca no usó la ironía. Pero sí la inteligencia y la capacidad para persuadir, que las tenía de sobra. Se le ordenó callar. Este es el relato de Juan Crisóstomo Centurión:

“El Dr. Roca, ilustrado ciudadano boliviano, que había prestado el concurso de su inteligencia en la redacción y dirección de El Centinela, quiso hacer su defensa. Comenzó pintando la calumnia y sus perniciosos efectos y luego atacó su misma declaración calificando de falso cuanto en ella había expuesto. Pero, sin duda, apercibiéndose el presidente de que iba a destruirse por su base el edificio levantado sobre arena, lo hizo callar. ¡Me callaré, dijo, y seré víctima de la calumnia, como todos!”[4]

El general paraguayo Isidoro Resquín, otro de los militares que llegó hasta el combate final en Cerro Corá y sobrevivió, dejó registradas las ejecuciones que se hicieron en San Fernando entre el 17 de junio y el 21 de septiembre de 1868. Por eso se sabe con precisión que Tristán Roca fue ejecutado el día 22 de agosto de 1868. Tenía 42 años. Según su cuñado, Zacarías Rivero, el tribunal que lo juzgó ordenó torturarlo y Tristán Roca pidió la muerte. Que no se le concedió sino que lo hicieron pasar por la tortura tres veces hasta lograr hacerlo firmar la declaración que querían que firme. Una vez obtenido lo que los torturadores querían, Tristán Roca fue asesinado. Lanceado y no fusilado. Algo común en esos tiempos, para ahorrar balas.

Ese mismo día fueron ejecutadas otras 85 personas. Entre ellas, los cruceños Lizardo Vaca y Benigno Gutiérrez que fueron asesinados el mismo día que Roca. Entre el 27 de agosto y el 3 de diciembre murió en la marcha de San Fernando a Cumbarity el cruceño Adrian Ibañez. Otros cruceños que murieron en el Paraguay fueron Miguel Zarco, Luis Antonio Justiniano y Manuel María Cuellar, seguramente en los calabozos o torturados. Un poco antes, el 19 de julio, fue ejecutado Domingo Pomiés, el explorador francés que abrió el camino entre Corumbá y Santo Corazón. El confesor de Tristán Roca, el franciscano Basiliano Landini, que se hallaba de paso por Paraguay retornando desde Santa Cruz hacia Italia, fue también torturado y asesinado por no revelar la confesión de Roca.

 

Testimonios

Según el embajador norteamericano de la época en Paraguay, Charles Washburn, la carnicería desatada por López en San Fernando tenía dos objetivos reales: eliminar a todos los extranjeros para que el mundo no supiese la barbarie a la que López había sumido su país y, sobre todo, para apoderarse del dinero que habían ganado y que seguramente guardaban en sus casas[5]. Años más tarde, en 1932, se publicaron los recuerdos de la hija de Tristán Roca, Mercedes Roca Rivero, Merceditas, quien relató los duros sucesos del Paraguay en los cuáles perdió a su padre, a su pequeña hermana y a su hermanito recién nacido. Las motivaciones que atribuye Merceditas a la carnicería del mariscal López coinciden con las de Charles Washburn:

“El recién nacido llamado Tristán murió en el trayecto de Caraguatay a Asunción; la mujercita que había nacido antes, en Asunción, murió al llegar a Corumbá. Al llegar a Santa Cruz yo hablaba en guaraní y una de mis tías me dice: “no has de hablar en el idioma de esos cambas paraguayos que te han dejado sin padre”. Y no volví a hablar más ese idioma: lo he olvidado por completo. Muchos cruceños fueron al Paraguay, llevando víveres y otras mercancías. Recuerdo de un tío; Miguel Zarco. Éste tenía un anillo de brillantes de mucho valor. Madame Lynch, como así la llamaban los paraguayos, con gran veneración le propuso comprárselo varias veces, pero mi tío no quiso vendérselo porque ofrecía muy poco. Quizás este fue el motivo por que lo tomaron preso y lo fusilaron[6]: pues López se apoderó de todos sus bienes como lo hizo con los demás cruceños a quienes mandó fusilar. Sin duda que mi padre había conseguido labrarse una fortuna, pues se puso al servicio de López como escritor redactando un periódico cuyo título no recuerdo”[7].

Otros autores también coinciden en que, probablemente, además de tratarse de un posible estado de insania mental del mariscal López, y junto a vengar miserias personales, los sucesos de San Fernando se orientaron a robar todo lo que podía ser robado. A lo mejor con el objetivo de asegurar el porvenir de López y su entorno en el exilio, una vez concluyese la guerra. Dos intentos por parte del mariscal López de sacar grandes montos de dinero para ser depositados en cuentas en Europa están ampliamente documentados. Uno de ellos, el que llevó adelante el médico escocés William Stewart, que no llegó a destino porque se lo quedó el mismo Stewart, y que terminó en una disputa legal que llevó adelante Madame Lynch en tribunales europeos. Y el otro, a través del embajador norteamericano Martin McMahon (sucesor de Washburn) y con quien el mariscal López desarrolló una excelente relación. McMahon cumplió a cabalidad lo comprometido.

Si bien para abril de 1868 la retoma de Corumbá por parte del Brasil había cortado ya el comercio entre Santa Cruz y el Paraguay, el asesinato de Tristán Roca y de los demás cruceños en agosto del mismo año puso el punto final y definitivo a este curioso episodio histórico tan poco conocido. Suceso relativamente breve, intenso y de final trágico que unió a Santa Cruz con el Paraguay al encontrarse el viejo anhelo cruceño de llegar al atlántico a través del Paraguay con la necesidad paraguaya que iba en sentido contrario, la de conectar con el Pacífico a través de Bolivia.

Medio siglo después, y en el marco del Tratado de Petrópolis, se consideró la posibilidad de construir una línea férrea que conectase Santa Cruz de la Sierra con Corumbá. El proyecto fue aprobado y los trabajos que iniciaron en 1938 concluyeron en 1953 con el arribo de la primera locomotora a Santa Cruz de la Sierra procedente de Corumbá. Aunque no puede establecerse con certeza, cabe la posibilidad de que así como en la apertura de la ruta Corumbá-Santiago de Chiquitos es posible que se hayan rehabilitado algunos tramos preexistentes del Peabirú chiquitano, de la misma manera también es posible que en el trazado de la actual vía férrea Santa Cruz-Corumbá se hayan usado algunas partes de la ruta abierta por Pomiés en 1866.


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[1] Charles Washburn, “The History of Paraguay” – Vol. II, Chapter XII

[2] Elisa Lynch, pareja del mariscal Francisco Solano López. Ciudadana inglesa nacida en Irlanda, conoció a López en Paris donde vivió por un tiempo. Estuvo casada en primeras nupcias con el francés Xavier de Quatrefages. Se trasladó a Paraguay para estar al lado de López. Era odiada por las mujeres paraguayas de la época, particularmente por las de clase alta, por su afición a las joyas, al lujo y al poder. Y también, y sobre todo, por considerarla una mujer adúltera debido a los estándares morales de la época. Acompañó al mariscal López hasta el final en Cerró Corá en donde no solo enterró a López sino también a su hijo de 15 años, el coronel Pachito, que como su padre, eligió morir antes que rendirse y caer prisionero del ejército del Brasil. Después de la guerra dejó el Paraguay y se estableció en Paris. Intentó regresar a Paraguay pero le impidieron desembarcar. Regresó a Europa y murió en Paris en 1886. Elisa Lynch es actualmente un personaje controvertido sobre el que se ha escrito mucho.

[3] Si bien la Guerra de la Triple Alianza estaba ganada para los aliados desde la batalla de Lomas Valentinas, concluyó realmente en marzo de 1870 en Cerro Corá con la muerte del mariscal López, sableado o hachado por soldados brasileros en la orilla del Río Aquidabán.

[4] Juan Crisóstomo Centurión, “Memorias del Coronel Crisóstomo Centurión o sea Reminiscencias Históricas de la Guerra del Paraguay”, Tomo III.

[5] George Thompson, “La Guerra del Paraguay”, Supuesta Conspiración-Atrocidades de López.

[6] Tristán Roca murió lanceado, no fusilado. Merceditas era una niña de 6 o 7 años en 1868, cuando murió su padre. Sus recuerdos fueron publicados 64 años después. El testimonio de Zacarías Rivero, tío de Merceditas, es de 1870, dos años después de los sucesos de San Fernando. En él se detalla el calvario y muerte de Tristán Roca: “sale por último para ser lanceado”, algo que corresponde con el tipo de ejecución que le dieron a miles de personas en San Fernando.

[7] El periódico paraguayo al que alude Mercedes Roca se llamaba “El Centinela”. Tenía un diseño similar al de “La Estrella del Oriente”. Se publicó por primera vez el 5 de septiembre de 1867. Llegaron a editarse poco más de 60 números.

 

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Marcelo Añez Mayer

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